22 de noviembre de 2012

Israel, una fábrica de fanáticos

Israel, una fábrica de fanáticos:
El difícil entender cómo un pueblo que sufrió el mayor holocausto de la historia de la Humanidad puede albergar tanto odio hacia otra comunidad. Estas imágenes muestran qué grado de irracionalidad inunda aquella sociedad. Es posible que el fanatismo religioso sea una de las causas. Israel no es un Estado, no es un país, no es un colectivo de seres humanos. Israel es una fábrica de integristas fanáticos que no tienen otro lenguaje que las armas.





La Franja de Gaza apenas representa el 2% de Palestina. Hasta 1948, era una de las principales puertas de acceso marítimo y terrestre, un espacio próspero, cosmopolita y tolerante impregnado por el espíritu de las ciudades costeras del Mediterráneo. Actualmente, es un gueto superpoblado y sometido a continuas agresiones.

En el desierto de Negev, el Estado de Israel ha construido una réplica de Gaza a tamaño natural, con sus calles y mezquitas. El escenario se levantó entre 2004 y 2006 y costó 45 millones de dólares. En su interior, se preparó la Operación Plomo Fundido. Los soldados israelíes fueron instruidos para enfrentarse contra una población hostil, obedeciendo a unos oficiales que les instaban a “actuar sin inhibiciones morales”.

Antes de la Operación Plomo Fundido a finales de 2008, el Tsahal encadenó una serie de campañas militares contra la Franja de Gaza, con los nombres “Primeras Lluvias”, "Lluvias de Verano” y “Nubes de Otoño”.

Los generales israelíes querían conocer las reacciones de la opinión pública internacional ante el uso su poderosa maquinaria bélica contra los palestinos. Salvo una indignación previsible, no sucedió nada significativo. Satisfechos, los militares incrementaron la escalada. Desde el 2000, se calcula que el ejército israelí ha acabado con la vida de 4.000 palestinos, la mitad mujeres y niños.

Los datos varían de un año a otro, de acuerdo con una progresión ascendente. Sólo en 2006, murieron 661 palestinos, de los cuales 141 eran niños. Esa cifra triplica la del año anterior, según la organización israelí por los derechos humanos B’Tselem, que acusa al gobierno de no establecer diferencias entre objetivos militares y civiles.

Fragmento de un artículo de Rafael Narbona


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