Rubén Martín / El Informador, 23 marzo 2013
La corrupción de la clase gobernante no es un asunto nuevo. En la historia de la Nueva España está confirmada la venalidad de los cargos públicos, es decir la compra de puestos de gobierno por particulares, quienes veían en dichas operaciones la oportunidad de enriquecerse.
La corrupción continuó en el México independiente: “Santa Anna, Manuel Escandón y socios se enriquecieron rápidamente gracias a varios contratos para la reparación de caminos que unían México, Cuernavaca, Querétaro, Guadalajara, Zacatecas, Veracruz, Puebla y Jalapa. También por la concesión del derecho de peaje y la del servicio postal” (Francisco Pineda, La irrupción zapatista. 1911, ERA, 1997). Durante el porfirismo políticos denominados “científicos” (los tecnócratas de la época) hicieron negocios al amparo del poder. Qué decir de los generales revolucionarios, quienes amasaron fortunas como pago por sus servicios prestados a la nación.
Los modos y formas de la corrupción se ampliaron y crecieron durante la época dorada del autoritarismo priista. La corrupción se multiplicó en el periodo neoliberal, al amparo de las privatizaciones que permitieron la acumulación de capitales con una facilidad no vista en décadas.
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http://rubenmartinmartin.wordpress.com/2013/02/23/la-astucia-de-los-corruptos/
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