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Jorge Moch
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Internet en la trinchera
Los medios masivos tradicionales en México, o sea, Televisa y TV Azteca deben resentir no poder controlar lo que de ellas se dice, que es mucho y malo, en las redes sociales. Poderosos grupos de cabildeo de derechas, las mineras, los bancos y hasta los despachos de abogados en que los bancos se apoyan para amedrentar a sus deudores remisos también acusan la eficiencia informativa de las redes. La delincuencia organizada empieza a atizar sus usuales canales de violencia y terror en contra de usuarios y administradores de páginas en las redes, porque difunden información que entorpece sus actividades criminales y, en no pocas ocasiones, también la delincuencia desorganizada, es decir, el gobierno –allí los peñabots–, acuna soterradas iniciativas de censura pues las redes, con su enorme capacidad de flujo informativo, destapan demasiadas cloacas, demasiados negocios turbios, amenazan la opacidad que ha sido tradicionalmente uso y costumbre de quienes mangonean el poder y, sobre todo, el dinero público. Las redes sociales como Facebook o Twitter tienen muchos defectos –el chismorreo banal, el escándalo por sí mismo, el amarillismo y las alarmas sin sentido los más visibles–, pero la veta de libertad informativa que aportan a una sociedad acotada en casi todos los frentes legales o institucionales es infinitamente superior a sus taras.
Valor por Tamaulipas (VXT), por ejemplo, da muestra de ello. Se trata de una página de Facebook pero también un canal informativo de Twitter (#VXT) dedicada las 24 horas del día a informar sobre lo que sus autores definen como SDR o situaciones de riesgo, es decir, presencia en determinadas calles o barrios –o brechas y predios en descampado– de personas armadas que no pertenecen a la policía ni a las fuerzas armadas y forzosamente deberán ser parte de algún grupo criminal. Las SDR que reportan los informes de Valor por Tamaulipas son útiles para que la ciudadanía pueda tomar providencias y evitar la bestial escalada de violencia que azota sus ciudades: balaceras de amago a ciudadanos y periodistas –o políticos, como se vio con los granadazos a Palacio de Gobierno en Ciudad Victoria–, posibles intentos de secuestro o incluso operaciones de extorsión en progreso. Buena parte, si no la mayoría, de los mexicanos, ignora las precarias condiciones en que nuestros connacionales sobreviven en localidades como Llera, Matamoros, Nuevo Laredo, Ciudad Victoria o Tampico. Valor por Tamaulipas ha estado creando por meses conciencia colectiva sobre el nefasto fenómeno que ha permitido que grupos criminales, principalmente el cártel del Golfo y los Zetas pero también otros, periféricos, menores pero terriblemente violentos, se adueñaran de calles, negocios, ranchos, plazas y, en fin, de la vida pública de cientos de miles o millones de personas. Es tan incómodo ya el flujo de información de Valor por Tamaulipas que un grupo criminal ha ofrecido públicamente recompensa de $600 mil para quien informe paradero e identidad del valeroso pero todavía anónimo creador o administrador de la página. ¿Y la autoridad tamaulipeca o la federal, que deberían estar protegiendo celosamente a un ciudadano valiente como pocos? Bien, gracias. Haciendo declaraciones. Valor por Tamaulipas ha demostrado, entre otras cosas que ya intuíamos muchos, que el gobernador de aquel estado es una suerte de patético monigote de ornato. Buenísimo para el golf, eso sí.
Las televisoras también han dedicado algo de su valiosísimo tiempo a descalificar lo dicho en las redes porque aglutinan duras críticas a sus turbios enjuagues políticos y a sus programaciones de estercolero. Televileaks es otro canal/usuario de Twitter creado exclusivamente para aporrear a Televisa –y en mucha menor medida a TV Azteca– con una constante campaña de denuncia y crítica a sus principales personeros, desde el dueño, Emilio Azcárraga, hasta Joaquín López Dóriga, Carlos Loret o Adela Micha. Televileaks impulsa contantemente la sana premisa de que los mexicanos simplemente apaguemos la televisión. Y lo que es realmente amenazador para los consorcios es que quienes alimentan esos canales no son miembros de una sola organización, ni de una empresa en competencia, sino los usuarios, la gente, harta ya de tanta hipocresía y tanta escoria presentada por las televisoras como objetos informativos de valor. Vendrá, seguramente, el contragolpe. La calumnia televisada. La mentira repetida. La negativa al derecho de réplica.
Pero con todo y su rabia no podrán imponer mordaza.
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