31 de diciembre de 2011

René Delgado - Los polos del año

René Delgado
Los polos del año

Sin participación social no hay cambio democrático y a fuerza militar ni el cambio democrático entra. Esas son las lecciones del año, cuyos polos en el calendario fueron Túnez e Irak y su centro los indignados.


El año empezó -en realidad, fue el 17 de diciembre del 2010- con la terrible escena del tunecino Mohammed Bouazizi que, harto de la corrupción y la falta de oportunidades, al inmolarse incendió a los países árabes del norte de África y el Golfo Pérsico, y el año terminó -en realidad, fue el 18 de diciembre de 2011- con el retiro del Ejército estadounidense de Irak derrotado en su intento de imponer un modelo político sin considerar la base social.




Falta por ver el desenlace de ese acontecer pero, más allá de él, se puede anticipar una conclusión: la chispa social puede incendiar y volver ceniza a regímenes y liderazgos políticos anquilosados y, cuando a fuerza se quiere imponer un modelo político sin contar con el acuerdo y el respaldo social, el más poderoso Ejército del planeta puede salir derrotado.


Este año dejó en claro que el autoritarismo diluido o concentrado, disfrazado o desnudo, con o sin bayoneta puede cimbrarse hasta su derrumbe cuando sus representantes ignoran a la gente y desprecian los nuevos vehículos de información y comunicación.


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Es, quizá, apresurado o exagerado reconocer a las nuevas tecnologías de información, en particular las redes sociales, como el arma y el alma de la revuelta registrada pero es innegable su importancia.


El uso y la aplicación de esas tecnologías en el campo político y social por parte de grupos opositores marginados abrieron información -sensible, dicen los especialistas- a la que los ciudadanos de a pie no tienen acceso y mostraron el talón de Aquiles del monopolio del poder a partir del control de los medios tradicionales de comunicación. El efecto es tremendo: las clases dirigentes no tienen muy claro qué hacer y las redes los enredan.


Si ya desde hacía tiempo la aplicación social y política de instrumentos inteligentes para el envío de voz, datos e imágenes estaba provocando dolor de cabeza a las élites en el poder, este 2011 les estampó una interrogante en la frente: la censura y el control ya no son lo que eran.


Del apuro en que el ciberactivismo de WikiLeaks colocó a la diplomacia de Estados Unidos al empleo de tweets para convocar, organizar y asegurar la movilización social en muchas de las revueltas registradas este año, la diferencia se cifra en la caída de regímenes y la desaparición de nombres inscritos supuestamente para la eternidad en la historia: Ben Alí, Hosni Mubarak, Muamar Gadafi...


Dirigentes y partidos políticos han de estar preguntándose qué hacer, dado que sus decisiones desde el poder exigen una sensibilidad y velocidad a la que no están acostumbrados.


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De Túnez e Irak, de WikiLeaks y Twitter, del autoritarismo fincado en viejas estructuras resistentes a ampliar los canales institucionales de participación social y de los nuevos recursos de comunicación muy pocas notas tomó la clase política en México y mucho menos derivó lecciones.


Es comprensible, por lo ocurrido en 2006, que buena parte de la reforma electoral haya concentrado su atención en el vínculo entre política y comunicación y, por lo mismo, haya tratado de restablecer y garantizar la equidad en el acceso y el uso de la radio y la televisión por parte de los distintos contendientes. Sin embargo, en cierto modo se legisló para la elección del 2012 viendo por el espejo retrovisor el 2006. No se advirtió -quizá, afortunadamente- el peso y la importancia que en la comunicación y la información política y social tendrían las nuevas tecnologías.


Por la banalidad y la trivialidad de los mensajes que envían, los políticos mexicanos entendieron esas tecnologías como un asunto de entretenimiento, sin descubrir su potencial como recurso de participación política y social. No lo vieron y, aunque en el campo de la violencia, esas tecnologías mostraron su poderío para bien y para mal, la reacción fue tratar de limitar su uso, imponer viejos controles a nuevos recursos. Ahí está el caso de Veracruz.


En todo caso, en el campo estrictamente político la clase dirigente no acaba de encontrarle la cuadratura a ese círculo. Por lo pronto, el equipo del precandidato Enrique Peña está anonadado por la resonancia que, en las redes, tuvo un gazapo pronunciado en un salón cerrado en una feria del libro... siendo que tan bien iban las cosas por tele.


Ojalá los políticos vean las redes como un recurso y no como un problema sujeto a regulación y control.


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El punto verdaderamente interesante es saber si la porción social con acceso a esas tecnologías y con indignación suficiente para movilizarse tomó nota de lo ocurrido en muy diversos puntos del planeta a lo largo del año que hoy termina.


Esto es, si esas capas de la sociedad tomaron nota de la importancia de la participación social y del empleo de nuevas tecnologías y viejos recursos para romper el monopolio de la política. Las revueltas en los países árabes echaron mano de las nuevas tecnologías; las movilizaciones de los indignados en varias ciudades del primer mundo recurrieron al más tradicional de los recursos, como lo es el plantón; y, desde luego, la derrota del poderoso Ejército del mundo al tratar de imponer un modelo político sin reconocer el terreno social donde pisaba.


Por algunas manifestaciones nuevas y viejas, tweets y marchas, algunos sectores de la sociedad parecieran coincidir en el valor de la participación social para consolidar la democracia y fortalecer el Estado de derecho pero, a pesar de ello, no se advierte la articulación de sus demandas como tampoco la conjugación de los recursos tradicionales y modernos para ser tomados en cuenta.


Sin esa articulación y conjugación, la participación social es vulnerable. Mantener en carriles separados, en compartimentos estancos la indignación y la participación social quizá coloque en problemas, de vez en vez y momentáneamente, a éste o aquel otro partido o candidato, a ésta o aquella área de gobierno pero no va cimbrarlos al punto de hacerlos escuchar lo que se les dice y mucho menos va a derrocarlos.


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En los polos de este 2011 que hoy termina, y aunque así no lo parezca, están las claves para navegar en México el año entrante. Navegar para llegar al puerto que reclama el anhelo democrático o naufragar en la confusión en que flota una clase política sin brújula.


sobreaviso@latinmail.com

#AMLO2012

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