En el último año, la activista ha participado en protestas en el Senado – descolgándose también en rápel desde una de las tribunas de la Cámara para protestar contra el maíz transgénico—así como en el Zócalo y en la Estela de Luz de la Ciudad de México. En todos los casos, los activistas exhibieron lonas con lemas y fueron “invitados por las autoridades” a abandonar el sitio donde realizaron las diferentes manifestaciones, sin detenciones, ni denuncias de por medio. La protesta en Pemex ha tenido un resultado distinto. “Se me hace muy injusto que traten de criminalizar la protesta y más si es pacífica. Es como un mensaje para que Greenpeace se calle”, comenta Rosina a EL PAÍS.
La organización pagó unos 7.500 dólares como fianza para que los activistas fueran liberados. El grupo está a la espera de que un juez federal analice su caso, mientras pide a Pemex que retire los cargos. La petrolera ha manifestado que retirará la denuncia sólo si los activistas pagan el costo de la lámpara, pero aún no ha comprobado con la ONG la existencia de los daños, ni que el valor real del artefacto sea de 6.000 dólares. “Por qué se va a pagar algo que no se ha comprobado que nosotros hicimos”, reclama con espontaneidad Rosina. La organización se ha movilizado en las redes y ha logrado reunir unas 26.000 firmas para pedir a Pemex que retire los cargos contra los activistas. La petrolera mexicana ha declinado a comentar sobre el tema.
Para Femke Bartels, directora de Greenpeace México, la reacción de las autoridades mexicanas ante la protesta del 1 marzo ha sido desproporcionada. “Lo hacen [ponen una denuncia] porque estamos protestando, porque no les gusta y porque no quieren que lo hagamos de nuevo”, comenta. Bartels ha trabajado para la ONG durante 16 años en cuatro continentes y asegura que la denuncia de Pemex contra los activistas no tiene precedentes. “México en este momento es uno de los países con mayor desarrollo y Peña Nieto está haciendo un gran esfuerzo para atraer inversores para llevar a México a otro nivel, pero al mismo tiempo Pemex actúa como si esto fuera una dictadura donde castigas a cualquier persona que se manifiesta por sus derechos”, expone.
Antes que en México, el último país en presentar una denuncia contra los activistas de Greenpeace ha sido Rusia. En septiembre del año pasado, 28 miembros de la ONG y dos periodistas fueron detenidos mientras intentaban llegar a la plataforma petrolera Prirazlómnaya, en el mar de Pechora (al norte de Rusia, cerca del Ártico) también para protestar contra la explotación de hidrocarburos. El Gobierno ruso les imputó cargos por vandalismo por los que podrían ir a la cárcel durante siete años. Y aunque los activistas fueron liberados después de dos meses, su proceso ante los tribunales continúa. (SONIA CORONA/ EL PAÍS)
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