1 de enero de 2013

La insensibilidad me hace agonizar - Nadim David Vargas

La insensibilidad me hace agonizar:
Nadim David Vargas
La insensibilidad me hace agonizar, veo a la gente cómo circula sin ninguna gota de pasión en su semblante, son fríos como la lápida que entierra al cuerpo que alguna vez estuvo vivo y apagados como el cielo melancólico que esconde a sus estrellas; sonríen de vez en cuando, pero es como la máscara que tiene pintada una expresión, es meramente un gesto, algo cubierto, como la luna cuando es atrapada por la bruma.  ¿Por qué? Me pregunto yo, ¿Por qué son todos tan indiferentes y lastimosamente superficiales?, No encuentro mucha respuesta, intento pacificar mi mente, pero esta vez, no puedo, siento cómo un nudo se teje desde la boca de mi estómago hasta mi garganta, lo que es más, siento como a ratos mi cuello salta, es un tic nervioso al parecer, pero bueno, qué más da, la bufanda que traigo encima lo tapa y sólo yo estoy consciente del sobresalto emocional que expresa mi inmóvil cuerpo.  Miro hacia un lado, noto a una familia de gente pobre acomodar sus manteles tejidos y muñecos regionales; veo a la señora y percibo la aguda frustración que lleva dentro, distingo melancolía, siento el dolor que acarrea en sí y la resignación que cubre su cara, su tristeza es ahora mi tristeza, y las lágrimas que ella ha guardado, poco falta para que sea yo quien las saque para humedecer el impasible ambiente. Es terrible el mundo que hemos hecho (me digo a mi mismo), tan desigual, tan falto de amor, tan lleno de amor solo en aquéllo que denominamos egoístamente como: “nuestro”.  Sigo en la banca, reposando, solo bajo la luz del faro que me hace parecer como un vagabundo de clase acomodada, rodeado únicamente de aire, sin alguien a lado, limosneando tal vez inconscientemente virtud y amor a través de mi fija y afligida mirada que observa cada rostro que pasa.  Escucho las campanadas de las iglesias, veo cómo salen destellos artificiales en el cielo, acto seguido, escucho los inconsolables aullidos de un perro a la distancia mientras otro se echa a correr, cavilo: Sí, parece muy bonito esto de las luces, pero ¿por qué no se dan cuenta que los ruidos espantan a quien decimos que es el mejor amigo del hombre?, ¿por qué no es de importancia el hecho de que después de estos fuegos amanezcan varias aves muertas?, ¿acaso es tan poco valiosa la vida que es preferible unos segundos de colorido fulgor?  Pasa una chica con un violín y una boina, ella también se ve un espíritu solitario, hay tanto ruido que no puede pararse a tocar, pero bueno, ella está en su mundo, al parecer evade a ratos la miseria a través del talento y la armonía de su bello instrumento, bello al igual que sus ojos, los cuales, son alegres pero a la vez piden a gritos compañía, ella, seguirá buscando mientras el violín la acompañe.   ¿De qué ha servido mi intento por sembrar semillas de árboles que den luz en lugar de sombra? (me pregunto yo), y otra vez, no tengo respuestas. Nuevamente, camina frente a mí una familia de clase muy baja, se postran sobre la banqueta a unos cuantos metros de donde estoy, extienden unos cuantos trapos, los hacen sus asientos y nuevamente sus miradas me hacen sentir su dolor, y mientras me recorre un sentimiento de abatimiento, pasan dos chicas de falda fumando y diciendo lo muy preocupadas que están por si se ven bien para la cena de año nuevo, ¡Qué mundo! -Exclamo en mi mente.  Los árboles se mecen con la pálida esperanza de que el hombre los valore como el ave que llega a cantarles; el viento susurra llanto, pero murmura enorme anhelo de ser amado por nosotros con fuerza, tal y como el grito del recién nacido que llena sus pulmones; los niños de la calle saben que todo el polvo es para ellos, pero nos observan como espejos de sombras pidiendo que seamos el polvo de estrellas que ilumine a sus corazones.  En fin, aquí estoy, viendo a la gente pasar, viendo como paso en el tiempo, viendo como el tiempo mata a la gente porque los hombres matamos al tiempo; aquí estoy, con una sensación de amargura que dulcemente me hace bajar la cabeza y extraviar la mirada, sin resentimientos, sin rencores, simplemente como cuando el espíritu migra del cuerpo del ave, haciendo que ésta abra las alas y en delicada agonía de su último abrazo a la tierra.  Este…es un sentimiento de abandono, tal vez el mismo que respira la vida de su prójimo el hombre; me quedo suspirando profundo, percibo un despojo de toda chispa de alegría…sí, eso siento, un frio ardor en los ojos, el mismo que ha incinerado la amabilidad del hombre, el mismo que ha congelado la bondad de sus corazones, sí…eso siento, y quisiera mejor perderme en el tiempo o ser disuelto por el viento, porque todo ello a mi alma la desgarra y la avienta en pedazos a estos callejones.  Pero bueno, qué puedo decir, ¿que soy un incomprendido?, o tal vez, ¿comprendo tanto, que mirar tan a fondo es ser como un dedo sin piel que se entierra en una herida?, ¿qué puedo decir?, ¿que soy un pesimista e intenso? o más bien, que es tan intensa la vida, que vibro con su misma frecuencia y me lastima verle en la ruina. No lo sé…   ¿Qué estaré aprendiendo de todo esto? ¿Dónde estoy?, ¿Es real lo que me rodea?, ¿Ella llegará algún día?, ¿Terminará la pobreza?, ¿Por qué hay tanta indolencia?, ¿Por qué quiero llorar?, ¿Quiénes son esas sombras que siguen a los jóvenes que se meten a los bares?, ¿Qué es esa energía que ratos siento que me acompaña?, ¿Porqué están vacías las miradas?, ¿Por qué sonríen con maldad?, ¿Dónde está mi ser despierto?, ¿Qué es esa energía que me recorre como escalofrío la espalda?, Todo eso me lo pregunto, y sólo puedo decir, que la banca tiene más vida, mi nudo posee más pasión, la luz del faro es más limpia y los pobres tienen más calidez…que lo que hoy he visto a mi alrededor.
La insensibilidad me hace agonizar, veo a la gente cómo circula sin ninguna gota de pasión en su semblante, son fríos como la lápida que entierra al cuerpo que alguna vez estuvo vivo y apagados como el cielo melancólico que esconde a sus estrellas; sonríen de vez en cuando, pero es como la máscara que tiene pintada una expresión, es meramente un gesto, algo cubierto, como la luna cuando es atrapada por la bruma.

