Guillermo Almeyra
La Jornada
Domingo 2 de Diciembre 2012
Morena se constituyó como partido, con la firme intención (sincera en el caso de Andrés Manuel López Obrador y de la inmensa mayoría de sus afiliados) de ser un partido diferente de todos los otros partidos electorales de México por su moral y sus usos y costumbres.
Desgraciadamente, las intenciones de los fundadores y primeros militantes de un movimiento de masas no bastan para preservar la pureza y la nobleza de su momento fundador. Recientemente, y en nuestro país, ahí está el ejemplo mismo del Partido de la Revolución Democrática por el cual estaban dispuestos a combatir armas en mano, contra el fraude de 1988, centenares de miles de trabajadores mexicanos. Quienes aceptaron entonces de hecho la imposición violenta del gobierno del Innombrable se justificaban creyendo sinceramente que así evitarían el derramamiento de sangre de los sectores populares pero los 500 asesinados poco después, más las decenas de miles de asesinados por los gobiernos siguientes del PRI-PAN, así como los millones que tuvieron que irse del país por falta de trabajo digno, probaron en pocos años que la peor opción posible y sin duda la más sangrienta resultó ser el suicidio de la esperanza que naciera con el PRD en 1988 y la transformación del nuevo partido en uno más del corrupto sistema partidista burgués mexicano. Los demócratas sinceros que dieron origen al PRD jamás pensaron, en efecto, que se transformaría en lo que es hoy y los ex socialistas antiestalinistas que se disolvieron en un partido con programa, estructura y objetivos capitalistas (sin entender que el peor crimen de Stalin y de sus seguidores fue promover y practicar la colaboración de clases a escala internacional y en cada país) pensaban que podrían influir en la orientación del nuevo partido, no que serían digeridos por éste.
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http://www.jornada.unam.mx/2012/12/02/opinion/024a1pol
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