29 de marzo de 2012

¿Las cuotas de género en verdad garantizan igualdad de derechos entre mujeres y hombres? Por: Patricia Barba Ávila

¿Las cuotas de género en verdad garantizan igualdad de derechos entre mujeres y hombres?

Por: Patricia Barba Ávila
 
 
Uno de los argumentos más socorridos por miembros del ala conservadora en cualquier país en contra de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, se ha fundamentado en la confusión entre ser iguales física o intelectualmente y la equidad en el disfrute de las mismas oportunidades para desarrollarse y vivir con dignidad. En este sentido, me parece indispensable puntualizar esta diferencia que muchas veces se pasa por alto entre las organizaciones feministas, liberales, socialistas y sus críticos.
 
Ciertamente, no se puede esperar que un ser humano acepte de buen grado que se le imponga hablar, pensar, vestirse, etc igual que sus prójimos pues cada individuo de la especie Homo sapiens posee una unicidad inalienable derivada, entre otras circunstancias, del complejo y extraordinario proceso evolutivo que otorga a cada quien una identidad específica e irrepetible. Tan es así que las huellas digitales son una de las herramientas más eficaces para identificar a una persona. En este tenor, cualquier doctrina o ideología que fuese en contra de este principio, sería absurda e inaplicable.
 
Sin embargo, la necesidad que tienen las sociedades de convivir en paz y armonía ha requerido de la expedíción de leyes que garanticen que cada miembro de una comunidad goce de iguales oportunidades para desarrollarse y buscar la felicidad. De esto es lo que se trata cuando se habla de igualdad y equidad.  Desafortunadamente, se ha confundido --intencionalmente o no-- el ser iguales ante la ley y ser idénticos.  Nadie en su sano juicio podría esperar que una mujer sea igual a un hombre en términos de su biología y hábitos como la forma de comportarse (qué comer, cómo vestirse, cómo caminar, hablar, etc), en la inteligencia de que éstos no deberán transgredir los derechos del prójimo.  No se trata de que el feminismobusque que cada mujer se comporte como si perteneciese al género masculino sino que cada mujer reciba, por ejemplo, un salario que deberá ser igual al que se pague a un hombre por el mismo trabajo. En suma, que cada mujer disfrute de las mismas garantías individuales que un hombre.
 
Lamentablemente, se ha encontrado la forma de circunvenir este principio al momento de querer justificar la implementación de políticas que fomentan la desigualdad de derechos, como es el caso del neoliberalismo a ultranza que niega a millones de mujeres --y  hombres por igual-- el derecho mismo a la vida.  De nada sirve que se establezca la equidad de género y se sostenga que una mujer, por el solo hecho de serlo, merece llegar a un puesto de elección popular, pues como lo hemos visto con claridad pristina, ha habido y hay mujeres que lejos de luchar por la igualdad social --que engloba la igualdad de género--, han apoyado "ideologías" que empobrecen y generan condiciones de discriminación no sólo entre hombres y mujeres, sino entre la élite política y el resto de los ciudadanos.  Los casos son claros e inapelables:  Elba Esther Gordillo, Josefina Vázquez Mota, Beatriz Paredes, por nombrar los más relevantes en la vida pública de México.

Nos resulta ya no solamente indignante sino absurdo que las cúpulas de los partidos políticos sigan pretendiendo engañarnos con medidas superficiales y simuladoras como el aceptar al mismo número de mujeres para las candidaturas a puestos políticos mientras aprueban leyes que afectan ostensiblemente los derechos humanos de mujeres y hombres, niños y niñas, ancianos y ancianas, como lo vemos todos los días virtualmente, tanto en el comportamiento del Congreso como de la SCJN y los poderes ejecutivos federal y estatales, a la par con organizaciones que como el SNTE, en su mayoría, son controlados por dirigentes tan inmorales e indefendibles como la Sra. Gordillo.  

Nos queda claro que no es con discursos repetitivos y engañosos, ni con decretos sin acciones que los sustenten, como se garantizará la verdadera equidad tanto entre mujeres y hombres como entre el resto de los integrantes de la sociedad. Se requiere no solo de la genuina voluntad de lograrlo, sino de un continuado esfuerzo por construir la auténtica democracia que significa "poder popular", es decir, poder de acción y decisión de ambos géneros en la definición de las políticas que irán a garantizar una efectiva justicia social.

Comentarios:  andrea.barba47@gmail.com

#AMLO2012

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