peña salinas (Photo credit: trianero2) |
Por: Alejandro Páez Varela - marzo 11 de 2013 - 0:00
COLUMNAS, Historia de unos días - 8 comentarios
Es cierto lo que decía el Presidente: que en cien días no se transforma un país. Y nadie debería esperar eso. Los cien días, de hecho, se deben entender como otra cosa. Es un periodo de buena voluntad entre los ciudadanos y el nuevo gobierno, y las fuerzas políticas deben permitir que la administración naciente tome decisiones.
A su vez —y esto es común en las democracias más maduras— el nuevo gobierno pone o propone los cimientos de lo que viene: en dónde estará su esfuerzo, hacia dónde va y, sobre todo, cuál será la filosofía de Estado. Algunos opinan que los cien días están diseñados para que el Jefe del Ejecutivo deje atrás su equipo de campaña, que no es experto en gobernar sino en generar expectativa, y ponga a verdaderos ejecutores de políticas públicas.
De hecho, los cien días de Vicente Fox no estuvieron nada mal, por ejemplo: tomó distancia del partido y convocó a los que él consideró los mejores para gobernar (el “gabinetazo” mentado); las decisiones que llevaron al fiasco, fueron posteriores. Felipe Calderón, a estas alturas, ya había metido a sus amigos al gabinete –contra toda recomendación– y ya había lanzado la guerra, que fue lo que mandó a la tiznada todo lo demás. Miles pagarían con su vida tales decisiones; miles, y uno: él, porque todo se volvió narcotráfico y crimen organizado, ineptitud y mala administración. No le sigo.
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http://www.sinembargo.mx/opinion/11-03-2013/13083
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