18 de abril de 2012

Martin Velez: DURITOS Y BLANDITOS, ABRAZOS Y BALAZOS.

DURITOS Y BLANDITOS, ABRAZOS Y BALAZOS.




Eso de enfrentar a la delincuencia organizada con abrazos, no con balazos, suena igual de mamila que lo de la “República Amorosa”. No ha faltado, entre los sesudos analistas políticos, quien ha calificado la propuesta de López Obrador como una nueva jalada hippie;  o  en el mejor de los casos, como una simple ocurrencia, oootra. ¿Abrazos, no balazos?  ¡No manches, pinche Peje!


Sin embargo, la simple frase “Abrazos, no balazos” puede tener más fondo del que aparenta. Estas líneas pretenden abundar un poco sobre el significado de esta frase, en cuanto a las posibilidades del Estado y la sociedad para enfrentar la amenaza de la delincuencia organizada. Veremos como el enfoque que Andrés Manuel ha expresado, mediante esas tres simples palabras,  sobre la solución del problema del crimen organizado, está lejos de ser una frase facilona, como para salir del paso.



Joseph Nye,  profesor norteamericano, además funcionario de la administración Clinton,  acuño el término “poder blando”, para referirse a las instituciones de gobierno capaces de propiciar el desarrollo económico, político y social de las comunidades. Referido el término a la política exterior norteamericana, el profesor Nye abogaba por que los Estados Unidos procuraran cumplir sus objetivos de política exterior, señaladamente la minimización de los riesgos para su seguridad nacional, apoyando más a las instituciones de “poder blando”, en contraposición a las de “poder duro”; siendo éstas últimas, el ejército, la marina, las agencias de espionaje, en fin, todo tipo de fuerza coercitiva. El modelo del poder blando lo representa el Plan Marshall, aplicado en Europa tras la Segunda Guerra Mundial.

Vino, después de Clinton, la administración Bush, con su poder duro, queriendo erradicar la “amenaza terrorista”, y, después de una costosísima guerra que aún no termina, el mundo es hoy mucho más peligroso que antes; mientras la “amenaza” ha aceptado el mandato divino de crecer y multiplicarse. Resulta pues que utilizar el poder duro, así nomás por que sí, puede resultar contraproducente.

Aplicando las categorías del profesor Nye , aceptadas incluso por el conservador, casi arrepentido, Francis Fukuyama (América en la Encrucijada. Ediciones B, 2007) podemos clasificar a los políticos en dos tipos: duritos y blanditos. Los duritos son los proclives a utilizar preponderantemente las instituciones de “poder duro”: ejército, policía, sistema carcelario y demás organismos de represión y coerción.  En este tipo encontramos a políticos como George Bush, Pinochet, Felipe Calderón, por mencionar sólo a tres, bastante representativos. Por el lado de los blanditos encontramos a Bill Clinton, Lula da Silva, Obama. No se afirma aquí que los políticos blanditos dejen de utilizar las instituciones de poder duro, sino que el énfasis de su política se concentra en las instituciones “blandas”: salud, educación, de fomento al desarrollo económico y político, etc.

Cuando a un político “durito” se le plantea un problema de seguridad, sea éste producto de una amenaza interna o externa, la respuesta automática es siempre la misma: más ejército, más policía, más cárceles, más espionaje, más fichas policiacas (en Sonora, con el pretexto del reparto de uniformes escolares, ficharon a todos, ¡a todos!, los alumnos de educación básica; esos pillines, con su carita de inocencia, algún día serán sicarios; lo bueno es que ya están fichados). Los resultados de tal política “durita” son de sobra conocidos: mientras más policía, más inseguridad; mientras más ejército, más violaciones a los derechos humanos; mientras más cárceles, más delincuencia profesional.

La frase “Abrazos, no balazos” ubica a Andrés Manuel del lado de los “blanditos”. La profundización de la política de programas de apoyo social, aplicada en el Distrito Federal desde la administración de López Obrador, ofrece evidentes frutos en materia de seguridad. El  Distrito Federal es hoy una de las entidades más seguras de la República Mexicana, en mucho, gracias a la aplicación de políticas de “poder blando”: apoyo a adultos mayores, becas para todos los estudiantes de educación media superior; uniformes y útiles escolares gratuitos (sin ficha policiaca), becas para discapacitados y para madres solteras; rescate de amplias zonas urbanas para el fomento de su vocación turística, señaladamente el rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México; promoción del empleo cooperativista. En fin, pegando en la banda del desarrollo económico y social, la bola, en carambola, pega en la banda de la seguridad pública, y pega bien.

Ahí están, a la vista de quien quiera verlos, los resultados de una política de “abrazos, no balazos”.  Resultados evidentes de una política que esta lejos de ser una jalada hippie. Son las instituciones de “poder blando” atendiendo las causas de la violencia. No es mediante la aplicación irracional del poder duro, de suyo desparramador de violencia, como se encontrará la solución a la crisis de seguridad.
Para los mexicanos ha sonado la hora del poder blando. Suena la hora de la educación, la salud, el empleo remunerador; la hora de los abrazos de la justicia social. Ha sonado la hora del cambio verdadero, la hora de López Obrador.

#AMLO2012

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