Resurge la Iglesia de las causas sociales
JOSÉ GIL OLMOS
19 DE JUNIO DE 2011 · SIN COMENTARIOS
EDICION MEXICO, JUSTICIA
Cada vez resulta más evidente el apoyo de obispos y sacerdotes al movimiento ciudadano que hermanan al poeta Javier Sicilia, a los parientes de las víctimas de la guerra declarada por el gobierno federal al narcotráfico y a las organizaciones sociales que claman por un México con paz y dignidad. Óscar Enríquez, Raúl Vera, Miguel Concha y Alejandro Solalinde son algunas de esas cabezas eclesiales visibles. Este último dice: “Si la Iglesia católica nos ha enseñado a ser autocríticos con ella misma, con mayor razón vamos a ser críticos frente al Estado”. Y sentencia: por eso los curas estamos saliendo a las calles a denunciar…
La Iglesia de los pobres que antaño arropó las causas sociales de grupos marginados y activistas sociales recobra hoy sus bríos en torno al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza el escritor Javier Sicilia.
En las dos marchas de él y de los familiares de los agraviados por la violencia –así como en la Caravana del Consuelo que recorrió casi 3 mil kilómetros de Cuernavaca a Ciudad Juárez– las comunidades eclesiales de base y otras organizaciones comunitarias identificadas con la Teología de la Liberación dieron refugio, comida, agua, seguridad y fuerza espiritual a los participantes.
En tres meses, el movimiento ciudadano cobró dimensión nacional y cuenta ya con seguidores en ciudades de Estados Unidos y Europa. Desde el principio, la convicción profundamente religiosa de Sicilia atrajo la simpatía de las autoridades eclesiásticas, algunos de cuyos miembros trabajan junto a las víctimas de la guerra emprendida por el presidente Felipe Calderón.
A él se sumaron, por ejemplo, sacerdotes identificados con las causas sociales como Alejandro Solalinde y Óscar Enríquez, quienes auxilian a los migrantes centroamericanos a su paso por Oaxaca y Ciudad Juárez en su itinerario hacia Estados Unidos; el obispo Raúl Vera López, quien desde la diócesis de Saltillo dirige una organización de apoyo a los desaparecidos; el padre Miguel Concha Malo, presidente del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, y el provenzal de los dominicos Gonzalo Ituarte, quien participó como secretario técnico de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) en los diálogos para la paz durante el conflicto armado de Chiapas.
La solidaridad de los curas contrasta con el silencio del alto clero, cuyos integrantes se han volcado a defender a Calderón. El jueves 2, el obispo de Tlalnepantla, Estado de México, y presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM), Carlos Aguiar Retes, dijo que la lucha de Felipe Calderón contra el narcotráfico tiene un derramamiento de sangre “indispensable”. Seguramente se refería a los 40 mil muertos y 10 mil desaparecidos durante el presente sexenio.
“Su apoyo ha sido fundamental. Siempre han estado pero ahora se ha hecho más visible su trabajo con la gente”, reconoce Sicilia respecto de los clérigos que lo acompañan en su movimiento. Gracias a ellos nunca faltó agua ni comida durante la caravana; ellos coadyuvaron en la obtención de fondos para el pago de los autobuses, las casetas y la gasolina.
Ituarte, Concha Malo, Enríquez y Vera López estuvieron en Ciudad Juárez durante la firma del Pacto para la Paz; incluso enarbolaron una bandera nacional y un estandarte con la imagen de la virgen de Guadalupe y bendijeron el documento.
Ni complicidades ni compadrazgos
Alejandro Solalinde, representante de la pastoral de migrantes de la CEM, sostiene que en esta situación de emergencia nacional, de violencia y de miles de muertes, la Iglesia católica se encuentra en “transición”.
