Bernardo Barranco V.
Escena en la Plaza de San Pedro al momento de salir el humo blanco de la Capilla Sixtina, indicando que había sido electo el Papa que sustituirá a Joseph RatzingerFoto Ap
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na gran sorpresa ha causado el nombramiento de Jorge Mario Bergoglio como nuevo Papa. No figuraba entre la lista de los favoritos papables de los medios de comunicación.
Cuando de la chimenea de la Capilla Sixtina emanó el humo blanco, se pensaba que los cardenales habían llegado a un rápido y amplio consenso, necesario para respaldar las delicadas tareas del próximo pontífice. Unidad había sido el mensaje central del cardenal decano Angelo Sodano, representante del ala burocrática más cuestionada por sus niveles de corrupción y abuso de poder. Sin embargo, cuando se da a conocer el nombre del cardenal argentino Bergoglio, surgen de inmediato muchas interrogantes y serias preocupaciones. Primero, la edad; es un papa viejo con 76 años, casi como lo fue Ratzinger en el pasado cónclave. Ronda entonces el fantasma de un nuevo pontificado de transición o, por el contrario, los cardenales no apuestan por el largo plazo. Significa que las divisiones y las rupturas palaciegas en el Vaticano no alcanzaron a resolverse y probablemente se no se resolvieron, sino más bien se postergaron.
No es uno de los mejores representantes de AL
Por primera vez América Latina tendrá un pontífice, pero no a uno de sus mejores representantes. Elegir a un Papa de América Latina no significa optar por una persona de avanzada. Haber elegido a un jesuita tampoco significa una apertura al progresismo católico ni intelectual. Bergoglio tiene fama de ser conservador. Roberto Blancarte escribió a finales de febrero un artículo titulado ¿Un Papa latinoamericano?, en el que advertía el perfil ideológico ultraconservador de la enorme mayoría de los obispos, en los siguientes términos: Hay muchos de ellos con turbias historias que los ligan a golpes de Estado militares, otros protegieron y ocultaron a pederastas y muchos son el prototipo de lo que los católicos ya no quieren para su Iglesia: un cardenal conservador, incomprensivo de las dificultades y dilemas que enfrentan los fieles, sobre todo las mujeres, y poco preocupado en la práctica por los temas de justicia social o los derechos humanos.
Bergoglio no es, ni de lejos, un jesuita representante de la corriente renovadora de la orden religiosa que es la más importante de la Iglesia católica. Por el contrario, se distinguió por denunciar al padre Pedro Arrupe como marxista y representar un polo conservador dentro de la compañía. Igualmente, numerosas investigaciones documentales comprometen seriamente el comportamiento de Bergoglio y de la Iglesia argentina durante los golpes y dictaduras militares y la guerra sucia en aquel país. Para muestra un botón.
El periodista argentino Horacio Verbitsky es autor de 20 libros, entre los que destaca el último: La mano izquierda de Dios. La última dictadura (1976-1983), en cuyo texto pone en entredicho la actual posición que el ahora papa Francisco asume frente a la dictadura militar. En torno a las consecuencias del golpe de 1976, Bergoglio sostuvo que los hechos se fueron conociendo de a poco de todo lo que estaba pasando. Al principio se sabía poco y nada, llegó a decir; a pesar de ello, la documentación y testimonios de casi todos los obispos argentinos lo contradicen, pues de inmediato registraban por escrito las atrocidades y atropellos cometidos por los militares en materia de violencia y violación de los derechos humanos.
Jorge Bergoglio durante la celebración de una misa en Buenos Aires. Imagen proporcionada por el diario ClarínFoto Reuters
Bergolio ha sido señalado como colaboracionista de la represión militar, ha sido denunciado y manchado por las acusaciones de los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics, quienes le imputan haberlos entregado a los militares, así como la desaparición de muchos otros catequistas. Por el contrario, el cardenal Jorge Bergoglio asume la defensa y restitución de su maltratada imagen con la publicación de un libro autobiográfico: El Jesuita, en el que pretende defender y justificar su desempeño como provincial de la Compañía de Jesús, entre 1973 y 1979.
Fortunato Mallimaci, doctor en sociología y especialista en la historia del catolicismo argentino y las distintas formas de religiosidad popular, sostiene que el cardenal Bergoglio es una persona de formas finas y hasta delicadas, pero su actuar es implacable, especialmente contra sus adversarios. Frente a la discusión de la ley de matrimonio igualitario, calificó el comportamiento del arzobispo primado de Buenos Aires como nefasto. Cuestiona su liderazgo natural entre la conferencia episcopal: Hay cualquier cantidad de obispos que están en contra de que Bergoglio sea el jefe simbólico, mediático o material de la oposición. Pero no se animan a decirlo y hablan por debajo. El miedo predomina sobre la libertad o la posibilidad de hacerlo público. Igualmente, existen expedientes abiertos sobre los encubrimientos a sacerdotes pedófilos.
Seguramente en estos días circularán con detalle las historias de silencio y complicidad de Bergoglio con los militares en Argentina. De hecho, ya circulan en Twitter testimonios y denuncias de un pontífice que en su país ha levantado posturas encontradas a su desempeño. Otro dato a corroborar es su frágil estado de salud. Padece de sus pulmones y sufre ciertas dificultades respiratorias que le han venido alterando el tono de voz.
Puede ser un Papa muy cuestionado. Con un expediente así, de claroscuros, la pregunta de fondo es con qué capital moral un actor así podrá sanear la curia romana, corregir las corrupciones clericales. La pregunta concreta es: ¿se habrá equivocado Dios en la elección del Papa o el Espíritu Santo abandonó la Capilla Sixtina?.
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