Por: Sanjuana Martínez - octubre 21 de 2013 - 7:41
COLUMNAS, Daños colaterales - 23 comentarios
El Zócalo no sólo es el corazón del Distrito Federal. Es el corazón de México. Le pertenece a los ciudadanos. Es de los mexicanos. La cultura lo recuperó.
Fue liberado nada menos que por los libros. Por un cerco de libros convocado por los escritores Fabrizio Mejía y Paco Ignacio Taibo II. La imagen de ambos, entregando libros a los policías que aún cercan la gran plancha, será histórica.
Y es que el Zócalo posee la memoria de nuestras luchas sociales. Por sus 46 mil 800 metros cuadrados han pasado electricistas, maestros, estudiantes, campesinos, políticos… Las protestas más importantes del país han tenido como escenario esta Plaza de la Constitución, referente de las conquistas de la ciudadanía.
Caminar por el Zócalo es caminar por las venas de México. Este territorio se ha cubierto de alegría por distintas manifestaciones, pero también de violencia y sangre. Aquí han ocurrido represiones simbólicas de los distintos poderes. La última, fue el desalojo de los maestros. Un episodio que recordó los tiempos más oscuros del PRI y su estrategia para criminalizar la protesta social.
El Zócalo está rodeado por los poderes fácticos: la Catedral Metropolitana, la Iglesia encabezada por una jerarquía católica corrupta y encubridora de los abusos sexuales del clero; el Palacio Nacional, sede del poder Ejecutivo Federal y el Antiguo Palacio del Ayuntamiento que alberga al Gobierno del Distrito Federal.
Enrique Peña Nieto y Miguel Ángel Mancera coincidieron en unir sus fuerzas policiales para el desaolojo de la protesta legítima de los maestros o cualquier otro grupo social. Pero se equivocaron.
Ambos viven una luna de miel. Ambos creen que el Zócalo es de ellos. Piensan que pueden disponer, con un cerco de policías federales y locales, de este territorio, destinado al acontecer de las reivindicaciones del pueblo. Creen que el Zócalo les pertenece. Están en un error.
De Enrique Peña Nieto no nos sorprende. Llegó como inquilino de Los Pinos bajo la sombra del fraude y lo que ha seguido en estos diez meses es una consecución permanente de errores al frente del destino del país. Pero ver al señor Mancera convertido en pareja política de Peña Nieto es francamente una decepción más sobre su quehacer gubernamental. Fue el señor Mancera quien permitió el uso de la fuerza federal contra los maestros. Y es él quien ha permitido el secuestro de nuestra plaza.
Si el señor Mancera cree que echarse a los brazos de Peña Nieto le traerá ventajas. Se ha equivocado. Ha cometido varios errores desde que llegó al poder, pero creo que su alianza con el gobierno federal es una de sus peores equivocaciones.
El amasiato entre Enrique Peña Nieto y Miguel Ángel Mancera es contra natura. Es una unión contraria a los principios ideológicos, un concubinato destinado al fracaso. Si el señor Mancera cree que ofrecer en bandeja de plata la realización de los deseos de Peña Nieto, le beneficiará en algo, está muy equivocado.
Mancera está traicionado su deber con los electores capitalinos que le llevaron al poder por un margen amplio. Lo hizo al decidir unirse a una de las tribus de la izquierda encabezada por “Los Chuchos” del PRD, los volvió a hacer al darle la espalda a su antiguo jefe, Marcelo Ebrard.
Habrá que recordarle las razones de su llegada al poder. Tendremos que señalarle el camino que le corresponde caminar apegado a los principios más elementales de la ética y la lealtad que juró cuando asumió su importante cargo.
También tenemos que advertirle que el Zócalo no es de él, ni de Peña Nieto. De manera simbólica su decisión sobre el actual secuestro policial de la plancha, nos exhibe el peor de sus errores.
En la gran plaza se celebra ahora la Feria Internacional del Libro del Distrito Federal. Y se celebra gracias a la conquista social, al trabajo extraordinario, titánico y quijotesco de Paloma Sáenz y su equipo de la Brigada para Leer en Libertad. La veterana guerrera de las letras ha organizado más ferias que nadie en este país, llevando la lectura a los rincones más recónditos del Distrito Federal. Y aceptó el órdago pensando en los lectores, en la literatura, en la cultura que salva a los pueblos. El resultado: una de las mejores ferias del libro que se recuerda, encuentro de millones de capitalinos. Finalmente la FIL se ha convertido en un símbolo más de la lucha.
La propaganda señala que esa feria iba a realizarse del 16 al 27 de octubre. Pero resulta que ese domingo ya había sido lanzado como punto de reunión para un mitin convocado por Andrés Manuel López Obrador. La cultura, los libros, su gente decidió desocupar el Zócalo para devolverle la vida cotidiana al Zócalo, esa vida propia que Mancera y Peña Nieto, pretenden quitarle primero, al haber cancelado la FIL para no permitir la liberación de la plaza y su uso por parte de los maestros; y luego permitiendo su celebración, pero extendiendo su desarrollo para evitar la reunión convocada por el líder de Morena.
Antes de seguir secuestrando el Zócalo, Mancera y Peña Nieto deberían de pensar que están asfixiando dos balones de oxígeno importantísimos: la cultura y la protesta social. El Zócalo debe volver a los ciudadanos, le guste o no le guste a los señores que ocupan temporalmente los palacios que lo rodean.
Si el señor Mancera pretende mostrarnos que su alianza con Peña Nieto es el próximo retorno del PRI al Gobierno del Distrito Federal, entonces tiene que empezar a explicar porque pretende devolver un bastión de la izquierda.
Es hora de hablar con la verdad. Fuera máscaras.
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