México y la felicidad
¿Alegría o masoquismo?
En el sótano de la OCDE
Carlos Fernández-Vega
C
on bombo y platillo no hace mucho se difundió que los mexicanos se cuentan entre los más felices de las naciones que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, que no es otra que la OCDE. En pocas palabras, pues, jodidos pero contentos.
Ahora bien, la temeraria conclusión a la que llega el organismo que encabeza José Angel Gurría (ex secretario de Relaciones Exteriores y de Hacienda, más un rosario de cargos públicos ocupados a lo largo de su carrera en la burocracia nacional), contrasta con los resultados concretos de su propia investigación (Better Life Index), los cuales, ni de lejos, soportan otra aseveración de la OCDE: México ha hecho enormes progresos en la última década en términos de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, especialmente en las áreas de educación, salud y empleo.
¿En serio los mexicanos se cuentan entre los más felices? De entrada, el citado organismo explica que el índice de bienestar por él elaborado permite comparar el bienestar en distintos países basándose en 11 temas que la OCDE ha identificado como esenciales para las condiciones de vida materiales y la calidad de vida, y en este contexto México ocupa la posición número 35 de 36 posibles a la hora de considerar todos los indicadores incluidos por la organización. ¿Ello es motivo de felicidad? Desde luego que no; tampoco sustenta aquel dicho relativo a los enormes progresos en la última década.
Cuando se le clava el diente a los 11 indicadores considerados por la OCDE, en diez de ellos México resulta ostentosamente reprobado, y en torno al que supuestamente sale mejor librado el propio organismo de entrada aclara que se trata de un valor subjetivo, que no es otro que el que mide la satisfacción ante la vida y la felicidad, renglón en el que nuestro país ocupa el escalón número 10 de 36 posibles, arriba de Nueva Zelanda y debajo de Austria.
Así, ese indicador fue el de mayor difusión a la hora de divulgar los enormes progresos de la última década. Y allí quedó la cosa: México pletórico de hombres y mujeres jodidos, pero felices. Sin embargo, más allá de lo que al respecto opinen sicólogos y sociólogos, a la hora de conocer al detalle los resultados no subjetivos, como diría la OCDE, nadie –en este país o en cualquier otro del planeta– puede ser ni medianamente feliz, a menos de que el masoquismo sea el punto de partida.
La OCDE asegura que aunque el dinero no puede comprar la felicidad, es un medio importante para lograr estándares de vida más elevados, y en este sentido los mexicanos salieron reprobados: en materia de ingreso se ubican en el escalón 34 de 36 posibles, arriba de los estonios y debajo de los chilenos. Aunque 65 por ciento de los mexicanos ocupados obtiene un ingreso no mayor a tres salarios mínimos (5 mil 300 dólares anuales como máximo), la citada organización saca sus promedios y asegura que aquí el ingreso familiar disponible neto ajustado es de 12 mil 732 dólares al año, cifra menor que el promedio de la OCDE de 23 mil 47 dólares. Pero la brecha entre los más ricos y los más pobres es considerable; la población situada en el 20 por ciento superior de la escala de ingresos gana 13 veces (más de) lo que percibe la población que ocupa el 20 por ciento inferior. ¿Felices por el lado de los ingresos? No.
El indicador relativo al empleo ubica a México en el escalón número 35 de 36 posibles, sólo arriba de Turquía y debajo de España. “El trabajo –dice la OCDE– aporta obvios beneficios económicos, pero tener empleo también ayuda al ser humano a permanecer conectado con la sociedad, fortalecer su autoestima y desarrollar capacidades y competencias. Las sociedades con altos niveles de empleo son también más ricas, más sanas y más estables políticamente”. Pues bien, 30 millones de mexicanos en la informalidad y 2.5 millones adicionales en la desocupación abierta no son sinónimo de felicidad.
