13 de septiembre de 2012

Los gobiernos que no tienen legítimidad democrática, carecen de fortaleza en el extranjero: Luisa Alcalde


Presidente, compañeras y compañeros legisladores, los gobiernos que carecen de legitimidad democrática, aquellos que no son resultado del mandato libre y auténtico de las y los ciudadanos, no tienen la fortaleza para proyectar los intereses de la nación en el extranjero; al contrario, como lo hemos visto en el actual sexenio, se depende de felicitaciones, premios o reconocimientos por pequeños o intrascendentes que sean, porque se busca ganar afuera la legitimidad que no se obtuvo en las urnas.
La democracia auténtica, libre, real, seguirá siendo un componente indispensable para estar en condiciones de llevar a cabo una política exterior digna y a la altura del interés del país. Mientras la democracia siga siendo simulada bajo el manto de una legalidad creada a partir de instituciones cuestionadas y de poderes fácticos, irrefrenables, a cargo de los medios de comunicación, la política exterior seguirá siendo de relumbrón, sin resultados concretos ni para México ni para su gente.
Se ha dicho con razón que la mejor política exterior es una buena política interior, no se puede ser candil de la calle y obscuridad de la casa. Un país débil y empobrecido no puede proyectar con efectividad los intereses nacionales ante el extranjero. La falta de democracia y la desunión son incapaces de proyectar integración y fuerza en el exterior.



En el ámbito multilateral ha sido notable la decadencia de México en estos últimos años, buena parte de los eventos y las reuniones que conocimos fueron para la nota social y oportunidad par a la foto. Frente a este escenario de superficialidad se contrasta la necesidad de una política seria, ajena a la frivolidad expresada en viajes de cortesanos, plena de privilegios que poco se traducen en beneficios para las y los mexicanos comunes y corrientes.
Nos hace falta una política exterior de esencia, de fondo, de resultados y no de reflectores para el Ejecutivo en turno. Ante un mundo desequilibrado, caracterizado por la existencia de unos pocos centros de poder global, nuestra actitud no puede ser de meros espectadores sin iniciativa, reaccionando siempre con retraso ante las tendencias que dan forma a la economía mundial, sin tomar en cuenta los intereses legítimos del resto de la humanidad.
En política exterior, México debería privilegiar la solidaridad con los pueblos y no regirse por de cálculos de beneficios económicos y políticos inmediatos. La globalización a la que aspiramos es plural y democrática, y no unipolar y excluyente.
El gobierno mexicano insiste en una estrategia económica que privilegie a los tratados de libre comercio como motores del dinamismo económico.
Por el lado de la demanda se insiste en la exportación de productos manufacturados y por el lado de la oferta en la inversión privada, incluyendo la extranjera. Todo ello en medio de privatizaciones, reducción del papel del Estado, desregulación y apertura a la libre circulación de mercancías y capitales, dejando todo en manos de las fuerzas del mercado.
Esta estrategia ha fracasado. Calderón señala que crece el sector exportador en la inversión extranjera, pero no aclara que no se cumple con el resultado general esperado, porque el crecimiento es muy pobre y se generan pocos y malos empleos.
Agrega que exportamos mucho, pero oculta el hecho de que dichas exportaciones tienen poco de mexicano, tanto por sus componentes como por la propiedad de las empresas que exportan.
México no logrará crecer de manera estable y menos crear suficientes y buenos empleos si no cambia su estrategia económica, por lo menos en dos sentidos: ampliar y consolidar el mercado interno e integrar las cadenas productivas nacionales, generalizando así el crecimiento y la multiplicación de empleos.
Hasta la fecha los gobiernos no han hecho una evaluación real y veraz del Tratado de Libre Comercio, signado con Estados Unidos y Canadá. De hacerlo, se constataría que todas las bondades que se esperaban del mismo han sido superadas por los impactos negativos que se han tenido, como la pérdida de soberanía alimentaria, la desaparición de miles de micro y pequeñas empresas, la pérdida de millones de empleos formales y la caída del salario.
El libre comercio se sigue ofreciendo como una panacea a pesar de todo aquello. Queda a esta Legislatura como tarea pendiente, impulsar esta evaluación y por consiguiente los cambios en política económica que se deben realizar.
En materia de migración sufrimos en la década pasada un fuerte retroceso, tanto en el ámbito externo como interno. Masacres cometidas en este sexenio como la de San Fernando y otras que no han sido seguramente registradas, así como la impunidad que las caracteriza, debilitan nuestra política exterior y nos avergüenzan como pueblo.
En nuestro país hay una violación permanente de derechos de los inmigrantes. La privación de la libertad, el robo, el cohecho y la extorsión ejercida por grupos de delincuencia organizada, por la Policía Judicial Federal, por las policías estatales y diversos grupos policiacos, son elementos que deberían estar presentes como preocupación fundamental en el informe que se nos brinda.
La oficina del censo de los Estados Unidos indica que actualmente hay 31.7 millones de hispanos en su territorio, 11.7 por ciento de la población total, de los cuales casi 20 millones son mexicanos. Las remesas enviadas por nuestros trabajadores en Estados Unidos representan la segunda o tercera fuente de divisas en nuestro país.
En los últimos años se han incrementado las violaciones a los derechos humanos por parte de autoridades estadounidenses, relacionadas con el racismo y la discriminación. Las violaciones más comunes son la reclusión humana, la incomunicación, los golpes e insultos y la separación familiar forzosa, teniendo como responsables al gobierno de Estados Unidos, la Patrulla Fronteriza y las autoridades de inmigración y naturalización. Hasta ahora, el gobierno ha sido incapaz de frenar esta situación por su política de subordinación y dependencia. México debe exigir el respeto pleno a los derechos humanos y laborales de los emigrados mexicanos a Estados Unidos.
Con los Estados Unidos, México debe buscar una relación equilibrada, de beneficio mutuo, de cooperación para el desarrollo, en la que se reconozcan las asimetrías existentes y se respeten en los hechos las soberanías. Se requiere cooperación para el bienestar social y no exclusivamente en materia policiaca y militar.
Reducir el problema de México a un asunto de criminalidad es no comprender el fondo de la desigualdad social, falta de democracia y corrupción interna que han hecho posible la ola de violencia y de barbarie que vivimos.
La diversificación de nuestras relaciones exteriores debe ser prioritaria. Si bien los Estados Unidos forman parte de las prioridades en materia de política exterior, no podemos reducir nuestro quehacer internacional a ellos y sus intereses. Debemos buscar recuperar nuestra presencia en lo que es el ámbito histórico y cultural mexicano, que es la América Latina y El Caribe. Así como aprovechar con seriedad nuestros contactos políticos y económicos con los países de la región y con aquellos de otras latitudes del mundo que trabajan a favor de la multipolaridad, la equidad y la paz.
Por último, preocupa mucho al régimen la imagen internacional de México, pero ignora una herramienta fundamental con la que podría proyectarse de verdad: la cultura. No la de las telenovelas sino la que se expresa día a día en este país, que constituye, ni más ni menos, la principal nación de hispanohablantes en la Tierra. Muchísimas gracias.

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