18. noviembre, 2012 Álvaro Cepeda Neri * Conjeturas
Hace más de dos semanas que Calderón no vive en la mansión de Los Pinos, y por su seguridad, dicen, su domicilio es secreto. Mientras, por todas partes llora en público y hace pucheros melodramáticos. En la reunión con los concesionarios de radio y televisión a quienes les renovó por otro medio siglo y transmitida en cadena nacional (pero no lo hicieron con los debates presidenciales) contó sus “hazañas”. Se dio baños de pureza, de patriotismo y de haber cumplido con sus obligaciones. Pero deja un país agotado tras los embates sangrientos de los delincuentes y la corrupción de soldados, policías y marinos que completan el drama de los mexicanos, con hogares enlutados, desempleo, carestía de alimentos, pobreza y millones de jóvenes sin trabajo ni acceso a estudios superiores por falta de cupo. Pero sobran cárceles de las que se enorgullece Calderón, para retacarlas de presuntos responsables y pillos aprehendidos con las manos en la masa.
Igual que Santa Anna cuando puso su pierna mutilada en una
vitrina para que, en una de sus huídas, el pueblo la arrastrara putrefacta por las calles; y como el payaso Fox, piensa montar su museo con las medallas y diplomas que ahí le dieron más otros “reconocimientos”. Los locutores que condujeron el evento miraban a Calderón aburridos. Los empresarios aplaudían. Y al despedirlo se pararon en desorden, con una que otra palmada por más que solicitaban que hicieran una ovación.
vitrina para que, en una de sus huídas, el pueblo la arrastrara putrefacta por las calles; y como el payaso Fox, piensa montar su museo con las medallas y diplomas que ahí le dieron más otros “reconocimientos”. Los locutores que condujeron el evento miraban a Calderón aburridos. Los empresarios aplaudían. Y al despedirlo se pararon en desorden, con una que otra palmada por más que solicitaban que hicieran una ovación.
Los concesionarios, que lograron imponer al sucesor de Calderón, encabezados por Televisa, así le agradecieron sus favores pues gobernó para ellos y demás bribones que se enriquecieron como nunca. Calderón era un mediocre actorcillo que no conmueve. Y menos diciendo mentiras salidas de su fantasía. Ya sintiendo pasos en el techo de Los Pinos, a donde ha ido para recordar sus 6 años en el poder, el hombrecito (como lo satirizan en sus caricaturas los periodistas), les relataba cómo se desvelaba solucionando problema. El saldo que deja lo desmiente. Tanto es así que los electores mandaron al sótano al Partido Acción Nacional en una contienda desigual, que deja una herida abierta, cuyos costos políticos pagará Peña que ha despedido a Calderón con fanfarrias, caravanas y dejándolo lucirse con una serie de medidas que no implantó en su tiempo.
Fue un espectáculo melodramático. Con voz temblorosa contó su historieta presidencial. Puros autoelogios sin una verdad. Y es que se va creyendo que cumplió. Esos empresarios fueron sumisos y a cambio recibieron de Calderón lo que quisieron y aguantaron el melodrama del actorcillo que se desgañitaba haciendo las cuentas alegres. Antes y durante su sexenio persiguió a quienes lo criticaron o informaban verazmente. “Justificó” su guerra. Evocó su tránsito por el poder, al que llegó como un presidente más del montón exhibiendo su incompetencia. ¿Alguien recuerda a Francisco S Carvajal? Así le pasará a Calderón que aparece en cada tumba de las víctimas, como un estigma de deshonra. Se le recordará, en todo caso, como otro Victoriano Huerta, a quien sigue evocando por su sangriento paso por la Presidencia.
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