La palma se la lleva México en el indicador sobre educación: ocupa el escalón 36 de 36 posibles. Infelicidad total, sería la respuesta obvia, sobre todo cuando la propia OCDE apunta que tener una buena educación mejora en gran medida la probabilidad de encontrar empleo y de ganar suficiente dinero. En general las personas con un alto nivel educativo resultan menos afectadas por las tendencias del desempleo, dado que sus logros educativos hacen su perfil profesional más atractivo, pero no en este país, en el que siete de cada 10 desocupados cuentan con educación media y superior. ¿Felices por este resultado?
Un indicador más en el que México de plano no da una: en materia de seguridad ocupa la última posición entre las naciones de la OCDE (lugar 36 de 36 posibles), organismo que subraya el hecho de que la seguridad individual es un factor determinante para el bienestar de las personas… el mayor impacto que el delito tiene en el bienestar de las personas es la sensación de vulnerabilidad que les infunde”, y ser vulnerable no precisamente genera felicidad.
Los mexicanos tampoco pueden ser felices cuando se enteran de que el país ocupa el escalón 33 de 36 posibles en materia de salud. Una buena salud aporta muchos beneficios, entre ellos mayor acceso a la educación y al mercado laboral, aumento de la productividad y el patrimonio, disminución en los costos de atención a la salud, buenas relaciones sociales y, por supuesto, una vida más larga. En todos los sectores referidos México sale reprobado, de tal suerte que no habría motivos de felicidad.
Tampoco en medio ambiente (que lo digan los chilangos), pues el país ocupa el escalón 31 de 36 posibles, sólo arriba de Israel y debajo de Polonia. La calidad del medio ambiente en que vivimos tiene un efecto directo en nuestra salud y bienestar (en lo que México también sale reprobado). Un medio ambiente limpio es fuente de satisfacción, mejora el bienestar mental, permite a las personas recuperarse del estrés de la vida cotidiana y llevar a cabo actividades física.
Algo similar ocurre con los indicadores de vivienda (escalón 27 de 36 posibles), comunidad (35 de 36), y equilibrio laboral-personal (35 de 36). Entonces, conocidos todos los resultados de la valoración, ahora sabemos por qué los mexicanos son tan felices.
Las rebanadas del pastel
Nada nuevo bajo el sol: arrasó el abstencionismo en las elecciones dominicales celebradas en 14 estados de la República. ¿Otro indicador de felicidad?
Twitter: @cafevega
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México no tiene que hacer nada en la OCDE. Se debe a un capricho de Salinas. Los planteamientos y resultados que ofrece ese organismo estan diseñados para países verdaderamente desarrollados. Es una membresía que le sale cara a México pues pagan todas las secretarías de estado una cuota por permanecer en la organización y obtener estudios como el analizado en este artículo. A Gurría lo quisieron destuír de su cargo, porque poco después de llegar a París hizo gastos estrafalarios como un colchón de más de 3000, algo a lo que lo tenían acostumbrado en México pero que en Europa resultó en un escándalo al ser delatado por sus propios subalterno. Le dieron el beneficio de la duda porque era nuevo en el puesto. Él es otra vergüenza para el país, como Roberto Madrazo en el maratón de Berlín.
ResponderBorrarMéxico no tiene que hacer nada en la OCDE. Se debe a un capricho de Salinas. Los planteamientos y soluciones que ofrece ese organismo están diseñados para países verdaderamente desarrollados. Es una membresía que le sale cara a México pues pagan todas las secretarías de estado una cuota por permanecer en la organización y obtener estudios como el analizado en este artículo. A Gurría lo quisieron destituír de su cargo porque poco después de llegar a París hizo gastos estrafalarios como un colchón de más de 3000, algo a lo que lo tenían acostumbrado en México pero que en Europa resultó en un escándalo y fue delatado por sus subalternos. Le otorgaron el beneficio de la duda. Él es otra vergüenza para el país, como Roberto Madrazo en el maratón de Berlín.
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