6 de julio de 2012

Peña Nieto Presidente, vociferan los demócratas del sistema. PAGADOS CON CONTRATOS DE PUBLICIDAD

Peña Nieto Presidente, vociferan los demócratas del sistema.:




Prurito incandescente por declarar a Enrique Peña Nieto presidente, fue manifiesto desde las seis de la tarde del pasado domingo electoral.  Las televisoras no dejaron en el espectador espacio para la duda, para la réplica, o para la insolencia maltrecha de sospechar, ni siquiera inferir que el galán de galanes no fuera a todas luces presidente electo.


Josefina Vázquez Mota, en heroico acto de “palerismo” no esperó que el PREP se aproximara siquiera al 1% de las casillas computadas para declararse derrotada.  Acción Nacional tenía calculada con frialdad la derrota, el tercer lugar según Gustavo Madero, lo que demuestra que la campaña anti-EPN fue una llana simulación de contraste y de  geometría política, donde cada vez es más evidente el paralelismo político. El PRIANISMO, que le llaman.

Andrés Manuel López Obrador, esperará los resultados oficiales, postura que comunicó de inmediato después del mensaje del IFE y Calderón,  ambos plagados de parcialidad priísta;  el mensaje del líder de las izquierdas aconteció en una lamentable conferencia de prensa donde seguidores acérrimos de AMLO incomodaron a la prensa. Al parecer la izquierda está documentando casillas donde hay  discrepancias entre los resultados de sus representantes y los datos publicados por el PREP. Suman 113,855 casillas con irregularidades de un total de 143 mil instaladas.

Los medios, los intelectuales orgánicos, el gobierno y ciudadanos contrarios a la izquierda caótica, irreverente y en resistencia permanente presionan también a AMLO para que acepte su derrota. Aluden a la transición pacífica, a la  gobernabilidad, y en el fondo a la aceptación de resultados a toda costa. Pero, ¿es posible aceptar elecciones de una tesitura tan viscosa?, ¿es ético presionar para que ninguna fuerza busque el equilibrio democrático?

Los resultados parecen inamovibles, porque se cargó la balanza en escollos legales,  difíciles de comprobar. El voto mal habido no se gestó en la simple tachadura de boletas apócrifas, ni en la manipulación matemática de algoritmos, sino en otras formas igual o más condenables y costosas. La pésima manufactura del fraude de 2006, llevó a maquinar una operación más sofisticada y menos estrepitosa. Una tomada de pelo fácil de transparentar: con recuento sectorial de votos.

Desde su gestión en el Estado de México, Peña desvió fondos públicos para la promoción de su imagen. Conforme pasó el tiempo el acuerdo televisivo, fue más evidente debido a la unión con Angélica Rivera “la Gaviota”.  ¿Quién puede explicar de otra forma los índices de conocimiento del candidato priísta entre la población de todo el país?, ¿y los puntos positivos de su imagen cuando su injerencia más relevante fue la represión sangrienta de Atenco?.

La corta campaña estuvo plagada de sospechas. Un gasto desmedido en publicidad que después fue mesurado, nunca reduciéndose al nivel de los otros contendientes. La cooptación de las mejores y más renombradas encuestadoras, que indujeron el voto a través de la publicación reiterada de un margen de ventaja que variaba entre 12 y 25 puntos porcentuales. Las televisoras, Televisa y TV Azteca, líderes de opinión en la prensa escrita y radiofónica, con mención honorífica para Grupo Milenio, así como otros intelectuales propiedad del sistema, fueron parciales, protectores y benefactores de que las clases medias y educadas (principal fuerza electoral tanto de PRD como de PAN) sintieran desánimo y poca certeza de apoyar a sus partidos. Por último la inmoral compra de votos en comunidades indígenas y puntos estratégicos donde se concentra la población con más bajos recursos, vía tarjetas Monex para retiros en efectivo, o tarjetas de despensa Soriana.

Si AMLO impugna o no, si cierra una calle o no, si acepta el resultado o no, si #yosoy132 y anonymous organizan concentraciones, movimientos y rechiflas, da igual.  La democracia se profanó con heridas tan o más profundas que en otros episodios parecidos. Volvimos a permitir como sociedad un atraco monumental.

Servirán los pronunciamientos de la izquierda y movimientos estudiantiles o justicieros, para que las impugnaciones por las vías institucionales sienten precedentes y obliguen a la construcción de leyes más específicas y rigurosas, controles más férreos y campañas más equitativas, con el riesgo de que nuevas conquistas en la ley electoral sean aplicadas selectiva o ventajosamente en el futuro.

Para los que buscamos la favorable intervención del pueblo en el gobierno, en México persiste la definición donde demócrata es aquél que permite y acepta irregularidades a través de un mensaje demagógico de unidad o de fraternalismo cupular. Aquél que consigne o señale las grietas democráticas, el escéptico, el disidente moral, a ése habrá que darle rechazo instantáneo, porque los artilugios mapachistas, mediáticos, y encuestocráticos de imposición deben pasar desapercibidos o simplemente estar implícitos en la metodología de operación de la República.

La principal defensa popular contra el neoliberalismo de estado debe ser primero haciendo valer los derechos electorales (aunque no sean suficiente para revertir los números), después protegiéndonos y resistiendo colectivamente al previsible despojo que el PRI pretenderá de nuestro derecho a la información, a la libertad de expresión y de asociación.


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