EPIGMENIO IBARRA
20/12/13 2:31 AM
Epigmenio Ibarra
Lo lograron. No podía ser de otra manera. Han traicionado, otra vez, a este país, al que durante tantas décadas han ensangrentado, saqueado y humillado.
Creerán que han vencido, que nos han derrotado. Se equivocan.
Hoy, conviene estar muy claros y conscientes del peso de esta fecha, de lo que habrá de significar en nuestras vidas.
Hoy, digo, viernes 20 de diciembre de 2013, en Palacio Nacional, precisamente el mismo sitio desde donde el general Lázaro Cárdenas decretara la expropiación petrolera, Enrique Peña Nieto promulgará la reforma energética y hará volver sobre sus pasos a este país herido.
Nos moveremos, todas y todos, hacia un oprobioso pasado. Con esa firma, este mediodía, al consumarse la traición, habremos atrasado el reloj 75 años.
Qué vergüenza.
Qué tarea tan difícil y tan grande la que tenemos por delante si queremos que este país sea, algún día, más justo, más libre, más soberano, más democrático.
Juzgará un día la historia, estoy seguro, con enorme dureza a los traidores.
También y con la misma dureza hemos de ser juzgados, más temprano que tarde, quienes les hemos dejado el paso franco, quienes, pese a todo, no logramos impedir la imposición, el regreso del PRI a Los Pinos y ahora ésta: la más grande de sus traiciones.
No hay ya espacio para la neutralidad. A todas y a todos nos traicionan. A todas y a todos nos están robando.
Indigna, encabrona para ser más preciso, cómo, impúdicamente, cantan victoria los que en la cárcel deberían estar pagando sus delitos.
Encabrona su manera de mentir, su cinismo.
Encabrona la impunidad de la que siempre han gozado y que, con estas reformas, pretenden perpetuar.
Porque, no nos engañemos, de eso se trata todo esto, de crear las condiciones para que ésos, los mismos que tanto han robado, se queden durante décadas en el poder.
Duele, por otro lado, ver cómo tantas y tantos mexicanos toleran la traición sin chistar.
Duele percatarse de que la ven, la sienten ajena, distante, como si a ellas y a ellos, domesticados por la propaganda oficial, aletargados frente a la tv, atormentados por la violencia que no cesa, arrinconados por la crisis económica, no les incumbiera en absoluto lo que aquí sucede.
Como si solo de petróleo se tratara.
Como si no estuviera en juego la soberanía de la Nación y esta soberanía, hoy perdida, nada tuviera que ver con ellas y con ellos.
Como si no estuvieran rematando el patrimonio de nuestros hijos y nietos.
Lo cierto es que a todos esos que con los brazos cruzados y la boca cerrada permanecen los han hecho comulgar a punta de spots, con ruedas de molino.
Una tras otra se tragaron todas las mentiras.
Las que Vicente Fox y Felipe Calderón, empeñados en su tarea de demolición de Pemex y las instituciones, fueron contando.
Una tras otra fueron cayendo en las trampas tendidas por el PRI y Peña Nieto.
Ovejas han sido de un rebaño que, mansamente, se deja conducir al matadero.
Cantarán ahora la tv, la radio y la prensa las glorias del “gran reformador” Enrique Peña Nieto, ese que hace apenas un año y con escándalo compró la Presidencia.
Decenas de miles de spots, de inserciones pagadas en los diarios, de entrevistas a modo, de sesudos análisis y comentarios de los líderes de opinión nos hablarán del “gran avance” que para el país representa esta reforma.
Pagaremos nosotros la propaganda destinada a convencernos de que el yugo nos viene bien, de que la traición nos sienta de maravilla.
Celebrarán también en Washington y en Europa este vergonzoso episodio.
Las grandes empresas petroleras causantes del derramamiento de tanta sangre festejarán que Peña Nieto y los legisladores les extiendan patente de corso para medrar en México.
Sobre ese enorme botín, esperando su tajada, estarán los mismos de siempre.
Los políticos y funcionarios corruptos que se volvieron contratistas, que hicieron enormes negocios con la riqueza nacional y sus cómplices en el sindicato petrolero.
El PRI y el PAN que hicieron de la paraestatal su caja chica para financiar fraudes electorales, para amasar enormes fortunas personales.
Creerán, porque eso les dice la pantalla de tv, su espejo, que han vencido. No nos verán llegar pero, de eso estoy seguro, llegaremos un día a recuperar lo que nos han robado. Esto, más nos vale, apenas comienza.
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