“La Iglesia católica tiene que responder a esta situación, sobre todo sus jerarcas. Ante este hecho, ante tanta crisis, violencia, injusticia y empobrecimiento de la nación no puede quedarse con los brazos cruzados. Tiene que responder porque es pastora de su comunidad”, dice a Proceso el padre de la diócesis de Tehuantepec, quien dirige también el albergue Hermanos en el Camino, a través del cual auxilia a los migrantes de Centro y Sudamérica en su paso hacia Estados Unidos.
Solalinde considera que el movimiento de Sicilia representa el signo de los tiempos en México, “que es brutal y que nos está hablando de una situación límite”; “de no acompañar este movimiento ciudadano pacífico, lo que sigue es una lucha armada y eso no lo queremos”, advierte.
Por eso insiste: la Iglesia católica mexicana no puede optar por la violencia, tiene obligación de velar por la paz: “A nivel de bajo clero hay una participación muy amplia en este movimiento; a nivel del alto clero todavía hay titubeos, dudas. Algunos sacerdotes se pronuncian abiertamente por el movimiento; no hay manera de negar la participación ante el dolor y la omisión de tantas instituciones”.
Defensor de los migrantes maltratados por agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) y policías estatales, que ha denunciado aun en foros internacionales, Solalinde señala que la crisis por la que atraviesa la Iglesia católica no es privativo de México, también se observa en Estados Unidos, Canadá, Centroamérica y el Caribe “donde hay una visión obsoleta, anacrónica” del fenómeno migratorio y sus problemas.
“Por eso la Iglesia católica tiene que coordinarse, integrarse y crecer en su visión, dejar esta lejanía ante la realidad y ser sensibles ante los problemas de la gente. Tenemos que buscar una respuesta responsable y solidaria, sobre todo en el Movimiento por la Paz”, asevera.
Para el entrevistado, las comunidades eclesiales de base y otras organizaciones identificadas con un compromiso social son la simiente de este movimiento; la Iglesia católica tiene que inclinarse por la justicia y ante el pueblo frente a esta masacre nacional.
Muestra de la crisis interna en el alto clero son las posturas divididas por sus integrantes ante lo que está pasando en el país. “Antes, el episcopado mexicano se movía en bloque, en gremio, como un corporativo; hoy, eso ya no funciona. Eso es normal, porque cada uno tiene que actuar por conciencia, no por consigna. En la Iglesia católica cada quien es dueño de su conciencia; de ahí que nadie se pueda meter, ni el Papa”, resume Solalinde.
Durante la entrevista asegura que la participación de la Iglesia comprometida socialmente no es algo nuevo; así ha actuado en cada momento histórico, desde la Independencia. Ha habido curas sensibles, comprometidos con su pueblo. Fueron buenos pastores porque dieron la vida por sus ovejas. Son mártires, aunque no se les reconozca.
–¿Lo están haciendo nuevamente?
–¡Claro! Los curas estamos saliendo a las calles a denunciar. No podemos ser un clero agradecido, subordinado a un gobierno. Si la Iglesia católica nos ha enseñado a ser autocríticos con ella misma, con mayor razón lo vamos a ser frente al Estado.
–Nada de pasividad…
–Para nada. Ni agradecimientos ni complicidades ni compadrazgos.
El desafío por la paz
El obispo Raúl Vera, reconocido por la defensa de los derechos de las comunidades indígenas en Chiapas y ahora por encontrar a los miles de desaparecidos, dice que cualquier persona tendría que apoyar el movimiento pacífico que encabeza Sicilia.
“Cualquier persona con sentido común, así sea laico, entiende este planteamiento que está haciendo el movimiento ciudadano, pues nos llama a tener un México diferente, con paz. Se tiene que adherir a él. Además, se inserta en la línea no violenta que predicó Gandhi. Cualquier cristiano sabe que el reino de Dios es factible, y deberá asumir un compromiso en este movimiento.
–Además, es parte de la responsabilidad que se tiene ante esta emergencia nacional, ¿no?
