Los últimos eventos de Calderón, como su sexenio entero, han estado envueltos en la protesta y repudio no sólo contra su fallida estrategia anti crimen, sino contra su persona. En San Luis Potosí fue increpado por una señora quien pedía localizar a sus familiares secuestrados, la inoperancia de Províctima le fue señalada; también en Tamaulipas cientos de personas protestaron contra él.
Las elecciones presidenciales y el descontento contra la figura de Peña Nieto significaron un alivio para Calderón, quien vio los reflectores alejarse de su persona y su nefasta guerra contra el narco. El presidente del desempleo, de los muertos y desplazados, prepara ya su exilio en alguna ciudad de Estados Unidos, donde querrá dar clases en alguna universidad, siguiendo los pasos de Zedillo.
Ahora que el torbellino electoral comienza a disiparse, Calderón vuelve a estar en el centro de las críticas; tanto por su ineficiencia como gobernante como por su autoritarismo como persona, de la que han dado cuenta hasta los militantes de su propio partido. La de Calderón fue una presidencia de simulaciones; desde los catarritos que se volvieron vendavales económicos, el Estado de excepción durante la crisis de la influenza, la pérdida de empleos, los constantes préstamos a los organismos internacionales hasta la trágicamente célebre guerra contra el narco cuyo saldo completo aún es difícil de vislumbrar.
Eso y más nos deja Calderón:
La tortura como método de investigación, la violación sistemática de derechos humanos por militares impunes, un Chapo Guzmán que se codea con los millonarios del mundo, los monopolios de la telefonía y de televisión intactos…el despilfarro avergonzante de recursos públicos en la promoción de la imagen de los funcionarios, el asesinato de periodistas y líderes sociales…la lista es interminable y evoca los gobiernos priístas y las épocas más oscuras de nuestra historia “democrática”.
Como rezaba una pancarta en Tamaulipas, sostenida por una víctima indirecta más de la violencia, los que pierden a sus seres queridos: “Vamos a descansar de ti, asesino”.
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