21 de junio de 2013

La novela de Televisa: La fantasía como realidad… rentable - FABRIZIO MEJÍA MADRID

El libro más reciente de Fabrizio MejíaLa novela de Televisa: La fantasía como realidad… rentable:
FABRIZIO MEJÍA MADRID
24 DE MAYO DE 2013
REPORTAJE ESPECIAL

El libro más reciente de Fabrizio Mejía
Así como la historia se lee en palimpsesto, desnudando las etapas que la cubren, el cronista Fabrizio Mejía Madrid se sumerge en el universo de Televisa y lo desmenuza en sólo 192 páginas. Fulgurantes las imágenes que describe y en las que desfila la dinastía de los tres Emilios: Azcárraga Vidaurreta, Azcárraga Milmo y Azcárraga Jean, esos creadores de fantasmas que, hastiados de la realidad –dice el autor–, optaron por las fantasías aspiracionales. “Aprendí a vender aire y veme, me hice rico”, se jactaba el fundador del emporio: su hijo, creador del Estadio Azteca, supo aliarse con el poder político y multiplicar las ganancias; el tercero de la dinastía partió de la idea de que todo era televisable sobre la vida –“Lo que no sale a cuadro nunca existe”; “Lo imposible no es televisable”– y creó los reality shows. Así es la historia, así es Televisa, así es la novela… Proceso ofrece un adelanto del libro de Mejía Madrid: Nación TV. La novela de Televisa, de inminente aparición bajo el sello de Grijalbo, que traza, precisamente, la forma en que el consorcio televisivo concibe la información.



…Desde 1969, el presidente Díaz Ordaz inauguró la idea de un noticiero de televisión que fuera vocero de las oficinas de gobierno. Primero con el nombre de Nescafé, el patrocinador que pulverizaba en polvo instantáneo los granos chongueados que no podían comercializarse, y luego como 24 Horas, las noticias eran las del presidente. La noche del 2 de octubre de 1968 Televisa requisó todos los metros de película en 16 mm que sus reporteros tomaron de la matanza de estudiantes y los enlató. Y Emilio Azcárraga Milmo presumía de tenerlos en su caja fuerte. Díaz Ordaz dispuso de un hombre inamovible que decía las noticias: Jacobo Zabludovsky. Era la encarnación del Sistema: una esfinge sin profecía, un locutor que leía limpiamente los boletines del Señor Presidente cada noche, sin mover siquiera la boca. Un muñeco de ventrílocuo con un teléfono rojo en el escritorio con una única línea para el secretario de Gobernación y el presidente en turno, y unos enormes audífonos con los que no se comunicaba con el floor manager –el “apuntador”, discreto dentro del oído, se había inventado en Televisa desde 1950–, sino con el Tigre Azcárraga. El 7 de octubre de 1978 el propio Emilio Azcárraga había sido nombrado “jefe de imagen” de las actividades del presidente López Portillo. El antecesor, Luis Echeverría, tenía en ese mismo puesto al socio y amigo de parrandas del Tigre, Miguel Alemán Velasco. López Portillo tendría como jefe de comunicación a Pedro Ramírez Vázquez, el arquitecto del Estadio Azteca y la Nueva Basílica de Guadalupe. En radio y televisión nombraría a Jaime Almeida, el supuesto experto en música mexicana de la televisora. Los noticieros de Televisa eran una invención de la presidencia del Partido. Eran lo mismo: un batidillo entre transmitir y ejercer el poder.



(…) El primer noticiero fue a las seis de la tarde del 26 de julio de 1950, en el piso 13 del edificio de la Lotería Nacional. Era el Canal 4, propiedad de los O’Farrill, que aguantarían 20 años independientes sólo para doblegarse cuando el presidente Echeverría los fusionara con la televisora de los Azcárraga. En el tiempo de esa primera transmisión, sólo había cuatro aparatos de televisión en el país: en la oficina del presidente Alemán, en la de su secretario de Comunicaciones y Transportes, en la agencia de autos de los O’Farrill –el dueño, Rómulo, había perdido un pie, atropellado por una motocicleta mientras trataba de cambiarle una llanta a su Packard– y en el piso 17 de la misma Lotería, desde donde el hijo del presidente Alemán editaba su revista Voz. Todo estaba listo para la primera transmisión, pero dos técnicos, Miranda, el de los cables, y Luyando, el de la cámara, se estaban peleando. Se empujaban, se metían el pie, se nalgueaban. Harto de las bromas, Miranda le hace el gesto del dedo medio a la cámara. Y es justo cuando están entrando al aire. Así que, pensó Pérez (Aurelio, el encargado de atender el trato de Televisa con el Ejército y la Iglesia católica), los noticieros de televisión empezaron con un dedo obsceno hacia el auditorio…

fuente: http://www.proceso.com.mx/?p=342888
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