Peña Nieto: un peligro para Peña Nieto
12 Diciembre, 2011 - 22:26
CREDITO:
Manuel Ajenjo
A10 meses y unos días de haber tomado posesión como Presidente de la República, durante el Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Valladolid, España, Vicente Fox cometió su celebérrimo error de lesa literatura al confundir a Jorge Luis Borges con José Luis Borgues. Los mexicanos nos dimos cuenta de que teníamos como Jefe del Ejecutivo a una persona ignorante. Las burlas y los chistes surgieron de inmediato. Uno de ellos: Para que enriqueciera su vocabulario, sus hijos le regalaron en la Navidad de ese año un diccionario de sinónimos. El guanajuatense que todavía usaba botas guardó el mamotreto y expresó que no lo pensaba leer, mejor se esperaba a la película.
Diez años después, a una semana de haber sido ungido como precandidato único del PRI a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, cometió una pifia literaria de semejante magnitud. Desde ahora los mexicanos sabemos que la persona que aspira a gobernarnos es ignorante en materia literaria. ¿Es importante que un político sepa de literatura para gobernar bien?
Por supuesto que no. Luiz Inácio Lula da Silva, obrero metalúrgico antes de ser Presidente de Brasil, estudio hasta quinto de primaria y es considerado un gobernante paradigmático en América Latina. José López Portillo, Presidente de la República (1976-82), fue autor de varios libros, catedrático universitario, nieto de escritor, hermano de una literata -su hermana Margarita llamada la “pésima musa”- dejó al país hecho un desastre.
Sin embargo, el dislate literario del exgobernador del Estado de México ha generado abundantes críticas sobre su ignorancia. Que sea menos, dicen sus defensores: ¿qué queremos: un buen gobernante o un maestro de Literatura?
Para mí, ya lo escribí en la anterior columna pero lo reitero y doy un ejemplo, lo que me da mala espina no es que el mexiquense no haya podido citar de memoria tres títulos con su respectivo autor. Lo preocupante es el bloqueo mental en el que cayó cuando le hicieron una pregunta fuera de programa. Lapsus de igual índole fue en el que se vio envuelto en marzo del 2009. En aquella ocasión el periodista Jorge Ramos le preguntó sobre la enfermedad que había ocasionado la muerte de su esposa. A Peña Nieto se le hizo bolas el engrudo para contestar: “Fue algo intempestivo -dijo titubeante- llevaba dos años de tener una enfermedad parecida a lo que eran los estertores... este... se me fue el nombre de la enfermedad puntual”.
En ambas ocasiones EPN mostró que no se distingue por tener inteligencia emocional -la armonía entre emoción y pensamiento-. Inteligencia, ésta indispensable para un gobernante. De lo que está bien dotado el precandidato tricolor es de una gran capacidad de simulación. ¿Cómo es posible que alguien que ha sido capaz de escribir un libro, minutos después de presentarlo, no pueda contestar con solvencia los escritores que lo han marcado o influido en su obra? Tal parece que no es lo mismo escribir un libro que firmarlo como propio.
Importantes casas editoras se han acercado al nativo de Atlacomulco para proponerle un segundo libro de su autoría cuyo título le proponen: Cómo escribí un libro sin haber leído ninguno.
Despeñada despeinada
“Aunque la ventaja de Peña en las encuestas es muy alta -escribí aquí el pasado jueves- bastó una pregunta: ¿Cuál es el libro que ha marcado su vida?, para despeinar al precandidato. Lo bueno para él es que volverá a levantar su copete con el peine del olvido o con la pistola de aire del próximo escándalo”.
Lo malo es que la pistola de aire del subsecuente escándalo fue manejada por el propio Peña Nieto y no sirvió para levantarle el copete sino, por el contrario, lo despeinó aún más que la pifia cometida en la FIL.
