MILENIO: Otro pavorreal que se convierte en burro

Otro pavorreal que se convierte en burro

2011-12-04 • Impreso

Foto: Milenio

La grosera toma de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por parte de un “Estado Mayor Presidencial”, y sus dichos, en los que se refiere al PAN como oposición, revelan que Enrique Peña Nieto está ya instalado en el papel de presidente. Sin mediar elección, él ya se asume y opera como el mandamás de México. Lo triste es que ayer demostró que no está a la altura.

Le bastaron dos preguntas de la prensa para exhibir que cuando se sale del guión está perdido. En la rueda de prensa que ofreció en la FIL demostró que hay razón en quienes lo ven como un hueco maniquí.

Sobre su propuesta de cultura dijo que iba a impulsar la lectura pero que, la mera verdad, en eso no se había metido y que apenas la estaba trabajando.

Pero lo peor vino después. Sobre los tres libros que lo han marcado, respondió primero como panista: “La Biblia, sobre todo en mi adolescencia”. Mmmjjmm… Ok, pongamos que, como anda en plan populista, quiere conectar con el público mayoritario en México que es Guadalupano y Juarista. Bueno, pasa.

El segundo libro que dijo que lo marcó, según dijo es: “La silla del águila de Enrique Krauze”, (sic y recontrasic) cuando ese libro es de: ¡Carlos Fuentes!

Y ya picado en mostrar su ignorancia, contó que el tercero es uno “muy interesante, porque a mí me gusta mucho la historia, uno que se llama algo así como La caída del presidente, o El derrumbe del presidente “, y luego, ternurita, le preguntó al periodista Carlos Puig, presente en la sala junto a Jesús Silva Herzog, si así se llamaba el libro y el nombre del autor. Puig aplicó su propia versión del “¿Y yo por qué?”, de Fox, y se desmarcó: “yo no conozco sus lecturas licenciado”.

Pero Peña Nieto no quería quedar como mentiroso al decir que sí lee cuando no lo hace, ni tampoco dejar incompleta la respuesta, así que se siguió exhibiendo: “bueno, ahorita no me acuerdo del autor, pero mire usted, ahora recuerdo una trilogía que también me marcó… muy interesante…”, y para no hacer el cuento largo, tampoco se acordó del autor.

Pero no se tuvo piedad a sí mismo. Ya en la lona, noqueado por sus propias palabras, escupió para arriba al decir que estaba leyendo un libro, a ratos, pero tampoco atinó a decir el nombre.

Para entonces, ya era la comidilla de los chicos de la prensa que le gritaban nombres de títulos de libros para ayudarlo -y a la vez burlarse de él- como El Principito, o Pinocho, que le van muy bien.

Es patético, que “el próximo presidente de México” no lea, pero más patético que mienta, que no sea transparente y que diga que sólo lee el TV Notas. Si lo hubiera dicho, el círculo rojo se habría burlado de él, cierto, pero se habría salvado porque estaría al lado de la inmensa mayoría de los mexicanos que dirían: mira, es como yo.

Patético porque exhibió que tiene asesores de pacotilla que fueron incapaces de ver lo obvio: si va a una Feria del Libro, le van a preguntar de libros, así que lo coucheamos y le contamos de un tal Octavio Paz, de un tal Carlos Fuentes, de un tal Jaime Sabines o de un tal Carlos Salinas de Gortari, que escriben bien bonito. Pero lo dejaron ahogarse solo.

Todo esto no pasaría de lo anecdótico si no fuera porque demostró que no tiene oficio ni colmillo político. Fue incapaz de maliciar la pregunta. Fue incapaz de atajar con una respuesta rápida como: “en este momento no me acuerdo”, o mejor, un: “hay tantos libros que me han marcado que no le puedo decir sólo tres”, o con algo de humor inteligente como: “yo sólo leo a Vargas Llosa y Fernando Vallejo2. Pero no, nomás no pudo.

Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador no tienen nada de qué preocuparse. En cambio los mexicanos debemos prender las alarmas todas ante la posibilidad de que, otra vez -citando a Vallejo-, llegue a la presidencia “un gallo que se convierta en pavorreal, que se convierta en burro y rebuzne durante seis años2. El país ya no está para eso.

Ricardo Salazar

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