NOTA ORIGINAL MILENIO DIARIO
Desde luego, Ciro Gómez Leyva, uno de los mejores periodistas de México, no es corrupto. Menciono esa expresión por su artículo de ayer: “El triunfo de los periodistas corruptos”. Contó una historia de reporteros de Miami acusados injustamente de corrupción. Al final decía: “Cualquier parecido con lo que pasa en México es mera coincidencia”. No estoy de acuerdo: en México pasa otra cosa.
Hace tiempo leí acerca de los conflictos que tenían dos televisoras públicas con sendos grupos políticos: la española y la inglesa. Mientras Televisión Española peleaba con la oposición (gobernaba el Partido Popular), la BBC se enfrentaba a su gobierno. Era obvio en cuál había más dignidad.
Entre dos excesos, mil veces prefiero al periodista enemigo del gobierno que al periodista golpeador de la oposición. Lo que pasa en México es que sobran periodistas decididos a lastimar al político de oposición López Obrador, que al mismo tiempo no ven nada de malo en el político que, gracias al fraude electoral, vivirá en Los Pinos: Calderón.
Por eso la gente, cuando se reúne a exigir que se respete su voto, grita: “¡Prensa vendida!”. Éste era, recordémoslo, uno de los gritos que más se oían en las marchas de 1968. Qué retroceso.
No son raros artículos como el de José Carreño de ayer: “La crítica periodística como punible para AMLO, como corresponsabilidad para FC”, donde FC es Felipe Calderón. Sin duda, lo que pasa en México es distinto de lo que pasó en Miami. Allá hubo un malentendido, aquí estamos frente a dos obscenidades: el empoderamiento del que hizo trampa, y el linchamiento del que no acepta el fraude. Y esto, por elemental ética, no se debe tolerar.
Desde luego, Ciro Gómez Leyva, uno de los mejores periodistas de México, no es corrupto. Menciono esa expresión por su artículo de ayer: “El triunfo de los periodistas corruptos”. Contó una historia de reporteros de Miami acusados injustamente de corrupción. Al final decía: “Cualquier parecido con lo que pasa en México es mera coincidencia”. No estoy de acuerdo: en México pasa otra cosa.
Hace tiempo leí acerca de los conflictos que tenían dos televisoras públicas con sendos grupos políticos: la española y la inglesa. Mientras Televisión Española peleaba con la oposición (gobernaba el Partido Popular), la BBC se enfrentaba a su gobierno. Era obvio en cuál había más dignidad.
Entre dos excesos, mil veces prefiero al periodista enemigo del gobierno que al periodista golpeador de la oposición. Lo que pasa en México es que sobran periodistas decididos a lastimar al político de oposición López Obrador, que al mismo tiempo no ven nada de malo en el político que, gracias al fraude electoral, vivirá en Los Pinos: Calderón.
Por eso la gente, cuando se reúne a exigir que se respete su voto, grita: “¡Prensa vendida!”. Éste era, recordémoslo, uno de los gritos que más se oían en las marchas de 1968. Qué retroceso.
No son raros artículos como el de José Carreño de ayer: “La crítica periodística como punible para AMLO, como corresponsabilidad para FC”, donde FC es Felipe Calderón. Sin duda, lo que pasa en México es distinto de lo que pasó en Miami. Allá hubo un malentendido, aquí estamos frente a dos obscenidades: el empoderamiento del que hizo trampa, y el linchamiento del que no acepta el fraude. Y esto, por elemental ética, no se debe tolerar.
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