19 de septiembre de 2006

JAIRO CALIXTO ALBARRAN:¡Qué tiempos aquellos, señor don Simón!

NOTA DE MILENIO:

¡Qué tiempos aquellos, señor don Simón!

jcalixto@milenio.com


En la legendaria cinta México de mis recuerdos de Juan Bustillo Oro que mira con nostalgia la etapa porfiriana a partir de una tribu de bohemios entre los que destacan Fernando Soler y don Susanito Peñafiel y Somellera (Joaquín Pardavé), aparece un personaje que se autodenomina Presidente de México en tiempos de Porfirio Díaz. Este presidente alterno es aceptado de buena manera por una sociedad mucho más conservadora y solemne que la nuestra, e incluso el propio Héroe del 2 de abril lo trata con complacencia como si esa acumulación asombrosa de reelecciones le hubieran llevado a mirar con ternura a la competencia.

Aquel México que se suponía atrasado, bárbaro a pesar de su hambre de civilización, no se asustaba ni se ponía melodramático como el de ahora si alguien se hacía llamar “presidente legítimo”. Antes al contrario, a la gente de la época le parecía admirable que alguien tuviera el atrevimiento de disputarle al dictador la silla presidencial.

Y es que hoy, de nueva cuenta, la histeria colectiva se desata, nomás porque una Convención Nacional Democrática nombró al Peje “presidente legítimo”. Igualito que con el voto por voto, los megaplantones, la toma de la tribuna en San Lázaro, o el estornudo más inocuo del bando de los renegados. Es curioso cómo sectores que se supone de derechosos pero intelectualosos, o de políticos aparentemente avezados, o de periodistas que ya pasan de todo, no se diga la funcionariza foxista que debería estar curada de espanto, continúan asustándose con el espectro de Macuspana.

Del ingeniero Cárdenas se entienden sus pataletas antipejistas porque le queda el sentimiento de culpa por no haber hecho lo propio en el 88 cuando ni pío dijo al ser despojado de su triunfo electoral.

Pero que los panistas se pongan a chillar peor que los magistrados en el caso de Lydia Cacho (todo parecería indicar que a la autora de Los demonios del Edén le van a aplicar la ley de Herodes en tanto que a Kamel y Succar les van a hacer su monumento, papá), sí me parece un exceso como de Roberto y Mitzuko. Manuelín Espino fue el único que quiso hacerse el gracioso al decir que la convención le daba flojera, pero en un tono tan verosímil como el de mi góber precioso alegando que no le gustan las bellísimas de coñac.

Don Porfirio resultó más moderno que los panistas & friends. Tanta neurosis les puede costar su pasaje en el Ipiranga para llegar a tiempo a Père Lachaise.

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