Antonio Rebolledo
El Diario/Enviado | 28-01-2012 | 23:07
Towi ko’nare, Towi narí chati binói akárachi” (“El niño está hambriento, el niño está malo en la cara). Con esta frase, comuneros rarámuri en la comunidad de Cusárare describen una extraña enfermedad que comenzó a presentarse en varios niños, y que ha generado marginación y burla a quienes la padecen.
Sacerdotes en Creel advirtieron a mediados de enero que en los poblados cercanos a las Barrancas del Cobre se estaba presentando una enfermedad en la piel similar a la sarna, que provocaba en los menores ronchas con sangre, escamación y en algunos casos úlceras que degeneran en malformaciones en los rostros de niños y adolescentes. “Los está desfigurando”, manifestó el presbítero Héctor Martínez.
Esta enfermedad está asociada a la sarna, la resequedad, las erupciones comunes de acné y hasta con el salpullido y las alergias al polvo. Sin embargo, se detectó que el padecimiento no se presenta en todos los menores, por tanto, no es contagioso y está más relacionado con la desnutrición que con algún agente patógeno.
Jesús Velázquez, vicario de Creel, refirió que con la sequía y la hambruna se agudizaron las enfermedades estomacales y respiratorias en los niños, y refirió que los males en la piel también habían incrementado su brote entre la población infantil.
El principal foco de esta enfermedad se registra en Cusárare, manifestaron los sacerdotes, aunque Diario TV documentó más casos en otras poblaciones del municipio de Guachochi y en Urique. Luego de encontrar casos graves en Rocheachi, en Cusárare se ubicaron tres casos crónicos.
El primero es un niño de 12 años llamado José Antonio. Es huérfano y por su condición de salud –graves escoriaciones en la cara y úlceras en nariz y cuello– su padre lo rechaza y en la escuela tiene serios problemas con sus compañeros, asegura su abuela paterna que lo recogió al morir su madre en labor de parto.
A la fecha, los médicos no han encontrado una solución permanente a su problema en la piel. José Antonio dice que usa las pomadas que le recomiendan los médicos y sigue las instrucciones de higiene, pero a la fecha, según su abuela, un especialista de los servicios públicos de salud no ha acudido a ver el problema a pesar de que no es el único.
Detrás de un cerro cercano a la vivienda de José Antonio vive Lupita, de 11 años, quien comparte una habitación con sus cinco hermanos menores.
Lupita comenzó a presentar este mal en la piel desde hace más de cinco años, pero a la fecha no hay una solución, solo paliativos como las pomadas que su maestra le aplica a veces en la escuela. Ella es la mayor en su familia, y por su condición, tiene que cuidar a sus hermanos mientras su padre labora en la tala de árboles y su madre pasa casi todo el día trasladando agua a la casa y buscando alimentos.
La menor tampoco ha recibido atención médica especializada y ya comienza a padecer las burlas de sus compañeros en la escuela y en el pueblo, pues sus lesiones son muy marcadas. Por eso, Lupita prefiere jugar con sus hermanos en las laderas de la sierra, que socializar con menores de su edad.
Claudia es otro caso. A sus 14 años vive en los márgenes del río Cusárare, muy cerca de casa de Lupita y de José Antonio, pero a pesar de que se conocen, casi no hablan entre ellos sobre su mal en la piel.
Aarón, su hermano de 19 años, asegura que cuando estaba en la escuela había otros casos similares al de Claudia, y que nunca mejoraron.
Estos tres casos, Claudia, Lupita y José Antonio, son la muestra de esta enfermedad que algunos en la comunidad vinculan con poca higiene personal y condiciones insalubres en casa y en las escuelas como la primaria y secundaria Ignacio Manuel Altamirano que cuenta con una matrícula de más de 200 alumnos del pueblo y de otras doce rancherías cercanas, pero que sólo tiene una letrina que da atención a todos: a la centena de alumnos que se albergan de lunes a viernes, y a los profesores.
Este factor ha derivado en enfermedades entre la comunidad estudiantil como hepatitis y erupciones en la piel, refirió Ana Luisa Álvarez, profesora de primaria.
Expuso que desde hace varios meses solicitaron a las autoridades educativas y municipales la construcción de baños, pero la respuesta en varias ocasiones ha sido la misma: no hay presupuesto.
El diagnóstico
Tras analizar el video de Diario TV donde se muestran los daños en la piel de estos niños, Francisco Goribar Escamilla, dermatólogo y maestro en salud pública, señala que estas lesiones son conocidas como Prúrigo Solar, un mal derivado de tres factores principales en la sierra: la altitud que provoca una exposición más directa al sol, el adelgazamiento de la capa de ozono, y el bajo valor nutricional de los menores.
Goribar Escamilla refiere que la radiación ultravioleta ha provocado esta dermatosis que se agrava con pocas medidas de higiene y tratamientos intermitentes.
Tras aclarar que no es una enfermedad contagiosa, el especialista subraya que está más relacionada con una baja ingesta de antioxidantes concentrados en frutas y verduras.
En resumen, por la desnutrición a la que niños y adolescentes están expuestos en las comunidades tarahumaras.
Advierte que de no tratarse con protectores solares y otras fórmulas de hidratación cutánea, estas lesiones podrían degenerar en cáncer de piel en el mediano plazo.
Adela Moreno Ayala es la líder de los docentes en la escuela primaria de Baquiriachi, y encargada de las bodegas donde la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas surte cada bimestre una despensa que permite preparar almuerzo, comida y cena a los 67 alumnos becados que forman parte de su programa de asistencia alimentaria y educativa.
Esta dotación le permite a la escuela mantener a los menores en las aulas tras el alimento que no obtienen en casa.
En la primaria de Baquiriachi, después de dos años de revisiones a los menores con beca alimentaria, los niveles de desnutrición han bajado considerablemente
#AMLO2012
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
#Dontriananews gracias por escribirnos