22 de diciembre de 2013

La Suave Patria herida - Raúl Carrancá y Rivas

La Suave Patria herida - El agua del molino:

El agua del molino
Raúl Carrancá y Rivas
La Suave Patria herida
Organización Editorial Mexicana
19 de diciembre de 2013
  Cuando López Velarde dijo en la Suave Patria "El Niño Dios te escrituró un establo/ y los veneros del petróleo el diablo", se refería sin duda al nacimiento que estamos por festejar de ese Niño y también a que la escrituración del diablo despertaría envidias y ambiciones mil, afanes de apoderamiento o venta de nuestros veneros petrolíferos. En efecto, la Independencia mexicana se meció en la cuna del cristianismo, que poco tiene que ver con algunas desviaciones de la Iglesia. Pero allí están, en ese nacimiento inicial de nuestra patria, la misericordia y el amor a los desprotegidos, a los pobres y a su patrimonio. El amor al pueblo y a sus derechos. Sí, los veneros del petróleo nos los escrituró el diablo y hoy lo comprobamos más que nunca.

Ahora bien, yo tengo para mí que la historia se hace en lo inmediato pero se proyecta, trasciende y escribe para lo mediato e incluso más allá. Es decir, no se puede cambiar arbitrariamente el alma de la historia, su espíritu -en un texto jurídico hay historia-, lo que Mommsen llamaba la marea del tiempo, lo cual saben muy bien los verdaderos estadistas. Y ya que hablo de la historia hay que hablar asimismo de la política y de la democracia. Me explico. Se llega al poder -¿cómo se llega?- y se cree que por tenerlo, sobre todo cuantitativamente y olvidando lo cualitativo que es lo esencial, se puede alterar el ritmo del andar de Clío. Se alterará momentáneamente, eso sí, a manera de espejismo. En otros términos, a la mayoría no siempre le asiste la razón ni tampoco la minoría es lo que aparenta. Detrás de un rostro se esconden mil que no han podido hacerse evidentes, e ignorarlos es querer revertir lo imposible. Cuántas veces las llamadas minorías son en realidad mayorías apenas perceptibles. Por eso la democracia se opone frecuentemente a la política, o a la mala política y a los políticos peores. En suma, Clío, con su balanza similar a la de Temis, siempre juzga sabia y definitivamente; y los que pretenden alterarla, escribir la historia a su modo y gusto, caen tarde o temprano en el desprestigio, en el olvido y desestimación. No se olvide a mayor abundamiento que entre las minorías se piensa más que en las mayorías, puesto que éstas siguen generalmente una línea, una consigna. Al respecto todo indica que el Constituyente Permanente va a aprobar la Reforma Energética del Gobierno. Sin embargo los congresos de los Estados, igual que el Congreso de la Unión y el Senado de la República, se han visto rodeados por bloqueos y cercos, por multitudes que protestan airadas a la vista alerta de la policía. ¿Así se aprueba una ley, en medio de rechazos airados? ¿A eso se lo llama consenso? Consenso no hay, desde luego. ¿Y qué les queda a los disidentes? Son y somos también pueblo, inteligencias, voluntades. Y ya que el recurso de la fuerza, de la mera fuerza física, no es el debido ni tampoco aconsejable, el único camino a seguir es el recurso de la crítica razonada y razonable, del Derecho. Ojalá llovieran amparos y acciones de inconstitucionalidad, en los términos que establece la Constitución. Es el derecho de los inconformes. Y que la historia juzgue, repito. "Yo no escribo para los hombres, escribo para los dioses", dice Mika Waltari en su epígrafe a Sinuhé el Egipcio, esa extraordinaria novela. Palabras del gran escritor finlandés que significan que hay que "mirar a lo lejos, a lontananza, siempre a lontananza", como Don Quijote, y no resignarse con el presente inmediato si nos agravia. ¡Salvo que también hayan quitado aquéllos recursos que son el aliento y la esencia de la Constitución! Pero mientras estén allí no son meros instrumentos jurídicos de adorno, y recurrir a ellos es lo menos que puede y debe hacer el agraviado. Por otra parte la Constitución tiene sus propias armas, previstas desde 1917 y aún antes, para rectificar el camino equivocado. No está sola, se tiene a sí misma, o sea, cuenta con una savia centenaria proveniente de lo mejor de su árbol genealógico. Recuérdense las palabras de Juárez: "cuando los hombres se equivocan, traicionan o claudican, queda el Derecho, fiel servidor de la Justicia".

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