Para simplificar la compleja gama de tipos y subtipos en los que se puede clasificar la infinita variedad de los corruptos de la política mexicana, este tecleador infame ha decidido emplear sólo dos categorías: robahuevos y robagallinas.
Hagamos de cuenta que el inagotable cuerno de la abundancia, símil pasado de moda con el que se comparaba antaño a nuestra hoy atribulada república, es habitado por míticas gallinas que ponen huevos de oro. Las gallinas tienen mucho trabajo, pues deben poner los huevos de oro suficientes para completar el presupuesto público, que, sólo en el nivel federal, casi alcanza ya los cuatro billones de pesos (cuatro millones de millones, un cuatro y doce ceros). Aunque sean muchas las gallinas, deben terminar con el fundillo rozado, de tanto pinche huevo que les sale por ahí.
Entonces, frente a ese maravilloso cuadro de gallinas elevándose sobre crecientes cerros de huevos de oro, los corruptos de la política mexicana se dividen en dos tipos: los que prefieren robarse los huevos, y los que ya de plano mejor se llevan la gallina.
Robahuevos son como Ernesto Cordero. El pleito del señor Cordero se reduce a los doscientos millones de pesos, que es el presupuesto de la bancada del PAN en el Senado. Parecen muchos millones, pero frente a los 3.7 billones, que el mismo sr. Cordero manejó cuando fue Secretario de Hacienda de Calderón, tal cifra, los doscientos millones, no pasan de ser un huevito de oro.
Robahuevos como Vicente Fox y Marta Sahagún, que mandaron a los hijastros presidenciales a coyotear contratos en PEMEX y en otras dependencias federales, para hacerse de los millones que les puso Dios en el camino.
Robahuevos como Diego Fernández de Ceballos, que hizo del tráfico de influencias el modus operandi de una banda de abogados chupadores del erario.
Pero, frente a ese tipo de corruptos, están los que no se conforman con los huevos, por más brillantes que éstos sean, los peligrosísimos Robagallinas.
Los Robagallinas se robaron la telefonía pública nacional y la entregaron a un particular para convertirlo en el hombre más rico del planeta, mientras los demás mexicanos pagamos una de las telefonías más caras del sistema solar.
Los Robagallinas se robaron la televisión pública nacional, y nos regalaron a los demás mexicanos un duopolio televisivo cuyo mejor espejo es la señorita Laura. ¡Qué pasen los ciento quince millones de desgraciados!
Los Robagallinas se robaron la minería pública y la entregaron a empresarios, como los Larrea, que se especializaron en dejar mineros bajo tierra. Si pueden salir, que salgan; si no, pos no.
Los Robagallinas se robaron los ferrocarriles nacionales y los entregaron en calidad de fierro viejo a empresarios, nacionales y extranjeros, que dejaron al país sin comunicación forroviaria.
En fin, entre robahuevos y robagallinas, el cuerno de la abundancia ya no luce tan abundante. Cualquiera que se asome a la boca del cuerno, logrará ver sólo un negrísimo hoyo. Ese hoyo son los pasivos del endeudamiento público y los compromisos futuros de pago de pensiones.
O sea que se acabaron las gallinas, y los huevos que quedan son materia de pleitos a muerte, como los pleitos del señor Cordero (y los que con más elegancia administra Don Beltrone). Es cierto, se acabaron las gallinas… pero queda PEMEX, el avestruz milagroso que pone, ya lo saben, ¡¡huevos de oro!!
Dicen que el avestruz ya no pone. Es cosa de saber contar y hacer unas cuantas cuentas. PEMEX pagó de impuestos, durante los primeros dos meses del año que corre, la friolera de $ 160,672 millones de pesos. O sea que pagó, cada día, la cantidad de $ 2,667 millones de pesos. ¿Qué empresa del mundo, pública o privada, paga esa cantidad de impuestos al día?
Un huevo de avestruz pesa más o menos 1.3 kg. Si convertimos su peso en oro, al tipo de cambio actual, cada huevo vale $ 650,000 pesos (Seiscientos cincuenta mil pesos). Si dividimos los impuestos que paga PEMEX al día, entre el imaginario valor del áureo huevo del avestruz, tenemos que el Avestruz PEMEX pone cuatro mil ciento veinte huevos diarios; y los pone, todos, a disposición del erario. ¡Vaya!, un avestruz con fundillo de metralleta que escupe más de cuatro mil huevos de oro al día.
Dicen que no quieren privatizar el Avestruz... nomás quieren el fundillo. Las plumas, la carne y la piel les valen madre, lo que quieren es el hoyo por donde salen los huevos. La renta petrolera.
Para eso está de regreso Salinas, el robagallinas mayor, vía Peña Nieto. Para eso está de regreso el PRI.
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