NOTA ORIGINAL PÚBLICO MILENIO
Los esfuerzos de un grupo por reformar la Ley de Transparencia llenan de dudas y sombras los fines que suponen; esfuerzos que naturalmente implican a quienes han intentado llevar a la aprobación tal iniciativa. Lo que sí es claro, en tal caso, es que lo que en el fondo pretenden las modificaciones es cubrir realidades, ultrajes, y proteger a quienes podrían quedar desprotegidos cuando ya no tengan posibilidad de disponer en su favor los recursos que brinda poder. Pero cuando se piensa en quién está protegido y quién no lo está en este país, la gama es amplia.
Y puede comenzarse por las arbitrariedades de la policía, de lo que el gobierno de Jalisco tiene amplio repertorio. Le sigue el protegido Gobér precioso, y de esta forma, bajo esa mirada no queda aguja en el pajar. Porque el ex gobernador del Estado de México, de apellido Montiel, el de las ratas, debe andar por allí muy campante gozando de la impunidad concertada de la que goza. Y qué decir del Rey de la mezclilla, Kamel Nacif y socios que le han acompañado en sus quehaceres y ocio, y hasta en el logro de su fortuna, en cuyo camino deja restos que alcanzan muy altas esferas del poder político y de la administración pública federal, como al coordinador de la fracción priista en la Cámara de Diputados, y al mismísimo Secretario de Seguridad. El Pemexgate y los Amigos de Fox, la ley Televisa. Como hoy se suman los “prian-nistas” en el Congreso de la Unión, que van en pos de su propia meta por encima de normas y reglamentos, y hasta de formas y comportamientos elementalmente éticos.
Tal condición tiene sus pares entre los miembros, que no son pocos, de los que se dicen ciudadanos con todos los derechos que les otorga la ley, como los amigos, hermanos, parientes e hijos de muchos en las filas del poder. Bribiesca, Montiel, Fox, Ahumada, Bejarano, cuñados incómodos, etcétera, por mencionar a los más recientes. También los que desde las empresas “privadas” hacen uso de su capacidad de convencimiento para invadir de favores a funcionarios que toman decisiones en su beneficio y sus negocios de factura incierta. Con sólo ver lo que pasa con las ciudades y algunas obras públicas (Pemex, Puerto Vallarta, puentes y pasos a desnivel, los presupuestos de los partidos políticos, más lo que se acumule), se puede uno tropezar con más de algún entuerto de este tipo. Eso sin contar con el tema claroscuro del cardenal Rivera y el ya famoso Yunque que actúa en el seno mismo del poder.
Es entonces cuando, al escuchar constantemente aquello de la transparencia, el respeto y cumplimiento de la ley “hasta sus últimas consecuencias”, o al secretario de Gobernación que ha metido a Dios en sus enjuagues, que recordamos sin dilación todo aquello que no está protegido en la realidad, aunque algo esté escrito. El derecho a la educación, el impulso al desarrollo de la ciencia, el derecho al trabajo y a la salud, el derecho a manifestarse públicamente, el aislamiento o abandono de los indígenas, la destrucción de bosques, los millones de pobres del país, los que migran por hambre y los indocumentados a los que se les dedica el muro de la ignominia mientras el señor Fox come tranquilamente con quien parece su pastor, el señor Bush. En nuestra transparencia, todo se diluye entre las palabras y la realidad.
Los esfuerzos de un grupo por reformar la Ley de Transparencia llenan de dudas y sombras los fines que suponen; esfuerzos que naturalmente implican a quienes han intentado llevar a la aprobación tal iniciativa. Lo que sí es claro, en tal caso, es que lo que en el fondo pretenden las modificaciones es cubrir realidades, ultrajes, y proteger a quienes podrían quedar desprotegidos cuando ya no tengan posibilidad de disponer en su favor los recursos que brinda poder. Pero cuando se piensa en quién está protegido y quién no lo está en este país, la gama es amplia.
Y puede comenzarse por las arbitrariedades de la policía, de lo que el gobierno de Jalisco tiene amplio repertorio. Le sigue el protegido Gobér precioso, y de esta forma, bajo esa mirada no queda aguja en el pajar. Porque el ex gobernador del Estado de México, de apellido Montiel, el de las ratas, debe andar por allí muy campante gozando de la impunidad concertada de la que goza. Y qué decir del Rey de la mezclilla, Kamel Nacif y socios que le han acompañado en sus quehaceres y ocio, y hasta en el logro de su fortuna, en cuyo camino deja restos que alcanzan muy altas esferas del poder político y de la administración pública federal, como al coordinador de la fracción priista en la Cámara de Diputados, y al mismísimo Secretario de Seguridad. El Pemexgate y los Amigos de Fox, la ley Televisa. Como hoy se suman los “prian-nistas” en el Congreso de la Unión, que van en pos de su propia meta por encima de normas y reglamentos, y hasta de formas y comportamientos elementalmente éticos.
Tal condición tiene sus pares entre los miembros, que no son pocos, de los que se dicen ciudadanos con todos los derechos que les otorga la ley, como los amigos, hermanos, parientes e hijos de muchos en las filas del poder. Bribiesca, Montiel, Fox, Ahumada, Bejarano, cuñados incómodos, etcétera, por mencionar a los más recientes. También los que desde las empresas “privadas” hacen uso de su capacidad de convencimiento para invadir de favores a funcionarios que toman decisiones en su beneficio y sus negocios de factura incierta. Con sólo ver lo que pasa con las ciudades y algunas obras públicas (Pemex, Puerto Vallarta, puentes y pasos a desnivel, los presupuestos de los partidos políticos, más lo que se acumule), se puede uno tropezar con más de algún entuerto de este tipo. Eso sin contar con el tema claroscuro del cardenal Rivera y el ya famoso Yunque que actúa en el seno mismo del poder.
Es entonces cuando, al escuchar constantemente aquello de la transparencia, el respeto y cumplimiento de la ley “hasta sus últimas consecuencias”, o al secretario de Gobernación que ha metido a Dios en sus enjuagues, que recordamos sin dilación todo aquello que no está protegido en la realidad, aunque algo esté escrito. El derecho a la educación, el impulso al desarrollo de la ciencia, el derecho al trabajo y a la salud, el derecho a manifestarse públicamente, el aislamiento o abandono de los indígenas, la destrucción de bosques, los millones de pobres del país, los que migran por hambre y los indocumentados a los que se les dedica el muro de la ignominia mientras el señor Fox come tranquilamente con quien parece su pastor, el señor Bush. En nuestra transparencia, todo se diluye entre las palabras y la realidad.
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