Español: Familias de la Caravana del hambre en el Zócalo de la Ciudad de México (Photo credit: Wikipedia) |
Por: Víctor M. Quintana S.
La palabra “Cruzada” no es de mi agrado, tal vez por su cercanía fonética, pero también de significado, con “coartada”. Las Cruzadas fueron la gran coartada de los señores feudales de Europa Occidental para allegarse recursos en el Medio Oriente; con el pretexto de rescatar los Santos Lugares se reclutó a miles de gentes hambrientas unas, sedientas de aventura y de riqueza otras, para ir a atacar a los sarracenos cuya cultura había llegado en muchos aspectos mucho más allá que la Occidental. De la avaricia de los cruzados quedaron testimonios muy vivos en el saqueo al que se sometió al Imperio Bizantino en Constantinopla.
Por eso cuando Peña Nieto lanza su “cruzada contra el hambre”, luego de haber lanzado su “Pacto por México” no puedo dejar de pensar cuál es la coartada detrás de ella. Porque ha de verse, en primer lugar, que en este país desde hace mucho tiempo las políticas públicas han desplegado una auténtica cruzada, pero no contra sino a favor del hambre. Veamos sólo las más evidentes:
No hay que ser tan injustos contra el neoliberalismo. Si bien las medidas de ajuste estructural promovidas por él han contribuido en buena manera a la expansión del hambre en nuestro país, había políticas anteriores que también la propiciaron. Se trata en primer lugar de toda la política de despojo oficializado, legalizado o cuando menos de “laissez-faire” en contra de los pueblos indios. La invasión de sus territorios, la apropiación por parte de extraños de sus recursos naturales, como sus bosques, sus aguas, sus tierras, la explotación inmisericorde de sus territorios dese la conquista y la colonia hasta el México contemporáneo, es la causa histórico-estructural más profunda del hambre que se vive en los 400 municipios ahora elegidos por la cruzada peñanietesca.
Ahora se les va a dar de manera asistencial lo que se les ha quitado durante más de 400 años y no se ve en el horizonte ninguna política para resarcirles sus capacidades productivas, sus medios de producción; ninguna política contra la impunidad de los conquistadores actuales: mineras, constructoras de represas, empresas madereras y turísticas, etc. Uno de los resultados de todo esto: en 2006 uno de cada tres niños indígenas menores de 5 años (33.2%) sufría malnutrición crónica, frente uno de cada diez niños no indígenas
Desde 1982 los salarios se empezaron a controlar con mano férrea en este país, esto sí como producto de las medidas de ajuste estructural de la economía inspiradas por los neoliberales. Desde entonces la cantidad de comida que se puede adquirir con un salario mínimo ha caído casi en un 80%. Y no hay ningún presidente desde De La Madrid hasta Peña Nieto, pasando por los panistas Fox (todavía?) y Calderón que haya siquiera buscado detener la caída libre de los salarios. Pagar poco por el trabajo es una política sin duda incentivadora del hambre, al punto que en el país ya hay 28 millones de personas en pobreza alimentaria, más que nunca en nuestra historia en números absolutos.
Un tercer componente de “La cruzada a favor del hambre” es la terrible política agroalimentaria de los últimos cinco gobiernos federales. Desde que se inició la apertura comercial al extranjero a mediados de los años noventa se tomó una decisión históricamente entreguista: se prefirió importar alimentos porque a la corta sale “más barato” que producirlos acá. El resultado: ya compramos al extranjero, sobre todo a los Estados Unidos 4.3 kilos de cada 10 kilos de comida que consumimos. Esto ha redundado además en la quiebra de cientos de miles de pequeños y medianos productores del campo, zona en donde la pobreza alimentaria ha crecido mucho más. Esto se agrava porque, a pesar de que se importan alimentos supuestos baratos, sólo los pagan a bajo precio los oligopolios de la distribución como las grandes cadenas comerciales y los consumidores finales siguen enfrentándose a la carestía sin fin.
Un cuarto factor de la cruzada por el hambre de los más recientes gobiernos federales tiene cuando menos dos puntas: por un lado, el acaparamiento de aguas, tierras y apoyos gubernamentales por unos cuantos productores ricos, muchos de ellos orientados a la exportación. Y, por otro lado, la endeble política seguida en contra del maíz transgénico que arriesga con entregar la producción y reproducción del más importante grano de la alimentación mundial a la trasnacional
Si el gobierno de Peña Nieto no lleva a cabo primero que nada acciones decididas para desmantelar esta ya treintañera “Cruzada a favor del hambre”, su nueva cruzada será puro asistencialismo y demagogia. Si no ataca las causas de raíz del hambre que aqueja a una tercera parte de la población del país, si no maneja el problema de la alimentación con integralidad, si no compacta la multiplicidad de programas sociales y procede a transformar la política salarial, la cruzada dejará a los pobres alimentarios del país como los cruzados a los habitantes de Constantinopla.
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