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Por: Sanjuana Martínez - enero 6 de 2014 - 0:00
COLUMNAS, Daños colaterales - 5 comentarios
La vida, como bien dicen, no es justa y en México, menos. El abismo que existe entre ricos y pobres aumenta a ritmo vertiginoso. Un dato como ejemplo: Carlos Slim gana 202 millones de dólares al día; mientras un obrero obtiene 64 pesos diarios de salario.
El día que se reduzca la diferencia entre esos 202 millones de dólares que gana el segundo hombre más rico del mundo al día y los 5 dólares que obtiene un obrero mexicano, diremos que esto es una democracia. Mientras tanto, le llamaremos plutocracia.
La máxima expresión de la plutocracia mexicana se presenta justamente en enero, en la llamada cuesta de enero. La de este año en particular, es una de las peores. Empieza con más 44 por ciento de aumentos en general y en resumen: canasta básica, alimentos en general, refrescos, transporte, gasolina, gas, luz, agua…
Los aumentos indiscriminados aparecieron desde la última semana de diciembre, como anticipándonos lo que se nos venía encima, como esa alza del 66 por ciento en el costo del boleto del Metro en el Distrito Federal y el incremento a los boletos de autobús.
El reetiqueteo se hace con total impunidad. Ninguna autoridad lo detiene; al contrario, existe un contubernio entre comerciantes, empresarios y gobierno para abusar del consumidor.
A partir del primero de enero los anuncios en los supermercados advertían del reetiqueteo “oficial” en electrónica, hogar, papelería, blancos, químicos, salud y belleza, juguetería, abarrotes, vinos y licores, congelados, dulces, electrodomésticos, muebles, fotorevelado. Aunque las etiquetas de precios aún no estaban “actualizadas”, el cambio es inexorable, sea legal o no: “Es probable que exista variación entre el monto indicado en anaquel y el que pague en caja”.
El ramalazo de la reforma hacendaria de Peña Nieto no se hizo esperar: en la frontera del 11 al 16 por ciento. Y en general: chicles, 16 por ciento (si el chicle es de alto contenido calórico 275 kilocalorías por cada 100 gramos se agrega el IEPS 8 por ciento). Todos los alimentos de alto contenido calórico, es decir, de 275 kilocalorías por cada 100 gramos, tienen un impuesto del 8 por ciento.
El transporte terrestre foráneo y las importaciones temporales aumentaron un 16 por ciento. Los refrescos se incrementaron un peso por litro; y un ocho por ciento la comida chatarra. Nueve por ciento los plaguicidas. En las bebidas alcohólicas hay que pagar 26.5 por ciento más si son de 0 a 14 grados; un 30 por ciento más en las de 14 a 20 grados y un 53 por ciento más en las de 20 grados en adelante. Si te gusta la cerveza, el año empezó con la mala noticia del aumento del 26 por ciento a su precio y el incremento del 11 al 16 por ciento del IVA.
Desde el 2010, la canasta básica de alimentos ha crecido un 21 por ciento, muy por encima de los paupérrimos aumentos de salario. El 13 por ciento de los mexicanos no puede pagar ni siquiera una canasta básica, según cálculos del semanario The Economist.
Me pregunto cómo repercutirán estos aumentos en la conciencia del señor Carlos Slim, cuya fortuna se calcula en 73 mil 800 millones de dólares y cuya ganancia diaria se calcula 202 millones de dólares. Y me lo pregunto porque según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) el ingreso promedio diario de los mexicanos se ubicó en 403 pesos, unos 31 dólares. Claro, una parte de los mexicanos, porque ya sabemos que millones de trabajadores obtienen apenas 5 dólares al día.
¿Que se sentirá ser el segundo hombre más rico del mundo viviendo en un país con 70 millones de pobres? ¿Cómo se siente el señor Carlos Slim viviendo en un país donde más de la mitad de la población apenas tiene para comer? ¿Qué pensará de esos 27 millones de mexicanos considerados pobres alimenticios?… Es obsceno ser el segundo hombre más rico del mundo siendo mexicano. Es un insulto a la equidad, un exceso monumental, un despropósito sin nombre.
Como lo dije al principio, la vida no es justa, y para recordárnoslo, el Servicio de Administración Tributaria dio a conocer el primer día del 2014, una larga lista donde de los contribuyentes que no pagan impuestos, en la cual aparecen desde artistas, cantantes, políticos, ex funcionarios, periodistas, analistas, comerciantes, profesionales y empresarios; hasta equipos de fútbol y televisoras.
Algunos susodichos evasores indignados por el balconeo ya han “desmentido” la lista, pero no exhiben la declaración de impuestos debidamente liquidada.
Y para confirmar que la vida no es justa, por lo menos, con la mayoría; hay que recordar los 453 mil millones de pesos en créditos fiscales que el sector privado adeuda desde 2009.
Los privilegiados por el gobierno de Peña Nieto, entre los que se encuentra el segundo hombre más rico del mundo, el señor Carlos Slim, empiezan por las grandes empresas y grandes evasores fiscales: Cemex, Telecom, América Móvil, Grupo Modelo, Soriana, Telmex, Palacio de Hierro, Wal-Mart, Homex, Urbi, Grupo Carso, Liverpool, Grupo Alfa, Elektra, Geo, Grupo Aeroportuario del Sureste, Corporación Durango, ICa, Televisa, Coca Cola, Consorcio Ara, Kimberly, Bachoco, Embotelladoras Arca, Grupo Bimbo, Altos Hornos de México, Grupo Gicsa, Grupo Gigante, Sears, Grupo Cementos de Chihuahua, Grupo Posadas, Grupo Lamosa, Internacional de Cerámica, TV Azteca… etcétera, etcétera, etcétera.
Se confirma entonces que México es una Plutocracia. El problema es ¿qué hacer para sobrevivir a la cuesta de enero? ¿Qué hacer ante tanta delincuencia de cuello blanco?
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