Los que pisamos en las ciencias sociales, sobre todo a los sociólogos, no nos sorprende que haya movilizaciones y protestas sociales, lo que sorprende es que en ocasiones se nos escapa el cómo nacen esas movilizaciones y lo rápido que prenden y se desparraman a lo largo y ancho de un determinado país. La primavera árabe fuera de nuestro contexto occidental, se mostró como una acción social inédita en esos países del Magreb y Egipto, donde el autoritarismo semifeudal de sus gobiernos atosigaba a sus propias sociedades, llevándolas a organizarse y lograr tumbar ese autoritarismo, pero asimismo mostrando a occidente que los pueblos y la sociedad civil (para usar un término más contemporáneo) continúan siendo los que llevan la batuta en los grandes cambios sociales. Los países europeos en crisis, también han sido capaces de cuestionar un sistema económico que excluye a millones de personas y las movilizaciones ahí están.
Brasil en la última semana ha dado una gran sorpresa. La gente sale a las calles para manifestase por el alza del transporte público, sin embargo ese punto que detona el enojo social va acompañado también por otros malestares de la sociedad brasileña, entre ellos la desigualdad social. Los que conocemos un poco la historia brasileña, sabemos del gran espíritu contestatario que en sus distintas épocas a través de organizaciones sociales y partidos, se enfrentó contra las dictaduras militares, asimismo de los proyectos populistas exitosos unos más que otros de Vargas, Quadros y Goulart. Igualmente la presencia de líderes tanto de izquierda y derecha que determinaron en mucho la historia moderna de Brasil, el comunista Carlos Prestes es un interesante ejemplo y de legado político en la izquierda brasileña. La dictadura militar que se instituye en 1964 y prosiguió hasta principios de los ochenta (aún recuerdo el repudio de los estudiantes de la UAM-A cuando el general Ernesto Geisel visito México en 1978) obligó el nacimiento de organizaciones sociales que se enfrentaron a la misma hasta la elección de Tancredo Neves en 1985. El posterior periodo de transición (incluido el fallido y corrupto gobierno de Melo) se caracteriza por la intentona de ir construyendo un país democrático y por otro lado, crear toda una infraestructura económica que le posibilite a Brasil, ir perfilándose como una potencia emergente. Entre los gobiernos de Cardoso y Lula se sienta el entramado económico y político que le da a Brasil un lugar importante en la geopolítica latinoamericana y mundial.
Pero ¿qué sucede en el interior de la sociedad brasileña? Una sociedad heterogénea en términos étnicos, culturales y económicos, un país que combina grandes contrastes, entre la riqueza de los magnates de la aviación brasileña que producen el avión Embraer y las famosas Favelas, donde se reproduce no solamente un lumpen proletariado, sino también organizaciones sociales de reivindicación urbana, en un momento apoyadas por la iglesia de la teología de la liberación. A pesar del crecimiento económico brasileño y de un Estado de derecho más o menos legitimado, no se ha podido realmente combatir no solo a la pobreza, sino también a una oligarquía asentada y amañada en la zona del Amazonas, en la cual todavía se persigue al indígena y se le explota, todo esto incluso bajo los gobiernos de izquierda.
Lo que sucede hoy, es un movimiento que tiene diferentes aristas y encuentros con el pasado y que explota bajo una coyuntura especifica: el alza en el transporte y el cuestionamiento del mundial de fútbol con el lema ¿La Copa para quién? Extraño en un país eminentemente futbolero, pero harto de las políticas anti populares y de elites políticas aún proclives a la exclusión.
Así el Movimiento Pase Libre ha obligado a la presidenta Dilma a responder ecuánimemente y en cierto sentido otorgándole al movimiento la razón. Aunque como dice Emir Sader (La Jornada 21/06/2013) “a todos los gobiernos de izquierda y derecha más, se les dificulta relacionarse con las movilizaciones populares”. Tal vez porque no saben o entienden el sentir de la sociedad. Ahí está Brasil pues, que ha entrado a la carrera global de las protestas sociales, si en Chile las movilizaciones de estudiantes se ven predecibles, lo que sucede hoy en Brasil puede ser una luz en el horizonte en el empoderamiento social y un “prietito en el arroz” para las fracciones conservadoras y del establishment.
En México, las cosas son diferentes, a pesar de algunas coincidencias con Brasil: heterogeneidad social, petróleo o el populismo de otros tiempos, las cosas no son iguales indudablemente, pero si es importante visualizar que la sociedad civil mexicana a pesar de su inercia y fragmentación, paulatinamente va construyendo hilos de convergencia. Y en un descuido, algún día dé la sorpresa con grandes movilizaciones, no porque existan recetas para reproducirlas sino porque pueden darse las condiciones que las haga efervecer. A mi juicio debemos estar listos para aplicar el famoso dicho “cuando veas las barbas de tu vecino...”. Entonces la enseñanza de Brasil es que las políticas públicas excluyentes y el ofrecer únicamente pan y circo a la sociedad no es ya la panacea, y que las cúpulas políticas deben con responsabilidad, asumir un comportamiento político de nexos con las preocupaciones sociales que como en Brasil, son abundantes.
SAMUEL F. VELARDE
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