24 de septiembre de 2006

ALAN ARIAS MARÍN: OAXACA:TURNO DE CALDERÓN

NOTA ORIGINAL DE PÚBLICO MILENIO

Aunque lo haya eludido, el primer gran issue político de Calderón es la compleja, profunda y grave crisis política de Oaxaca. Pesada herencia, producto de la sistemática insolvencia de Fox; trogloditismo del peor PRI en los gobiernos de Murat y Ruiz; lastimosas elecciones y patética legitimidad; torpeza autoritaria del gobernador Ruiz. Una pobreza amplia y vieja, malestar social profundo y largo que alimenta la protesta, alienta la radicalización de las organizaciones y presta materia incendiaria a la furia de las masas.

Es turno de Calderón, quiera o no, esté o no esté listo para la acción. Primera escena, decisiva en la percepción de la calidad, aliento y estilo de lo que será su gobierno. La actual crisis oaxaqueña inició hace cuatro meses. Una demanda sindical de competencia federal, cruzada con el contexto electoral, fue desatendida. Ulises quiso reprimirla, su fracaso fraguó la alianza de maestros, organizaciones populares e indígenas; la APPO, crisol de radicalismos, babel de grupos y tendencias, pero, expresión del descontento, los agravios y la furia. Los más avezados y radicales asumieron el mando; ensayos insurreccionales, acciones directas, fórmulas inéditas de comunicación y propaganda. Violencia social, paramilitarismo a dos bandas, ineptitud del gobierno estatal y concentrada demanda por la salida de Ruiz, clave de pacificación y normalización.

En esta crisis pululan mentiras. El Senado puede y debe plantearse legalmente la desaparición de poderes; en Oaxaca los poderes están imposibilitados físicamente de ejercer sus funciones. Segunda mentira: la salida de Ulises no es un capricho, es repudiado masivamente; los problemas no se reducen a una sola variable. El argumento del PRI es inefable, su sostén radica en la alianza con el PAN para reconocer a Calderón, elevar su baja cuota de legitimidad y negociar ventajosamente —desde la tercera fuerza— eventuales pactos legislativos para una relativa gobernabilidad y el avance de reformas.

En su afán por ocupar la función de interlocución principal, insisten irresponsablemente en el envío de la PFP o fuerzas federales al estado. El uso de la fuerza en condiciones de baja legitimidad como las actuales, garantiza el agravamiento de la crisis y marca una tendencia autoritaria de muy difícil reversión. Calderón enfrenta una crisis política nacional, no olvidar. La estrategia de dividir al movimiento, aislar a los duros y -eventualmente- reprimir, no es camino para generar mínimas condiciones de gobernabilidad, buscar la normalidad y restaurar el dañado tejido social. Ulises debiera renunciar, por vergüenza moral y un mínimo de responsabilidad política. El Senado asumir su tarea constitucional. El gobierno federal propiciar condiciones efectivas para esas dos salidas. Calderón será el responsable.

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