1 de noviembre de 2012

Pablo Gómez: Aliancismo gubernamental (Caso PAN-PRD)

(título desconocido):



Pablo Gómez: Aliancismo gubernamental (Caso PAN-PRD)





Existen en el país algunos gobiernos locales que fueron productos de alianzas entre el PAN y el PRD. Esta peculiar situación fue debatida en el momento de los pactos electorales. Hoy, sería conveniente discutirla a la luz de la situación política de tales estados.


En Puebla no existe alianza alguna de gobierno mientras en Sinaloa hay una alianza gubernamental ficticia y engañosa. En ambos estados los gobernadores hacen lo que quieren y pueden sin que sus actos sean resultado de la aplicación de algún programa pactado o de una corresponsabilidad de gobierno.




Pero mientras en Puebla el gobernador es militante del PAN, en Sinaloa no pertenece a partido alguno en el momento actual. La pregunta es ¿para qué las alianzas electorales entre derecha e izquierda si no hay alianza de gobierno? Cualquiera pensaría que, como en otros países, también en México los compromisos previos a una elección se mantienen durante la gestión gubernamental o sencillamente se rompe la alianza debido a contradicciones posteriores. Pero en México no ocurre nada de eso. Somos como el País de nunca jamás.


El problema no lo tiene el gobernador sino su estado y los partidos políticos que le apoyaron. La situación política es por completo anómala, la confusión es creciente, la ausencia de opciones políticas reales se va decantando a favor de la oposición formal que es el PRI, contra quien se hizo la alianza que no existe como mecanismo de gobierno.


El tema de las alianzas electorales del PAN y el PRD no tiene que ver sólo con la situación nacional, con la evidente contradicción de una izquierda que hace pactos pretendidamente perdurables y formales con un partido que abandonó durante 12 años la lucha por la democracia y ejerció la Presidencia de la República de espaldas a su propio proyecto político democrático. El tema también está relacionado con la gobernanza local, con la orientación política del gobierno del Estado, con las relaciones entre políticos al margen de la acción pública concreta y concertada.


Nada nuevo ha ocurrido en Puebla pero tampoco en Sinaloa. Las inercias son las que rigen las agendas gubernamentales de personas que ejercen el poder más preocupados por ellos mismos que por las reformas que son necesarias. El aliancismo electoral entre derecha e izquierda está tan en crisis como los gobiernos que fueron formalmente pactados pero que no son producto de pacto alguno.


Un gobernador puede ser tan malo o tan bueno como la gente lo compare con algún antecesor, pero en eso no consiste el propósito de una alianza electoral sino en el programa que se va a aplicar. Para la izquierda la situación es tanto peor ya que no está en la oposición y tampoco está en el gobierno por más que unos cuantos de sus miembros tengan cargos públicos. Existe una diferencia esencial entre formar parte de un gobierno y tener militantes como funcionarios. Esto lo puede entender cualquiera.


Lo peor de todo es que la lucha política sufre de perversiones, en especial cuando se finge. No existe manera alguna de tomarse las cosas en serio, de integrar gobiernos que se rijan por sus programas electorales y sus compromisos de carácter político. Cada seis años la gente va a votar con la esperanza de que las cosas mejoren y, cuando algo cambia en buen sentido, se encuentra frente a un acontecimiento singular que no forma parte de la aplicación sistemática y concienzuda de un programa de gobierno.


Una buena pregunta es ¿para qué sirven entonces los partidos políticos? Sería mejor que algunos sinaloenses la respondieran sin alegorías.




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