En la edición del pasado domingo del periódico global en español El País fue publicada la entrevista que Luis Prados y Salvador Camarena le hicieron al precandidato del tricolor a la Presidencia de la República. Transcribo y comento entre paréntesis: “Este diario le preguntó por algunos precios de productos básicos, algunos los supo, otros no (no especifican los entrevistadores de qué productos supo el precio y de cuáles no. Supongo que acertó en lo que vale el gel para pelo, el shampoo y los peines; e ignora el precio de las tortillas, del maíz y del frijol -alimento de proles-) pero -continúa el precitado diario- suspendió al preguntarle por el monto del salario mínimo (aquí el verbo suspender no está usado en su acepción de “detener o diferir una acción u obra”. A primera leída supuse que Peña suspendió el interrogatorio para buscar ayuda de sus asesores. No, el “suspendió”, los redactores lo usaron en su quinta acepción del Diccionario de la Real Academia: “negar la aprobación a un examinado”. O sea lo reprobaron porque fijaros bien en su respuesta) que él tasa en 900 pesos al mes cuando para el 2011 (hasta los españoles lo saben) ronda los 1,704”. (Como se ve que don Enrique no ha pagado una multa o no tiene que pasar a nadie una pensión alimenticia, ambos rubros se regulan por salarios mínimos).
Si el tropezón libresco se puede justificar o tolerar. El desconocimiento de qué cantidad de pesos y centavos es un salario mínimo es imperdonable en cualquier político, más aún en alguien que aspira a sentarse en la Silla del Águila. Me atrevo a decir que ni Vicente Fox, una vez que bajó la cortina y se dio permiso para decir cualquier tontería, cometió un disparate semejante.
Si la confusión de Fuentes por Krauze es anecdótica y le provocó sólo una despeinada en el copete. La ignorancia sobre el salario mínimo es histórica, lo perseguirá durante toda su campaña y más que despeinarlo lo despeña. (Del verbo despeñar: “precipitar y arrojar a alguien o algo desde un lugar alto y peñascoso, o desde una prominencia aunque no tenga peñascos”. -Por ejemplo: una encuesta-). Es fácil imaginar un debate -¿aceptará la confrontación de ideas con sus contendientes?- en el cual, por mencionar a alguien, Josefina Vázquez Mota, le diga: “El candidato del PRI no está calificado para hablar de economía dado que ni siquiera sabe el monto del salario mínimo”.
En otra parte de la entrevista de marras, los periodistas le preguntaron sobre “su socia electoral” Elba Esther Gordillo, “que es vista como el gran obstáculo para modernizar la educación en México”. ¿Por qué necesita un PRI ganador a una persona tan mal vista por amplios sectores? EPN respondió: “El PRI hizo alianza con un partido Alianza Nacional no con una persona”. (Si la coalición es con Alianza Nacional le creo que ésta va a ser con un partido y no con una persona. Pero como Alianza Nacional es un partido inexistente la coalición se hizo con una persona: Elba Esther Gordillo, dueña del Partido Nueva Alianza, que tampoco existe como tal, pero que sí le pertenece a La Maestra).
Quiero ser amable con el precandidato tricolor y decir que desde mi punto de vista él si se refirió al Partido Nueva Alianza, ya sería el colmo equivocarse en el nombre de sus aliados. Fueron sus entrevistadores los que escucharon o grabaron mal y anotaron Alianza Nacional. Pero decir que la alianza es con un partido y no con Elba Esther es el equivalente, en términos de simulación, a firmar como autor un libro que no se escribió.
Dos semanas le han bastado a EPN para darse cuenta que abrir la boca, sin el auxilio de tarjetas o sin la ayuda de un teleprompter, es dar un paso al suicidio. Peña Nieto es un peligro para Peña Nieto. Callado se defiende mejor.
Oí por ahí
Ya corre a lo largo y ancho del país un neologismo que México aporta al mundo de habla hispana. Se trata del verbo reflexivo o pronominal: apeñandejarse, que significa “perturbarse o apendejarse al hacer una declaración”. En presente de indicativo se conjuga así: Yo me apeñandejo. Tú te apeñandejas. Él se apeñandeja. Nosotros nos apeñandejamos. Vosotros os apeñandejáis. Ellos se apeñandejan.
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