17. diciembre, 2013 Álvaro Cepeda Neri * Conjeturas Comenta
De los 56 millones de mexicanos en la pobreza-hambruna, Peña y la electorera Rosario Robles (experredista que a su paso por la jefatura del Distrito Federal dejó un rastro imborrable de corrupción, y hoy está convertida al priísmo de Los Chuchos, sus cómplices), escogieron a 7 millones para experimentar el programa peñista que supuestamente bajaría la pobreza alimentaria. Fue todo un fracaso. Y la llegada de Manuel e Ingrid, para cuya embestida no tenían la menor prevención pues uno de los operadores para enfrentar esas catástrofes andaba de paseo en Las Vegas, puso al descubierto la miseria mexicana. Otra vez Peña-Rosario están en ceros y planeando cómo volver a empezar lo que nunca iniciaron; pues desde la Secretaría de Desarrollo Social sólo entregaban miserias alimenticias a cambio de votos para el Partido Revolucionario Institucional de Peña y el desgobernador veracruzano Javier Duarte, el gordito que come como troglodita y apoya al peñismo servilmente.
Por una parte la Organización de las Naciones Unidas (ONU) felicitó y premió a la Suprema Corte de (In) Justicia de la Nación, dizque por ser un órgano que respeta los derechos humanos, mientras el derecho a comer, a la vivienda, a la salud y al empleo establecidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos son violados por el peñismo en las narices de esa Suprema Corte, que avala al peñismo y solapa injusticias contra indígenas para que Peña se luzca otorgando el perdón. Pero por la otra, Marcia de Castro, representante de esa ONU palera de Washington que hace oídos sordos a las masacres (como en Ucrania) con oficina en nuestro país, envió un muy atento mensaje al peñismo y a doña Rosario (de quien dicen los rumores ya tiene un pie afuera para darle paso a su relevo, igual que Osorio Chong, Murillo Karam y Navarrete Prida, éste para un cambalache). El asunto es que las reformas de Peña, suspendidas en el “obedézcanse, pero no se cumplan”, porque no hay condiciones óptimas para su implantación por la oposición a ellas y la falta de sus reglamentos, están por zozobrar, ya que la nave estatal tiene a un timonel falto de cualidades estratégicas que solamente un estadista tiene.
Su programa antipobreza va al fracaso total, sin el sustento de generar –simultáneamente– empleos públicos y privados. El peñismo necesitaba haber ejecutado un plan keynesiano: empleos con obras públicas al por mayor para estimular las inversiones privadas y completar el empleo necesario. Pero equivocó sus fines al dejar de lado esos medios y sostener que la privatización petrolera era toda la solución. La ONU ya le dijo que sus programas contra el hambre y la pobreza han fracasado. Así que en lugar de estar empezando su sexenio, pareciera que el peñismo está terminándolo, igual que los que abren más frentes de los que son capaces de atender. No hubo planificación. Peña confundió a los Estados Unidos Mexicanos con el Estado de México, donde la pobreza y la hambruna son devastadoras. Y en las secretarías del despacho no hubo una cabeza política capaz de detener el desbordado reformismo neoliberal implantado sólo por protagonismo. Peña fue visionario porque vio visiones; “ilusiones”, como le mandó decir la representante de la ONU por medio de Aurelio Nuño Mayer, representante de Peña en una ceremonia donde él debió estar.
*Periodista
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