¿Por qué? Me pregunto  ¿Por qué son todos tan indiferentes y lastimosamente superficiales?, No encuentro mucha respuesta, intento pacificar mi mente, pero esta vez, no puedo, siento cómo un nudo se teje desde la boca de mi estómago hasta mi garganta, lo que es más, siento como a ratos mi cuello salta, es un tic nervioso al parecer, pero bueno, qué más da, la bufanda que traigo encima lo tapa y sólo yo estoy consciente del sobresalto emocional que expresa mi inmóvil cuerpo.


Miro hacia un lado, noto a una familia de gente pobre acomodar sus manteles tejidos y muñecos regionales; veo a la señora y percibo la aguda frustración que lleva dentro, distingo melancolía, siento el dolor que acarrea en sí y la resignación que cubre su cara, su tristeza es ahora mi tristeza, y las lágrimas que ella ha guardado, poco falta para que sea yo quien las saque para humedecer el impasible ambiente. Es terrible el mundo que hemos hecho (me digo), tan desigual, tan falto de amor, tan lleno de amor solo en aquéllo que denominamos egoístamente como: “nuestro”.

Sigo en la banca, reposando, solo bajo la luz del faro que me hace parecer como un vagabundo de clase acomodada, rodeado únicamente de aire, sin alguien a lado, limosneando tal vez inconscientemente virtud y amor a través de mi fija y afligida mirada que observa cada rostro que pasa.

