10 de octubre de 2012

MARTIN VELEZ: EL LAZCA Y EL TURBANTE DE MORELOS.


EL LAZCA Y EL TURBANTE DE MORELOS.
Poco más de setenta días, de febrero a mayo de 1812,  duró el sitio de Cuautla, que fue quizá la batalla que le hizo merecer al cura José María Morelos el grado de Generalísimo. El angustiante sitio que logró fundir a la historia con la leyenda: Ahí nació a la historia y a la leyenda Narciso Mendoza, “El Niño Artillero”; ahí se defendió Cuautla con mentadas de madre, que también duelen, y ahorran parque.
Con siete mil soldados bien avituallados Félix María Calleja cercó en Cuautla al famélico Ejército Libertador del Sur, comandado por Morelos. Mientras duró el sitio, la situación se volvió desesperante. Calleja mandaba partes al virrey, informando que era cuestión de tiempo para que llegara a la capital con Morelos preso, o cadáver.
Pero pasaron semanas y meses y Calleja no llegó con el ansiado trofeo. Muy al contrario, el 2 de Mayo, el ejército de Morelos logró romper el cerco. Se consumó así una de las hazañas militares más relevantes de la Guerra de Independencia, con la que el ejército independentista agarró cuerda para otros tres años de duro y dale contra los realistas. Calleja entró a una Cuautla derruida, pero no se fue con las manos vacías: En la cuidad martirizada quedó un baúl con enseres personales de Morelos. En ese baúl dejó el Generalísimo su uniforme de gala, que fue el máximo trofeo logrado por Calleja (si la memoria no le falla a este tecleador, se trata de las históricas prendas que se exhiben actualmente en el Castillo de Chapultepec).
Calleja llegó a la capital novohispana no con Morelos, pero sí con su precioso uniforme. Este hecho dio pasto para que los ácidos comediantes de entonces agarraran de bajada al jefe del ejército realista. En alguna pieza teatral, representada por aquellos días, se reproducía el siguiente diálogo, haciendo sorna de Calleja:
                            -              “Aquí está el turbante del moro que prendí.”
                               -              “¿Y dónde está el moro?”
                               -              “…ese se fue.”
Así ha consignado la historia uno de los pasajes de la Guerra de Independencia. Algo parecido está pasando con la historia actual, fundida también con leyenda, en el relato oficial de la presunta muerte de Heriberto Lazcano Lazcano, “El Lazca”, jefe de los zetas que dice el gobierno haber “abatido”.
Dice el gobierno que lo mató, pero que no está el cuerpo porque un “comando armado” se lo llevó. O quizá el cadáver salió caminando en compañía de varios sujetos fuertemente armados. Todo lo que el gobierno federal ha enseñado son fotografías de un supuesto cadáver (sin orejas).
No tenemos entonces al terrorífico jefe zeta, pero tenemos unas fotos. Así entonces podemos parafrasear el viejo diálogo teatral:
-          Aquí están las fotos del muerto que maté.

-          ¿Y dónde está el muerto?

-          …ese se fue.

Será acaso que estamos ante el caso de un muerto bastante saludable, que los hay


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