Sicarios al proceso de paz | SinEmbargo OPINIÓN:
Por: Lydia Cacho - mayo 30 de 2013 - 0:00
Cacho en Sinembargo, COLUMNAS - 10 comentarios
Hace años, gracias a la experta Rafaela Herrera, atestigüé la implementación de la Justicia Restaurativa en la prisión de San Francisco. Un equipo multidisciplinario de trabajadoras sociales, psicólogos sociales, criminólogas, abogadas y sacerdotes crearon un programa que consiste en integrar a presos ya sentenciados por diversos delitos, a un programa terapéutico para que logren reconstruir su historia de vida y percatarse de cómo llegaron a convertiste, por ejemplo, en sicarios, asesinos, violadores o secuestradores. Los resultados son impresionantes.
Confieso que llegué un tanto escéptica, pero conforme pasaban los cinco días de la demostración y tras escuchar los diálogos de la madre de una chica secuestrada y asesinada con el victimario que ultimó su vida, comprendí lo que significan en realidad los verdaderos procesos de paz. Allí no había perdón artificioso, muchos menos simplificaciones o reduccionismo de lo complejo que es, y puede llegar a ser, lograr que un ser humano que ha hecho de la violencia una herramienta para infligir sufrimiento y del asesinato una forma de manutención, logre percatarse de cómo llegó hasta allí. Además, claro está, lo importante no sólo es que se arrepienta, sino que además comprenda lo que sus decisiones y acciones significaron para sus víctimas, las familias y la comunidad. Sólo entonces puede pedir perdón.
Hace unos días los medios cubrieron, con cierto desinterés, un hecho que puede cambiar la vida de la sociedad hondureña, y por tanto, reconstruir el discurso de violencia de América Central y México. Esta región cada vez más beligerante en la que el sicariato y las bandas criminales se han transformado de tal forma, que han fomentado una suerte de educación para la violencia. Los cárteles de las drogas y los traficantes internacionales de armas y de personas han tomado esta una gran oportunidad para inyectar dinero en estos grupos sociales antes marginales, creando así ejércitos juveniles de hombres (y cada vez más mujeres), desechables.
fuente: http://www.sinembargo.mx/opinion/30-05-2013/14721
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