17 de octubre de 2010

Proceso - La exclusión..festival deportivo y la diferencia de clases de la derecha

La exclusión
Jorge Pérez Albarrán


El jueves 7 comenzó el caos. Ese día, las autoridades cerraron Paseo de la Reforma, la avenida más emblemática de la Ciudad de México, lo que provocó el desquiciamiento vehicular durante cuatro días.

El motivo: celebrar con un festival olímpico las fiestas del Bicentenario. Será un evento, dijo Bernardo de la Garza, titular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), “que hará historia en el deporte mexicano”.

Con el argumento de que el pueblo podría admirar a deportistas que han dado gloria al país –pero, sobre todo, ver nadar en esa arteria al plusmarquista olímpico de Estados Unidos Michael Phelps–, el organismo encabezado por De la Garza gastó 60 millones de pesos en ese evento.

Desde hace 10 meses, el funcionario deportivo anunció que el Festival Olímpico Bicentenario (FOB) se realizaría el sábado 9 y el domingo 10. Desde entonces, los interesados en el tema se preguntaban cómo serían la alberca, la fosa de clavados, la pista de atletismo, donde nuestros mejores atletas demostrarían sus habilidades.

La prensa, por su parte, informó con detalle sobre las instalaciones efímeras: alberca de 25 metros de largo con tres carriles, fosa de clavados circular con profundidad de cuatro metros, pista de atletismo de seis carriles alrededor de la glorieta del Ángel de la Independencia, espacio para tiro con arco al pie de la Diana Cazadora, representación del juego de pelota que practicaban los pueblos prehispánicos, mini campo de golf y una cancha de voleibol playero con todo y arena.

El sábado 9 por la mañana, el presidente Felipe Calderón inauguró el festival. Templada la temperatura, con cielo nublado, los asistentes observaron la desorganización. Surgieron las inconformidades del público, que a causa de las vallas y el excesivo aparato de seguridad no pudieron ver el espectáculo.

Los escasos asistentes, apenas unos miles, se percataron de que había dos fiestas: una para la gente importante –funcionarios gubernamentales y sus familias, así como invitados especiales de los patrocinadores– y otra para que el pueblo se divirtiera “de lejecitos” viendo a sus estrellas.

El millón de personas que, según De la Garza, acudirían a ese magno y costoso evento y abarrotarían los 26 efímeros escenarios deportivos, nunca llegó. La expectativa de ver nadar a Phelps se convirtió en desilusión, lo mismo que las demás exhibiciones. En el festejo había más policías que asistentes; más vendedores que compradores; más tedio que diversión.

El acto inaugural provocó el primer desencanto. Luego de que la campeona olímpica de taekwondo María del Rosario Espinosa encendió el “pebetero olímpico” al pie del monumento a la Independencia, Lorena Ochoa, quien fue la número uno del golf durante 158 semanas consecutivas, lanzó un tiro hacia las escalinatas del Ángel que solamente pudieron apreciar quienes acompañaban a Calderón en un templete construido para la ocasión.

Los cientos de asistentes que a esa hora de la mañana llegaron a Paseo de la Reforma ni se enteraron: una reja metálica instalada justo donde empiezan los camellones laterales impidió que vieran el famoso swing de la jalisciense.

Para minorías selectas


A las 11 de la mañana, unos cuantos caminaban a toda prisa por la calle de Sevilla; iban animosos a ver el gran FOB por el cual, según Bernardo de la Garza, cada mexicano pagó 40 pesos de sus impuestos. Pronto se desanimaron.

En el campo de tiro con arco una valla metálica de metro y medio de altura rodeaba el escenario; para que “los curiosos” no osaran distraer a los arqueristas se instaló otra cerca a unos cinco metros de distancia.

De pronto se escuchó un grito de la multitud. El campeón olímpico y mundial Michael Phelps apareció en la alberca. La belleza de Elsa García fue insuficiente para retener a los espectadores. La mayoría corrió emocionada a ver al nadador.

Cientos de personas se arremolinaron frente a la piscina mientras el tritón se paseaba de un lado a otro sin hacer caso a los gritos de sus admiradores. Al parecer no se enteró de nada, pues ni siquiera envió un saludo al público que acudió a verlo nadar. Los admiradores del campeón gritaban emocionados “¡Phelps!, ¡Phelps!, acá, acá, ¡Voltea!”. El mejor nadador de todos los tiempos los ignoró.

Por si fuera poco, fue imposible ver desde los camellones de Reforma su “técnica”, su famoso “delfineo”, su brazada que alcanza más de dos metros de longitud… Nada. Los más afortunados se conformaron con ver cómo se lanzaba al agua. Sin embargo, los invitados especiales sí pudieron observarlo desde las rampas vedadas para el pueblo.

Mientras tanto, una voz anunciaba con fingido entusiasmo que al término del espectáculo que ofrecía el estadunidense para regocijo de los invitados VIP y de la prensa, justo atrás, en la fosa de clavados, se presentarían la campeona mundial Paola Espinosa, Rommel Pacheco, Yael García.

Aunque Espinosa sólo se lanzó en dos ocasiones, el equipo de clavados fue más amistoso con el público asistente. Todos saludaban antes de lanzarse al agua. Sin embargo, únicamente se apreciaron sus piruetas; fue imposible ver cómo entraban al agua, pues la fosa estaba forrada de láminas rojas que obstruían la visión.

El domingo 10, cuando la exvelocista Ana Gabriela Guevara cerró el FOB, los asistentes sólo pudieron verla de la cintura para arriba; su gran zancada que la llevó a coronarse campeona mundial de los 400 metros libres sólo pudieron apreciarla los invitados especiales y la prensa.

Nadia y Christian, aburridos, caminaban de la mano. Resumieron el espectáculo así: “Está bonito, pero no nos gustó. Casi no se veía nada”.

Una señora que iba rumbo a la estación Sevilla del Metro, molesta porque no pudo ver nada, espetó a unos policías: “Tanto gasto, ¿para qué? Si ni un alma se paró”


¡Es un Honor Estar con Obrador!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

#Dontriananews gracias por escribirnos