9 de enero de 2013

Del pacto y las desbandadas - Raúl Rodríguez Cortés

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English: Juan Molinar Horcasitas Español: Mtro. Juan Molinar Horcasitas (Photo credit: Wikipedia)
Del pacto y las desbandadas - Columnas:

Gran Angular | Raúl Rodríguez Cortés
Del pacto y las desbandadas

Miércoles 09 de enero de 2013




Que haya un pacto político que perfile y facilite acuerdos, es mejor, sin duda, que la parálisis de la discrepancia perpetua. El Pacto por México, por lo tanto, le viene bien al país, después de casi una década de polarización política y desacuerdos.
El Pacto —firmado el 2 de diciembre por los tres principales partidos del país y el gobierno de Enrique Peña Nieto— ya definió una agenda de reformas y permitió consensuar y aprobar las dos primeras: una constitucional, la educativa, sometida ahora al aval de los Congresos locales; y la laboral, con modificaciones a la Ley Federal del Trabajo. Se plantean, además, para el segundo semestre de este año, las reformas hacendaria y de energía.

Así, el consenso del Pacto ya opera en los hechos. Incluso ayer se dio a conocer la conformación de un Consejo Rector que le dará seguimiento. Lo forman, por supuesto, los presidente del PRI, del PAN y del PRD, así como representantes del gobierno federal: Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación; Luis Videgaray, de Hacienda; Álvaro Nuño, jefe de la Oficina de la Presidencia; y el subsecretario de Gobernación Felipe Solís Acero.
Otros integrantes de ese Consejo Rector coordinado por el priísta ex gobernador de Oaxaca, José Murat, son los perredistas Jesús Ortega y Pablo Gómez, y los panistas Santiago Creel y Juan Molinar Horcasitas.
Muchos se preguntan por qué lo coordina Murat, un priísta de la vieja guardia. La respuesta es simple y ya se la había adelantado aquí desde noviembre: el ex gobernador empujó la idea, invitó en repetidas ocasiones a Creel y a Ortega al restaurante En un Lugar de la Mancha, allá por los rumbos de la embajada cubana, para sugerirla a sus partidos y convocó a su casa, una vez cristalizada, a que se sumaran a ella los representantes del entonces equipo de transición.
Lograr acuerdos es objetivo de la política, pero cuidado: el Pacto, instrumento de eficacia, nos podría acercar a una de las facetas del autoritarismo, la de la unanimidad por encima de todo, algo que está en el ADN del PRI histórico. Y la unanimidad, en democracia, siempre levanta suspicacias.
Para conjurar el riesgo habría que preguntarse siempre si en el caso, por ejemplo, de las reformas laboral y educativa se puso por delante el interés del país y si para alcanzarla, todas las fuerzas políticas cedieron en algo. No se ve, por lo pronto, si así haya sido y si ocurrirá así con la hacendaria y la energética. No habrá ocurrido si quedan, solamente, como un aumento de impuestos a las clases medias o como el remate de nuestro petróleo.
Habría que preguntarse, además, qué tanta y qué tan real oposición son o serán, ante esos y otros temas polémicos, el PAN y el PRD. Hasta ahora —salvo algunas escaramuzas como la de la transparencia sindical en el Senado— los dos partidos opositores parecen caminar al son que les tocan el PRI y el gobierno de Peña.
También, por otra parte, deberíamos preguntarnos si quienes han pactado representan a la totalidad de las militancias del PAN y el PRD, pues lo que ocurre al interior de ambos parece decirnos lo contrario.
El PAN de Gustavo Madero —abiertamente confrontado con el grupo afín a Felipe Calderón— ha tenido que reconocer la dramática disminución de su militancia tras el refrendo convocado los últimos días del año pasado; 80% de los panistas, tanto militantes como adherentes, ya no refrendaron su pertenencia al blanquiazul. Es cierto: la derrota en la elección presidencial iba a ahuyentar a los oportunistas de siempre, pero de ahí a negar que haya una desbandada, como lo niega Madero, suena más a la reacción de alguien que no sabe ni por dónde lo atropellaron, que a un análisis racional de los hechos.
El PRD, por su parte, sigue dividido en relación con la firma del Pacto, avalada sobre todo por la Nueva Izquierda de Los Chuchos pero rechazada por la Izquierda Democrática de René Bejarano, más o menos afín a AMLO. Por otro lado, aparece el factor Morena que, tras solicitar al IFE su registro como partido político, inició su campaña de afiliación. Es obvio que muchos militantes perredistas migrarán hacia el Movimiento de Regeneración Nacional y también que el PRD no se desmantelará mientras siga siendo negocio para quienes lo dirijan.
Esto último, sin embargo, no justifica la reacción de Miguel Barbosa, coordinador de los senadores perredistas, quien dijo que Morena se llenará de los radicales del PRD, no de sus verdaderos militantes.
¿Acaso los radicales no tienen cabida en la democracia?, ¿acaso Morena no representa a nadie y, por lo tanto, no tiene cabida en el Pacto o el derecho a no estar de acuerdo con él?
Cuidado senador Barbosa, porque esa posición contra los radicales no es más que intolerancia y la evidencia de que su partido entró ya en la autoritaria unanimidad, tan común en el viejo PRI.

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