Nuevo Partido: Utopía vs Realidad
No somos pocos los mexicanos que entendemos que el actual estado de cosas en el país tiene un término. Lo ideal sería que el cambio se diera de manera pacífica para evitar más derramamiento de sangre. Justo ayer en la primera plana de La Jornada apareció un informe sobre la violación a los derechos humanos ocurrida en el sexenio que por fin termina, y que seguramente continuará con el retorno del "nuevo" PRI, maestro en autoritarismo, represión, corrupción e impunidad.
Dos frases llamaron mi atención de esta nota. La primera: "Aumentaron desapariciones, tortura y ejecuciones extrajudiciales a manos de las fuerzas del orden". Es decir que los encargados de defender y cuidar a la ciudadanía fueron los que atentaron contra la integridad de las personas. Qué grave.
Y la segunda: "Lo más lamentable es que no hay esperanza de que las cosas mejoren con el cambio de gobierno". Por algo lo dirán.
Sin embargo, la esperanza está situada precisamente en otro lado, no en el "nuevo" gobierno que ya anunció de mil maneras la continuidad de medidas económicas y sociales que afectarán directamente a los millones de mexicanos excluidos del sistema de privilegios para unos cuantos.
La esperanza no morirá mientras no abandonemos la convicción de que unidos y organizados podemos sacar adelante al país, y, sobre todo, a las nuevas generaciones que constituyen el verdadero capital del futuro.
Por eso es importante que la participación se diversifique para actuar en distintos frentes. Cada uno desde su trinchera puede contribuir al cambio. Llegar a acuerdos con las distintas fuerzas políticas no significa claudicar si los acuerdos son en beneficio de políticas públicas que mejoren las condiciones de vida de la gente, si detienen el deterioro ambiental, la defensa de la tierra y del patrimonio nacional, si limitan la ambición de empresarios y patrones deshonestos.
La denuncia y las propuestas son necesarias, no basta la queja y la protesta, menos aún si tenemos evidencias de la brutal represión que existe contra los luchadores sociales y los periodistas profesionales.
La violencia en las calles con la presencia del Ejército no tuvo como fin combatir la delincuencia organizada ni el narcotráfico, que no han disminuido ni han sido afectados en sus ganancias estratosféricas. El verdadero fin fue sembrar miedo entre la población para acabar con la esperanza de un cambio que más temprano que tarde llegará.
Dice el dicho popular que no hay mal que dure cien años. 70 años de PRI y 12 del PAN, que resultó lo mismo, suman 82. ¿Será que podremos aguantar otros 18 años antes de acabar con el mal que nos carcome? No lo creo. 18 años es demasiado para un pueblo y un país que se hunden.
Lo difícil siempre es empezar y ya empezamos.
Acercarse a cada municipio del territorio nacional nos dio una radiografía exacta de la realidad. Recoger la voz del pueblo nos sirvió para comprobar que el discurso engañoso y optimista del gobierno federal no permeó entre la gente que vive en carne propia las injusticias y los abusos de poder. Es con ellos y a través de ellos que se consolidará el cambio. Los que no han perdido la esperanza son la única esperanza.
Como dije antes, algunos seguirán el camino de la utopía, que siempre alumbra, y otros intentaremos aterrizar mediante leyes justas y acuerdos políticos los objetivos que nos unen en el camino hacia la transformación del país.
Aunque la derecha no lo quiera, formamos parte de una América Latina que está surgiendo ante el mundo con aires de renovación, una América Latina que nos necesita tanto como nosotros a ella.
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