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Por: Lydia Cacho - marzo 1 de 2013 - 0:00
Cacho en Sinembargo, COLUMNAS - 53 comentarios
Llama la atención que esta semana en los medios dos rostros y dos historias han ocupado las primeras planas. La renuncia del Papa Joseph Ratzinger y la detención de la profesora Elba Ester Gordillo, la más poderosa líder sindical en México. Sus liderazgos son muy similares, ninguno de los dos es carismático, en nueve de cada diez fotografías descubrimos en él y ella miradas aviesas, desconfiadas. Muecas de desprecio hacia sus interlocutores. Uno se apropió con poco éxito la máscara de la santidad, la otra sólo intentó sin éxito cambiar la máscara de su piel.
Resulta curiosa la reacción de millones de fieles respecto a la renuncia de Ratzinger al papado. Este hombre no solamente protegió al gran pedófilo Marcial Maciel, por intereses meramente económicos y de poder. También se convirtió en el más poderoso encubridor de abusadores sexuales de niños y niñas en la historia. No podemos olvidar que es el líder político de un Estado. El Vaticano no es una iglesia, es una Ciudad-Estado soberano que se rige bajo sus propias leyes civiles. Y, según la mitología católica, el Papa es heredero de San Pedro. Así, el Papa es un político con gran influencia internacional que, utilizando su investidura de intermediario entre Dios y los seres humanos, trabaja afanosamente para imponer su religión y su manera de pensar; es decir, sus valores. Y si los valores de Ratzinger incluyen la protección de quienes violan a millones de niños y niñas en todo el mundo, sus valores son los de un pedófilo que según el código penal, es un delincuente. Porque la pedofilia no es solamente un abuso sexual, sino la imposición de poder de un adulto sobre una niña o niño indefenso, es la apropiación del otro; dicho en términos cristianos: la apropiación del alma y la voluntad infantil.
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http://www.sinembargo.mx/opinion/01-03-2013/12910
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