Arsinoé Orihuela
Rebelión
Sor Juana Inés de la Cruz alguna vez observó: “Hay muchos que estudian para ignorar”. Es oportuno el recordatorio, pues la pregunta que da título al presente artículo a menudo la formulan –y responden equivocadamente– círculos que tienen una relación íntima con la academia y/o la vocación intelectual. Extramuros, es decir, fuera de los confines de la reflexión cuadriculada la respuesta de rigor es: “con fraude” o “la compraron”. Si bien esta contestación estándar es absolutamente acertada, y a pesar de la aparente terquedad de la pregunta, habría que detenerse a responder con más sistematicidad esta pregunta, máxime debido a la alarmante imprecisión de las explicaciones que esgrimen “los estudiosos” a los que alude Inés de la Cruz (léase doctos o especialistas en la materia), que insisten en cargarle el muerto de la “restauración priista” a la inoperancia institucional o a la laxa politización-civilidad de la sociedad mexicana. Un subterfugio que si bien es preocupante, tan sólo es característico de la caducidad de los análisis académicamente “imparciales”, políticamente correctos. El francés Gilles Lipovetsky no desatiende este patente fenómeno: “Por todas partes se propaga la ola de deserción, despojando a las instituciones de su grandeza anterior y simultáneamente de su poder de movilización emocional. Y sin embargo el sistema funciona, las instituciones se reproducen y desarrollan, pero por inercia, en el vacío, sin adherencia ni sentido, cada vez más controladas por los ‘especialistas’, los últimos curas como diría Nietzsche, los únicos que todavía quieren inyectar sentido, valor, allí donde ya no hay otra cosa que un desierto apático”. Encuentran eco las palabras de Sor Juana: los especialistas “estudian para ignorar”. Pero lo que nos interesa e intriga es el diagnóstico de Lipovetsky, pues refiere a una primera pista para responder la pregunta que se ha formulado: “el sistema funciona, las instituciones se reproducen y desarrollan, pero por inercia…”
El indiscreto desencanto de la política
El gran cáncer de nuestra era: la apatía. Que el PRI comprara votos, adulterara el cómputo con la venia del IFE, contraviniera la ley electoral, es un hecho menor si se le contrasta con la indiferencia que domina entre gruesos sectores de la sociedad, particularmente en relación con la res pública. En la era posmoderna o de capitalismo avanzado, las solidaridades se han fracturado (el programa “Solidaridad” es un chascarrillo de ironía prepotente). La sociedad actual se agrupa en torno a intereses privados, y la defensa del derecho público no pocas veces se califica como un acto de inadaptación social. Toda movilización colectiva, en las histéricas cruzadas de la prensa amarillista, y en la apática vox populi de amplia cobertura, tiene un tufo de perturbación del orden público, vandalismo o desencadenamiento de resentimiento populachero. El sistema político mexicano encontró en la abulia a su más leal cómplice. Porque la defraudación específicamente electoral es sólo un eslabón más en la operatividad natural de la maquinaria estatal. Al final, es la deserción de vastos segmentos sociales en relación con la cosa pública, lo que ha permitido, al menos parcialmente, la reedición-continuación de un poder caduco. Pero este desierto no es accidental: los intereses privados que intervienen efectivamente en los ritos “democráticos” inducen esta indiferencia. Los llamados poderes de facto han sustraído el mando a los poderes de derecho: si las decisiones cruciales relativas a la educación, la salud, la economía, la cuestión alimentaria, las finanzas, se toman en otras instancias (las juntas administrativas de las transnacionales) ¿qué caso tiene atender las convocatorias de un cuerpo exangüe –el cuerpo político? La política transitó hacia el espectáculo, se vació de su otrora sustancia. La nación languidece, aunque el estado de competencia prospere. O más bien, el estado de competencia florece a expensas de la nación. Que nadie se alarme con el triunfo electoral del PRI. En la era de la apatía, el desencanto, la indiferencia, cualquier estulto –grupo de interés o individuo– se entroniza sin impugnaciones u objeciones que desafíen su oprobioso reinado.
fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=168287&titular=%BFpor-qu%E9-gan%F3-las-elecciones-el-pri
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