Vivimos en la era de la inseguridad nacional. La agresión como vínculo de la paz lo que el PRI-AN ha creado a nuestro alrededor. “Diálogo con la sociedad” dice Calderón, pero sordo porque no sólo las acciones federales han siso ineficaces para detener la violencia sino que la han motivado.
La agresión a la agresión, oscuro hosco panorama.
La proliferación de reclusorios donde impera la injusticia la inmundicia que imposibilita la regeneración. Un enorme gasto social que se convertirá, para variar, en negocio ¿Por qué no proponer o considerar algo más prometedor algo más enaltecido humanamente hablando para combatir el llamado crimen organizado, cuyos recursos alcanzan altos estratos del poder federal sin mostrar su verdadera faz?
Los inconformes ante imposición de Peña haiga sido como haiga sido, deben ser guiados por los estudiantes por los pacifistas por la organización ciudadana en pie de protesta. Pues la violencia nunca ha llevado a los pueblos a puerto seguro.
Llega el que no claudica luego de sortear las múltiples tormentas.
La lucha del líder tabasqueño que representa a la coalición ciudadana en pos del progreso, es pacifica de raíz, rechaza la violencia. Su visión, su concepción, es juarista. No confundan ni se espejeen ante el pueblo que ya los conoce.
La verdadera realidad es que el aparato en el poder—sutil o directamente-- represivo del cambio, del avance socioeconómico de la mayoría, apoyado por las mentalidades individualistas que criaron, son quienes sostienen una constante agresión contra la cabeza que enarbola la transformación nacional, una guerra de odio mediática directa contra la persona incorruptible de Andrés Manuel, a quien miran como amenaza para la continuación de sus inmorales chanchullos diseminados entre la pompa y formalismos demagógicos.
Esta agresión es personal, no es política ni partidista. Es contra un líder en específico que representa la auténtica oposición.
Humanos que caen en la categoría mencionada en el párrafo anterior me han expresado “Jane, si hubiera sido Marcelo, lo hubiéramos apoyado”. –“No lo dudo, pero fue la gente quien no lo apoyó—le dije a uno de ellos y pronto agregué—Ah…se me olvida que la opinión del pueblo para ustedes no cuenta…”.
La lucha no acaba. El anhelo de instaurar la ética nacional se aviva, se va consolidando como parte de la cotidianidad colectiva congruente con la íntima. Es muy satisfactoria la silenciosa trayectoria interior de principios sólidos sin quebranto que defiende que protege que exige los derechos humanos civiles y políticos de los que hemos carecido.
Por ello, AMLO sigue y seguirá siendo ejemplo, porque su liderazgo ha permeado, ha generado la consciencia que reclama esas garantías y derechos. Tal perseverancia para servir para ayudar a la gente, como lo hizo y asentó ejemplo para sus pupilos Ebrard y Mancera en la capital de la República, lo impulsa e impulsará para insistir en obtenerlos para el resto de la nación.
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