–Quien está respondiendo para comprometerse, claro que sí. Cualquiera dice “ahora es cuando”. Este es el momento justo y adecuado para un cambio social.
Sin meterse en la crítica al alto clero católico, el obispo de Saltillo dice que el Evangelio debe entenderse desde una acción transformadora de la historia: “Yo no me metería en cómo algunas personas entienden el Evangelio, pero desde que era universitario y reflexionaba con mis compañeros de la Facultad de Química de la UNAM sobre el asunto, comencé a entender que el Evangelio es un elemento de transformación de la sociedad. Así lo presenta el Concilio Ecuménico Vaticano II.
–¿Se está refrescando esta tarea con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad?
–La gente está saliendo a las calles. Creo que en este momento es una opción excelente.
El apoyo, espontáneo
El padre dominico Miguel Concha sostiene que el apoyo al movimiento ciudadano ha sido espontáneo. “Nos hemos visto reflejados en la actitud cristiana de Sicilia y en la respuesta social que él ha dado en medio de su dolor, de su duelo, inspirado en el Evangelio”.
Coincide con el obispo Vera en que el movimiento está refrescando esta pastoral de la Iglesia católica mexicana y le da una responsabilidad importante en estos tiempos de crisis nacional.
“El apoyo es algo espontáneo. Lo hacemos de corazón, sin cálculos eclesiásticos. Es algo que nos sale del corazón; es eminentemente cristiano, no porque sea confesional, sino porque el compromiso de estar con el dolor de la gente y de Javier (Sicilia), quien ha sabido transformar ese dolor en amor y en una lucha por la justicia y la paz. Estamos completamente de acuerdo con que nos urge un México digno.”
Por su parte, Óscar Enríquez, del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, con sede en Ciudad Juárez, señala que si es cierto que siempre ha habido una corriente eclesial en América Latina con opción por los pobres, que implica un compromiso sociopolítico y una cercanía con el pueblo, ahora se hace más evidente con el movimiento que encabeza Sicilia y que llegó hasta esa ciudad a firmar el Pacto por la Paz.
Precisa que mientras la línea pastoral que tiene como referente la Teología de la Liberación fue cuestionada por Juan Pablo II desde el Vaticano, nunca desapareció en muchos que llevan esta corriente religiosa en la mente y en el corazón.
“Es nuestro referente, nuestro marco teórico permanente. La lectura que hacemos de los Evangelios es desde esa perspectiva y sentimos que el cristianismo da para eso y para mucho más”, sostiene el sacerdote.
Recuerda que en 2007, a partir de la última conferencia del episcopado latinoamericano, se estableció oficialmente el compromiso de motivar e impulsar las comunidades de base en todo el continente.
“Desde entonces hay un relanzamiento de la fe en varias regiones de América Latina, incluido México. Ahí establecimos el compromiso de relanzarlas, retomar esta corriente más liberadora, solidaria y samaritana, y expresar esos compromisos en nuestros contextos. Lo estamos haciendo aunque nos está costando porque hubo ese estancamiento”, afirma Enríquez.
Sobre todo porque, advierte, hay un sector de la Iglesia que se encierra en el ánimo religioso y no abre las puertas a los problemas sociales: “Gran parte de la jerarquía católica está cerca del poder. Lo vemos con las declaraciones que hizo el presidente de la CEM, Carlos Aguiar Retes, en el sentido de que era inevitable el derramamiento de sangre. Incluso lo vimos como un espaldarazo a la estrategia del presidente Calderón. Sus declaraciones lastimaron a un sector del pueblo”.
Frente a esto, Enríquez sostiene que la parte que se identifica con la iglesia de los pobres, con la Teología de la Liberación, la que abre las puertas de la Iglesia para estar en contacto con la gente, con los problemas del pueblo, nuevamente está teniendo un papel protagónico y acompaña el movimiento por la paz que encabeza Javier Sicilia, poeta y colaborador de Proceso.
¡AMLO 2012!
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