Carlos Martínez García
No geográficamente, pero el gobernador de Chihuahua anda norteado. César Duarte Jáquez perdió el rumbo de lo que significa ser gobernador en un Estado laico. En una ceremonia muy publicitada, que él afirma se consumó en privado, el político priísta tuvo una ocurrencia digna de lo que Carlos Monsiváis llamó El cinturón del rosario, la parte de México que reporta los más altos porcentajes de católicos romanos en el país, el Bajío.
El 20 de abril, en un acto de culto religioso al que asistieron 14 mil personas, con la clase política de la entidad en primera fila, el emocionado gobernador tomó la palabra para, en su papel de catequista, jurar lo siguiente: Yo, César Duarte Jáquez, por este medio me consagro a mí mismo, a mi familia, a mi servicio público a la sociedad: pido al Sagrado Corazón de Jesús que escuche y acepte mi consagración, que me ayude y por intercesión del inmaculado corazón de María, le entrego a Dios y a su divina voluntad todo lo que somos, todo lo que tenemos en Chihuahua.
El consagrante pasó por alto algunos detalles sustanciales. El primero es que constitucionalmente sus deberes son cumplir y hacer cumplir las leyes que juró cumplimentar, y en ese cuerpo legal está muy claro el principio de laicidad del Estado. Además de incumplir el marco legal, César Duarte carece de asesores en materia de diversidad socio-religiosa, o los tiene y no les hace caso, ya que con sus palabras absolutizó una creencia, el catolicismo, que no es compartida por buena parte de la población de Chihuahua.
De acuerdo con los datos del Censo de 2010, en Chihuahua, 76 por ciento se identificó como católico romano. Tal porcentaje es inferior en siete puntos a la media nacional. Hoy, muy probablemente, los católicos de la entidad han descendido a un número cercano a 70 por ciento. Por tanto, el gobernador desdeñó a una porción importante de quienes gobierna, desconociendo la diversidad confesional de los chihuahuenses.
El acto religioso/político, y viceversa, fue multitudinario y, para lograr la asistencia de 14 mil personas, los operadores de Duarte Jáquez debieron echar mano de todo tipo de artimañas matraqueras para atiborrar el gimnasio de la Universidad Autónoma de Chihuahua, donde tuvo lugar la ceremonia inicialmente convocada por la arquidiócesis de Chihuahua. Ante las críticas y la demanda del senador panista Javier Corral por violentar la laicidad del Estado, el gobierno de la entidad ha hecho circular información en la cual se afirma que Duarte asistió al acto de culto público en su carácter de ciudadano.
La simple lectura de las palabras consagratorias del gobernador desmiente su mera asistencia al acto como un ciudadano más. Claramente expresó no una consagración personal en una ceremonia privada, sino que lo hizo en nombre de los chihuahuenses y en público. Por lo anterior, el boletín oficial que intenta explicar lo perpetrado por César Duarte es un galimatías: En ningún momento del acto o posterior a éste, sus declaraciones vulneraron los derechos de terceros: su ejercicio de libertad de expresión y libertad religiosa jamás traspasaron o confundieron su actuación como gobernante, separando perfectamente el ámbito que representa y su individualidad.
Es falso que haya separado perfectamente el ámbito que representa [de] su individualidad. Lo que hubo fue una perfecta simbiosis de su cargo político con su preferencia religiosa. Marginó a casi un tercio de la población de Chihuahua que se identifica con otra confesión, y a quienes son católicos, pero no comparten como ideal de gobierno que el gobernador tome el papel de acólito.
Quienes confeccionan los boletines del gobierno de Chihuahua deberían aclararle, no a la prensa, sino a la propia arquidiócesis del estado, en qué carácter estuvo presente César Duarte en la concurrida misa. El sitio oficial de la jurisdicción eclesiástica con toda claridad asienta que el gobernador César Duarte, acompañado por su esposa y presidenta del DIF estatal, Bertha Gómez de Duarte, se consagró al Corazón de Jesús y de la Virgen María, en el marco de la ceremonia de Consagración del Estado de Chihuahua.
El sitio (arquidiocesischihuahua) consigna que el jefe del Ejecutivo (¿no que acudió como ciudadano?) hizo un acto de contrición: Le pido perdón a Dios por todo lo que ha sucedido en el estado de Chihuahua en el pasado, le pido que nos ayude a cambiar todo lo que no sea de él, yo César Duarte declaro mi voluntad delante de Dios, delante de los señores obispos y de mi pueblo, amen.
Tal vez los mismos obispos, ante los que el gobernador hizo la consagración de Chihuahua al Corazón de Jesús, pudieran recordar, a quienes se esforzaron en escribir el boletín gubernamental para decir que el actuar de Duarte fue como ciudadano, que mentir es un pecado, si de materia eclesiástica se trata. En el ámbito civil la acción del gobernador es una flagrante violación de un principio histórico conquistado por el liberalismo juarista, la laicidad del Estado como garante de la libertad de creencias y culto.
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