De los poco más de 117 millones de habitantes que tenía México en 2012, solamente 23.3 millones no eran pobres ni vulnerables, de acuerdo con la más reciente información dada a conocer por el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social (Coneval). En consecuencia, México es un país compuesto de habitantes pobres y vulnerables (8 de cada 10 mexicanos). Los pobres eran 53.3 millones; los vulnerables, 40.7 millones de mexicanos.
Coneval define pobreza como la presencia de al menos una carencia social e ingresos por debajo de una línea de bienestar. La primera remite a los mexicanos que no tienen acceso a servicios de salud, seguridad social, servicios básicos en la vivienda o a la alimentación, ni cuentan con calidad y espacios adecuados en la vivienda o bien presentan rezago educativo. La línea de bienestar definida por Coneval es fijada por el valor total de la canasta básica alimentaria y no alimentaria de $1,172.89 pesos mensuales por persona.
De este modo, cuando se habla de mexicanos pobres debe entenderse que son habitantes que tienen un ingreso inferior a la línea de bienestar y no tienen acceso en al menos uno de los servicios mencionados. Estos mexicanos son 53.3 millones. Ahora bien, Coneval aclara que de estos mexicanos pobres, en pobreza extrema (ingreso inferior a la línea de bienestar y 3 carencias sociales) están 11.5 millones; en moderada, el resto (41.8).
Las precisiones anteriores no son triviales; se requieren puesto que la información emitida por Coneval no debe tenerse como un diagnóstico. Es, si se prefiera, una información que establece grandes segmentos poblacionales que presentan variaciones internas que toda política pública debe conocer para fijarse objetivos claros al momento de intervenir en la sociedad. Pero lejos de apuntar hacia ese horizonte, muchos observadores de la realidad nacional se han olvidado del análisis, exponiendo su particular manera de entender el problema y aventurando soluciones. Son pocos quienes han tenido el tino de no generalizar y centrarse en un punto del problema.
El comentario anterior no es gratuito. Considérese en primer término lo dicho por Luis Videgaray, Secretario de Hacienda y Crédito Público. Dijo, palabras más palabras menos, que los programas asistencialistas han sido insuficientes; funcionan más como mecanismos de contención que de combate a la pobreza. El Universal editorializó el tema. Para este medio el modelo económico ha generado estancamiento económico y precarización, ergo, pobreza. Este planteamiento lo comparten articulistas de La Jornada. Por ejemplo, Fernández Vega opina que la pobreza responde a la negativa de modificar la política económica. Soledad Loaeza por su parte asegura que la política económica de los últimos 30 años, de preservación de equilibrios macroeconómicos con austeridad y contracción del gasto público, explica la pobreza en México.
El rector de la UNAM, José Narro, vincula la pobreza con el hecho que no haya una política de Estado consistente. Para CIDAC el tema toca la ineficiencia e irresponsabilidad del gasto público. Woldenberg apuntó el pasado miércoles dos elementos: las crisis económicas y la falta de crecimiento económico; sin embargo, agrega que la desigualdad, la indiferencia y la defensa de privilegios operarán en contra de una política pública contra la pobreza. Octavio Rodríguez Araujo coloca el tema en el hecho que la riqueza que se produce en México no se distribuye bajo criterios de justicia social. Sobre la riqueza, Artuto Damm ha mencionado que los pobres deben generarla; no sucede esto, por que desempeñan empleos que no son productivos. Finalmente, no faltó el argumento (Adolfo Sánchez, UNAM) de que la precarización del empleo con salario estático y a la baja, han generado pobres.
Como se notará todos estos analistas pusieron un conjunto de variables explicativas del México pobre sin reparar en planteamientos específicos sobre cuál problemática específica se intenta resolver con la intervención del Estado. Luego de leer todas esas opiniones una conclusión se saca: el Estado no ha sido capaz de solucionar la pobreza en que viven millones de mexicanos, independientemente del partido político que comanda los hilos del poder ejecutivo federal.
Ahora bien, si de ese tamaño fueron las explicaciones, las soluciones no se podrían esperar de otra manera. La primera fue la de Videgaray quien apunta que un crecimiento económico de 5% anual cambiará el escenario actual. Sin embargo, para crecer a esa proporción es necesario que el poder legislativo apruebe las reformas energética y hacendaria. Gonzalo Hernández Licona, Coneval, asegura que un crecimiento económico sostenido de 3.4% provocará un descenso en la pobreza en México. Carlos Puig ve en el Sistema de Seguridad Social Universal, la panacea.
El Universal en cambio sostiene que es necesario cambiar la forma en que se genera y distribuye la riqueza. Para Sergio Sarmiento es necesaria inversión productiva, con generación de empleos. Narro está de acuerdo, pero agrega, empleos con prestaciones. No obstante, el rector de la UNAM pide alinear las políticas públicas y que los que más tienen, contribuyan más. López Doriga dijo que para salir de la cárcel de la pobreza se necesita empleo, educación, salud y seguridad. Pero Fernández Vega (La Jornada) afirma que si no se cambia el modelo económico, seguirá nutriéndose el inventario de depauperados.
Mientras se discuten las causas y las soluciones, hay 23.1 millones de mexicanos en pobreza alimentaria; 32.9 millones de pobres de capacidades, y 61.4 millones de habitantes que tienen pobreza patrimonial. El diagnóstico aún no está claro; es necesario conocerlo, si no cómo se conocerá cuál es la medicina.
@Ciudadanosenred
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