15 de octubre de 2010

INSENSIBILIDAD Y ARROGANCIA, El Semanario

INSENSIBILIDAD Y ARROGANCIA, El Semanario


INSENSIBILIDAD Y ARROGANCIA

Dolia Estévez

Perfil
Corresponsal en Washington y especialista en temas internacionales
La ola de violencia que ha contribuido al deterioro de la imagen de México en el exterior no justifica las expresiones insensibles e irrespetuosas que con mayor frecuencia se manifiestan contra el país y sus gobernantes.

A continuación dos ejemplos recientes:

Durante una conferencia sobre narcotráfico e insurgencia organizada por la conservadora Fundación Heritage, el académico George Grayson inició su presentación lanzando cabezas de unicel ensangrentadas hacia la audiencia en una burda parodia de cuando La Familia debutó haciendo rodar cabezas humanas decapitadas en la pista de baile del bar Sol y Sombra en Michoacán, en septiembre de 2006. El sarcasmo de mal gusto ofendió a mexicanos presentes y molestó a la Embajada de México, que seguramente le comunicó su malestar.
Grayson es un polémico autor de ensayos y libros sobre política mexicana, que no siempre se ajustan a la objetividad y rigor de los estudios académicos. En la presentación de las cabezas se aventuró a decir, por ejemplo, que pese a las afirmaciones del PRI de que no negociará con los narcos si gana las elecciones presidenciales de 2012, “hacer pactos está en el DNA” priísta. En ese sentido, adelantó que el PRI buscará entenderse con los cárteles de Sinaloa y del Golfo. En cuanto a Felipe Calderón, dijo que en los dos años que le restan en el poder tratará de eliminar a Los Zetas pues son más violentos y menos business-like que el cártel de El Chapo.

Aunque México ha sido objeto de peores agravios, es la primera vez que un académico trata con semejante ligereza –en el marco de un foro de análisis y debate supuestamente serio– un episodio repugnante que lastimó la conciencia colectiva de la sociedad mexicana. Una cosa son los prejuicios basados en la desinformación e ignorancia que pudiera tener el estadounidense promedio y otra el comportamiento inapropiado de un conocedor que ha realizado más de 125 viajes de investigación a México a lo largo de varias décadas.

El gobernador republicano de Texas, Rick Perry, dio a Felipe Calderón un ultimátum de 48 horas para que le llamara por teléfono e informara que había encontrado el cadáver de David Hartley, texano asesinado por “piratas” en el lado mexicano de la Presa Falcón. El único precedente del que se tenga memoria de un caso así data de 1985, cuando el gobierno de Ronald Reagan le dio un ultimátum a Miguel de la Madrid para que produjera el cuerpo de Enrique Camarena, el agente de la DEA asesinado en Guadalajara.
Si invirtiéramos los papeles, la arrogancia de Perry sería comparable al gobernador de Chihuahua enviándole un ultimátum a Barack Obama para que extraditara al patrullero que asesinó a malsalva al joven mexicano Sergio Hernández en Ciudad Juárez. No hubo tal atrevimiento. Más bien Washington rechazó la petición de extradición mexicana y exoneró al agente dizque porque actuó en defensa propia.

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