Avanza el desafio nuclear de Irán ante la impotencia internacional
La mejor opción posible sería un ataque aéreo árabe, liderado por la casa de Saud
Día 13/11/2011
La presentación de un nuevo informe de los inspectores de la Agencia Internacional para la Energía Atómica sobre la evolución del programa nuclear iraní ha vuelto a poner de actualidad esta grave amenaza. Por mucho que tratemos de esconder la cabeza debajo del ala, las sanciones aprobadas por el Consejo de Seguridad y aplicadas en mayor o menor medida por los estados afectados no son suficientes para detener al régimen de los ayatolás en su afán por entrar en el club de las grandes potencias dotadas de armamento nuclear.
El Consejo de Seguridad tratará el tema, mostrará su preocupación por el comportamiento de Irán y por el peligro que corre el régimen de no proliferación nuclear. Muy probablemente se aprobarán nuevas sanciones, que sin duda harán más difícil la vida a los iraníes, pero que no minarán la voluntad de sus dirigentes, que años ha descontaron estos sacrificios como parte de coste total de la operación. El Consejo de Seguridad podría hacer mucho daño a Irán, pero el Gobierno presidido por Ahmadineyad cuenta con la protección de Rusia y China, proveedor y cliente excepcionales, y con el incumplimiento de las sanciones por parte de empresas y países que han encontrado un buen nicho de mercado en la intermediación.
Ante el fracaso de las sanciones, ¿qué hacer? Si Israel pudiera, hace años que habría atacado las instalaciones iraníes en las que se viene desarrollando el programa nuclear, pero no parece estar en condiciones de hacerlo con la eficacia necesaria. Irán aprendió de la experiencia de la central de Osirak, en Irak, y las instalaciones han sido construidas a prueba de ataques aéreos. Aun así podrían ser destruidas, pero tras una acción prolongada con armamento apropiado. La distancia entre ambos países obligaría a los cazas israelíes a sobrevolar a terceros, realizar reaprovisionamiento en vuelo, y todo para un ataque que muy probablemente resultaría insuficiente por falta de tiempo. El precio en prestigio internacional podría ser mayor que el beneficio en seguridad nacional, sobre todo si Irán respondiera reabriendo los frentes sirio, libanés y de Gaza.
Los avances del programa nuclear iraní provocan efectos contradictorios sobre la autoridad de Estados Unidos. Si por una parte pone en evidencia su incapacidad para frenar la iniciativa del gobierno de Teherán —lo que supondría el fin del régimen de no proliferación, el auge del islamismo y una creciente tensión entre chiíes y suníes—, por otra empuja a las monarquías del Golfo a buscar su protección. En la orilla occidental del golfo Pérsico se está levantando un escudo antimisiles combinando el sistema Aegis de la Armada de Estados Unidos con baterías de misiles tierra-aire Patriot. Una moderna Fuerza Aérea conjunta está siendo reforzada con armamento apropiado para las nuevas circunstancias, incluidas bombas diseñadas para destruir búnkeres.
La mejor opción para acabar con el programa nuclear iraní es un ataque aéreo árabe, liderado por la casa de Saud y con respaldo norteamericano. La experiencia nos indica que es poco probable, pero no imposible. La segunda opción es un ataque norteamericano, una acción coherente con su estrategia, pero no con la política de su presidente, que trata desesperadamente de abandonar ese teatro para presentarse ante sus electores como un pacificador.
Preparémonos, pues, para vivir en un entorno donde la proliferación de armamento nuclear será una realidad, con los riesgos que ello implica.
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