23 de abril de 2012

DEL CORREO: Por qué el miedo al PRI?

Por qué el miedo al PRI?:
El miedo al PRI Pedro Miguel En su horrible sintaxis, el domingo, en Boca del Río, Veracruz, Enrique Peña Nieto atribuyó los ataques de los adversarios” “a quien tanto temor le tienen, a quien tanto les preocupa, al mejor partido de México: al Partido Revolucionario Institucional”.

Se quedó corto, No es temor, sino terror, pánico, lo que inspira a la mayoría de la ciudadanía con memoria la perspectiva de un retorno del PRI al poder federal. Para enumerar sólo a partir de un punto de quiebre: tal vez Peña Nieto no sepa, o no quiera recordar, que fue el PRI el que desencadenó una represión feroz y criminal contra estudiantes inermes en 1968. O que fue su partido el que gobernaba cuando Luis Echeverría y José López Portillo emprendieron la guerra sucia que dejó miles de muertos y centenares de desaparecidos, y que mientras ambos ex mandatarios condenaban a las dictaduras militares del Cono Sur, decenas de secuestrados por las fuerzas
oficiales eran arrojados al mar en vuelos de la muerte que despegaban de la base naval de Icacos, en Acapulco. 
O que por años funcionó, en el Campo Militar Número Uno, una cárcel clandestina semejante a las establecidas por
los gorilas chilenos y argentinos en sus respectivos países.
 
Cómo no va a inspirar miedo el retorno del PRI a la Presidencia, si en las cloacas del
régimen priísta se fraguó el asesinato de Manuel Buendía; si, como
consecuencia inesperada del terremoto de 1985, se halló, en los escombros de
la Procuraduría de Justicia capitalina, a la sazón encabezada por Victoria
Adato, varios cadáveres encajuelados; si las autoridades federales y defenñas
–priístas, en ese entonces– abandonaron a su suerte a la población herida y
sin vivienda; si entre 1982 y 1989 el país vivió en una exasperante
depresión económica; si en esos años el “fraude patriótico” fue práctica
rutinaria en las elecciones. Cómo no temerle al PRI si durante el gobierno
usurpador de Carlos Salinas de Gortari fueron asesinados centenares de
opositores políticos, si se desmanteló la propiedad pública en el marco de
privatizaciones corruptas, si se impuso en el país el modelo económico que
aún padecemos, generador de pobreza y de riqueza extremas, si desde entonces
se diseñó la inclusión del PAN en el régimen mediante las concertacesiones,
y si aquella administración infame culminó con un rosario de asesinatos
entre los propios priístas.
Por supuesto que inspira terror el recuerdo del zedillato y sus raterías inconmensurables, su infinita torpeza económica, su entrega del país a intereses extranjeros, las masacres de campesinos (Aguas Blancas, El Bosque, La Libertad, El Charco, Acteal, entre otras) y la
política de contrainsurgencia traducida en violaciones de mujeres indígenas
por soldados y en el cerco contra los pueblos zapatistas.
 
Cómo no va a dar miedo el PRI ante monstruosidades sindicales como Joaquín Hernández Galicia, Salustio Salgado, Carlos Romero Deschamps, Carlos Jongitud Barrios, Elba
Esther Gordillo y Víctor Flores, entre muchas otras, todas ellas gestadas en
la matriz corporativa del tricolor. Claro que hay razones para sentir terror
ante un eventual regreso del PRI si se considera que, durante la
administración del propio Peña Nieto en el Estado de México, los índices
delictivos y la violencia se multiplicaron en forma incontrolada, la entidad
se situó como primera en feminicidios, creció el desempleo, se incrementó el
número de pobres, se multiplicó la deuda del estado y el gobernador destinó
miles de millones de pesos de dinero público a campañas de imagen para
presentarlo como un buen prospecto presidencial.
 
Cómo no sentir terror de que regresen al poder, de la mano de Peña Nieto, individuos como los Salinas de Gortari, Mario Marín y Ulises Ruiz. “El PRI es el cambio”, dijo Peña Nieto, en un escandaloso abuso del oxímoron. Y agregó: “Vamos a ganar el primero de
julio de manera clara y contundente. Vamos por un triunfo inobjetable”.
Para su infortunio, la frase le salió casi idéntica a la que dijo Jorge de la
Vega Domínguez, antiguo gerente del partido, en la madrugada del 7 de julio
de 1988, mientras se cocinaba el magno fraude electoral: la imposición de
Salinas había sido “un triunfo contundente, legal e inobjetable”.
 
Cómo no va a dar miedo.


Si eres una persona que te vale lo escrito aquí y no lo envías, entonces
serás cómplice de la desgracia de nuestro Pais

si regresa el PRI al poder, después no te quejes.

 
Cordialmente
Rafael Villafaña

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