La escasez que se aproxima
Afectada por el cambio climático y los incesantes aumentos en los precios de las materias primas, la producción de alimentos y la consecuente protección a los sectores agropecuarios es un asunto que ha prendido los focos rojos en muchos países.
Las sequías extremas, producidas por el sobrecalentamiento, causan incendios que arrasan cosechas enteras. En otras partes, heladas intensas destruyen cientos de miles de hectáreas de cultivos.
Un ejemplo del primer caso está en Rusia, que el año pasado padeció una ola de calor sin precedente y que dio origen a una grave sequía y a cientos de incendios forestales que acabaron con la cuarta parte de sus cultivos de cereales.
En agosto pasado, el gobierno ruso se vio obligado a decretar una suspensión de las exportaciones de trigo, centeno, cebada, maíz y las de harina de trigo y de centeno, que durará hasta septiembre de este año. Ahora Rusia, uno de los principales graneros del mundo, importa cereales de Estados Unidos, lo que no había hecho en los últimos 10 años.
Ejemplo del segundo caso lo dan Sinaloa, Chihuahua y Durango. Las severas heladas que empezaron a finales del año pasado obligaron al gobierno federal a decretar la emergencia en unos 80 municipios de esos estados.
Las heladas acabaron con campos enteros. En Sinaloa hubo pérdidas totales o parciales en 90% de sus 715 mil hectáreas de cultivos de granos, hortalizas y frutas, especialmente las de exportación. Así lo reportó el gobierno de la entidad.
Y si a los efectos del cambio climático se suman factores como los altos y volátiles precios de las materias primas, el aumento extraordinario de la demanda alimentaria en China e India, el alza del precio del petróleo, el uso de cosechas para la producción de biocombustibles, la especulación en los mercados mundiales y los elevados subsidios a los agricultores de los países desarrollados, lo que está a la vista es una próxima y grave escasez de alimentos.
De esta crisis alimentaria han alertado recientemente la ONU –por conducto de su oficina para la Alimentación y la Agricultura–, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el G-8 –que recientemente acordó destinar 20 mil millones de dólares para incentivar la producción de alimentos en los países pobres– y hasta organismos que antes desdeñaban la protección de los sectores agropecuarios, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
A principios de la década pasada estos organismos sostenían que era inútil que los gobiernos del mundo destinaran recursos a la producción de alimentos básicos, cuando los podían importar más baratos.
Lejos de su ortodoxia hoy reconsideran su tesis y afirman que, dado el contexto actual, los países deben tener al menos 75% de autosuficiencia alimentaria, que esa cantidad se debe producir para el abasto interno.
Apenas el miércoles 4 estuvo en México el director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, el chileno Nicolás Eyzaguirre, quien afirmó que una forma de reducir la dependencia comercial de México respecto de Estados Unidos –una de las mayores vulnerabilidades de la economía mexicana– es volver la mirada a la producción agropecuaria y a la demanda de alimentos en Asia.
Eyzaguirre aseguró que México tiene potencial para aumentar la producción de alimentos, satisfacer la demanda interna y aun para exportar. (CA y JCC) ¡AMLO 2012!
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