Escucho las campanadas de las iglesias, veo cómo salen destellos artificiales en el cielo, acto seguido, escucho los inconsolables aullidos de un perro a la distancia mientras otro se echa a correr, cavilo: Sí, parece muy bonito esto de las luces, pero ¿por qué no se dan cuenta que los ruidos espantan a quien decimos que es el mejor amigo del hombre?, ¿por qué no es de importancia el hecho de que después de estos fuegos amanezcan varias aves muertas?, ¿acaso es tan poco valiosa la vida que es preferible unos segundos de colorido fulgor?

Pasa una chica con un violín y una boina, ella también se ve un espíritu solitario, hay tanto ruido que no puede pararse a tocar, pero bueno, ella está en su mundo, al parecer evade a ratos la miseria a través del talento y la armonía de su bello instrumento, bello al igual que sus ojos, los cuales, son alegres pero a la vez piden a gritos compañía, ella, seguirá buscando mientras el violín la acompañe.

¿De qué ha servido mi intento por sembrar semillas de árboles que den luz en lugar de sombra? (me pregunto ), y otra vez, no tengo respuestas. Nuevamente, camina frente a mí una familia de clase muy baja, se postran sobre la banqueta a unos cuantos metros de donde estoy, extienden unos cuantos trapos, los hacen sus asientos y nuevamente sus miradas me hacen sentir su dolor, y mientras me recorre un sentimiento de abatimiento, pasan dos chicas de falda fumando y diciendo lo muy preocupadas que están por si se ven bien para la cena de año nuevo, ¡Qué mundo! -Exclamo en mi mente.

Los árboles se mecen con la pálida esperanza de que el hombre los valore como el ave que llega a cantarles; el viento susurra llanto, pero murmura enorme anhelo de ser amado por nosotros con fuerza, tal y como el grito del recién nacido que llena sus pulmones; los niños de la calle saben que todo el polvo es para ellos, pero nos observan como espejos de sombras pidiendo que seamos el polvo de estrellas que ilumine a sus corazones.

En fin, aquí estoy, viendo a la gente pasar, viendo como paso en el tiempo, viendo como el tiempo mata a la gente porque los hombres matamos al tiempo; aquí estoy, con una sensación de amargura que dulcemente me hace bajar la cabeza y extraviar la mirada, sin resentimientos, sin rencores, simplemente como cuando el espíritu migra del cuerpo del ave, haciendo que ésta abra las alas y en delicada agonía de su último abrazo a la tierra. 


Este…es un sentimiento de abandono, tal vez el mismo que respira la vida de su prójimo el hombre; me quedo suspirando profundo, percibo un despojo de toda chispa de alegría…sí, eso siento, un frio ardor en los ojos, el mismo que ha incinerado la amabilidad del hombre, el mismo que ha congelado la bondad de sus corazones, sí…eso siento, y quisiera mejor perderme en el tiempo o ser disuelto por el viento, porque todo ello a mi alma la desgarra y la avienta en pedazos a estos callejones.

Pero bueno, qué puedo decir, ¿que soy un incomprendido?, o tal vez, ¿comprendo tanto, que mirar tan a fondo es ser como un dedo sin piel que se entierra en una herida?, ¿qué puedo decir?, ¿que soy un pesimista e intenso? o más bien, que es tan intensa la vida, que vibro con su misma frecuencia y me lastima verle en la ruina. No lo sé…

¿Qué estaré aprendiendo de todo esto? ¿Dónde estoy?, ¿Es real lo que me rodea?, ¿Ella llegará algún día?, ¿Terminará la pobreza?, ¿Por qué hay tanta indolencia?, ¿Por qué quiero llorar?, ¿Quiénes son esas sombras que siguen a los jóvenes que se meten a los bares?, ¿Qué es esa energía que ratos siento que me acompaña?, ¿Porqué están vacías las miradas?, ¿Por qué sonríen con maldad?, ¿Dónde está mi ser despierto?, ¿Qué es esa energía que me recorre como escalofrío la espalda?, Todo eso me lo pregunto, y sólo puedo decir, que la banca tiene más vida, mi nudo posee más pasión, la luz del faro es más limpia y los pobres tienen más calidez…que lo que hoy he visto a mi alrededor.

 Nadim David Vargas

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