Durante la presentación de los coordinadores del Senado de la República, Luis Miguel Barbosa, futuro coordinador de la bancada perredista en aquella instancia legislativa, declaró que el PRD descarta tomar la tribuna en caso de que Enrique Peña Nieto sea declarado presidente electo. “Las decisiones del Tribunal Electoral Federal se acatan” fue lo que respondió a las preguntas.
A diferencia de hace 6 años, cuando Felipe Calderón tuvo dificultades para tomar protesta como presidente electo (y recordemos también que nunca pudo entregar sus informes de gobierno ante el congreso, por lo que modificó la ley para entregarlos por escrito y así hacer sus “nformes ciudadanos” con sus invitados VIP), esta vez la izquierda promete ser dócil y pactar con el cantado ganador de la contienda.
Esto sucede en el contexto de un PRD dominado por el chuchismo y el Ebrardismo-Camachismo, quienes utilizaron la imágen y arrastre popular de López Obrador para sus propios fines electorales. Prueba de ello es el escaso apoyo que este partido ha mostrado a la oposición del ex candidato presidencial a las irregularidades en la elección.
De continuar esta actitud, nos encontraremos ante un panorama de tres partidos coludidos para mantener los privilegios de la clase política; además de que no habrá contrapreso alguno para las famosas “reformas estructurales”, que representarían la exacerbación de las contradicción económicas que el neoliberlismo ha dejado en nuestro país en las últimas décadas.
La auténtica partidocracia se consuma.
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