29 de junio de 2012

Treinta y cuatro millones de ciudadanos dudamos de la limpieza y equidad de esta elección. POR Sergio Aguayo

Elogio de la duda...de la limpieza y equidad de esta elección

Sergio Aguayo Quezada, Noroeste.com 



Treinta y cuatro millones de ciudadanos dudamos de la limpieza y equidad de esta elección.

Treinta y cuatro millones de ciudadanos dudamos de la limpieza y equidad de esta elección. Reviso las causas tras la desconfianza y bosquejo formas para reducirla.

Buendía y Laredo encontraron que 43 por ciento de las y los mexicanos creemos que las elecciones en curso serán "poco o nada limpias"; Reforma añade que 38 y 40 por ciento tenemos poca o nada de confianza en el IFE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. La duda está plenamente justificada en el pasado y el presente.


Tenemos una larguísima historia de irregularidades electorales que han evolucionado al parejo que la sociedad. Un ejemplo evidente es el costo en vidas y el uso de la fuerza. En 1910, 1929 y 1940 los muertos se contaron por decenas o centenas (no hay cifras definitivas) y los tres perdedores (Madero, Vasconcelos y Almazán) llamaron a levantarse en armas; al primero le hicieron caso, a los otros dos los ignoraron. En junio de 2012, 83 por ciento rechazamos la violencia como método, pero 48 por ciento aprobamos la protesta pacífica (GEA/ISA).

Comparto la opinión de Santiago A. Canton y Neill Nevitte de que las "elecciones creíbles" son "la piedra angular" del edificio democrático. La credibilidad germina con reglas y leyes interpretadas y aplicadas por árbitros imparciales y profesionales. Sigue entonces que la principal función de los árbitros electorales es dar certidumbre democrática a una elección. Han fallado.

Fundamento el razonamiento comparando dos elecciones polémicas: en 1910 Federico González Garza elaboró el voluminoso y famoso Historial del fraude cometido aquel año. Los diputados que juzgaron la queja del Partido Nacional Antirreeleccionista la rechazaron con 122 palabras que remataban con la frase: "no ha lugar". En 2006 el Tribunal Electoral utilizó 74,778 palabras, desecharon una recopilación igualmente voluminosa de irregularidades. En ambos momentos faltó certidumbre democrática.

En esos y otros casos la autoridad electoral consideró que debía creérsele porque tenía la jerarquía e invocaba leyes. Hubo legalidad pero faltó legitimidad porque fueron incapaces de dar un sustento lógico y fáctico. De hecho, en el último siglo la autoridad electoral jamás ha presentado una versión total y convincente sobre las elecciones presidenciales controvertidas. Con ese pasado se justifica la duda presente.

Las irregularidades de este año son diferentes a las anteriores. Hasta 1988 las manipulaciones de la voluntad popular se orquestaban desde una coordinación central en cuya cúspide estaba el Presidente. Para 2006 el presidencialismo se había resquebrajado tanto que diversos actores fueron tomando decisiones autónomas para apoyar a Felipe Calderón con acciones ilegales. Lo que observamos este año es un retroceso parcial por la coordinación entre el PRI de Enrique Peña Nieto, Televisa y un grupo de gobernadores.

En otras palabras hay evidencia de un acuerdo explícito entre Televisa y Peña Nieto que provocó un manejo intencionado de la información; prolifera la compra y coacción del voto y el dispendio de recursos es tan grande que es probable que se haya rebasado el tope de campaña. Frente a estas realidades la trinidad arbitral exhibe su tibieza e impotencia. El IFE fiscalizará el gasto en los 1,600 autobuses utilizados por el PRI para trasladar multitudes al Estadio Azteca. ¿Lo hará con los 2 mil autobuses empleados en Mérida o en otros mítines?

Las autoridades electorales responden invocando la legalidad y prometiendo oportunidad en los resultados y un grupo de analistas exigen respeto a las instituciones electorales y responsabilizan a Andrés Manuel López Obrador de polarizar el ambiente, aunque guardan silencio a los reclamos similares que salen del panismo. Es un reduccionismo muy elemental porque no requerimos de candidatos para constatar la pobre calidad de los comicios que vivimos.

Reitero lo escrito en algún texto anterior. El domingo veremos tres elecciones simultáneas: la primera es moderna, impecable y modélica; la segunda se conforma por los centenares de miles de tianguis donde se negociarán votos o se amenazarán a los pobres; y en la tercera mandará el crimen organizado. La opinión sobre estos comicios dependerá de la valoración que el observador haga de los tres Méxicos.

Lo ideal sería que, después de concluido el proceso electoral, los árbitros preparen un informe integral con los puntos positivos y negativos de esta elección. Tienen dinero, inteligencia y tiempo. Por ahora, me siento seguro al proclamar mi desconfianza por la limpieza de esta elección. Dudar con información fiable es ejercer responsablemente las libertades.


La miscelánea

Los porcentajes finales de las elecciones podrían estarse definiendo en estos momentos. De acuerdo con una investigación de Alejandro Moreno, en 2006, 10 por ciento de indecisos decidió su voto en la última semana y 8 por ciento lo hizo el día de la elección. Así pues, esperemos al domingo por la noche para saber quiénes nos gobernarán los próximos años.


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